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Bogotá, una ciudad con árboles que cuentan historias

Más allá de su importancia urbanística y ambiental, los árboles de la ciudad albergan un valor histórico, simbólico y cultural.
Naturaleza en Bogotá: ciudad con árboles que cuentan historias
Pinos Romerones Parque Central Bavaria
Yaneth Jiménez Mayorga

Los árboles están presentes en la vida cotidiana de las ciudades más de lo que podemos imaginar. ¿Quién no ha abrazado un árbol buscando bienestar, o cuántos niños se han balanceado en el columpio que cuelga de los árboles del parque, cuántos se han reunido alrededor del árbol de la cuadra para iluminarlo en diciembre, o cuántos adultos mayores no se han reunido bajo la sombra del arbolito del barrio? 

Sí, más allá de los beneficios ecológicos y ambientales que ofrecen, alrededor de los árboles se tejen y evocan historias que hacen memoria y dejan raíces profundas. Estos son algunos de esos otros habitantes de la ciudad que vale la pena- y deberían- conocerse y visitar en Bogotá.

Con el acompañamiento de Daniel Ruiz Molina, estudiante de Ingeniería Forestal de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, realizamos una mini expedición botánica para identificar algunos de esos árboles.

En Bogotá, dice Daniel, “es posible encontrarse con maravillas arbóreas que a simple vista pueden no identificarse aun cuando se pase por el mismo lugar todos los días, pero que una vez descubiertos, revelan una magnífica presencia antes invisible. Tal es el caso de los pinos romerones que se encuentran en el Parque Central Bavaria, una especie muy importante por tratarse de una de las únicas Gimnospermas arbóreas nativas en Colombia, muy utilizada para ebanistería por la belleza y fácil trabajabilidad de su madera y también porque es un árbol que se siembra en diferentes ciudades en parques por su gran tamaño y belleza”. 


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Foto
Foto: Jardín Botánico de Bogotá


Estos pinos romerones, agrega Daniel, son, además, una demostración del gran potencial que tienen estos árboles para conformar plantaciones forestales de aprovechamiento de madera con especies nativas, lo que no solo se convertiría en una gran fuente de madera, sino en una estrategia para su conservación, ya que en la actualidad está en peligro de extinción. “Es importante mencionar que este árbol es tan importante, conocido y valioso dentro de los amantes de los bosques en Colombia, que resultó formando parte del escudo de la facultad de Ingeniería Forestal en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, donde sus hojas reposan con orgullo”, comenta Daniel.

En otro parque, el Bicentenario, sobre la calle 26 con carrera 7, se erigen unas hermosas Palmas de Cera del Quindío, declaradas como árbol nacional, aun cuando no se trate de un árbol sino de una palma. “Entre muchas cualidades que podemos mencionar sobre ellas es que son únicas en el mundo, cuyo nombre científico de Ceroxylon quindiuense fue otorgado por el botánico francés Aimé Bonpland cuando las encontró en 1801 en compañía de su colega Alexander von Humboldt”, afirma Daniel.  

Otra de las maravillas de esta especie, señala nuestro guía, “es que resulta ser la palma más alta del mundo, alcanzando los 60 metros de altura, es decir, más alta que el edificio del hotel Tequendama (que mide 53 metros) que puede apreciarse en dirección opuesta a la de estas palmas. Pero, además, porque a lo largo del año producen grandes cantidades de frutos que pueden ser recolectados del suelo por cualquier persona y ser plantados en cualquier matera en sus casas, y así participar de la recuperación de esta especie y que los bosques andinos se llenen de nuevo de la palma más alta del mundo”. 

Ya sobre la calle 31ª, entre carreras 17 y 16ª, se encuentra un Arrayán de Oro. Un árbol increíblemente hermoso por varias razones, afirma Daniel: “sus aromáticas flores, sus coloridos frutos, su follaje brillante, sus tortuosos troncos y su dorada corteza, lo convierten en un espectáculo digno de presenciar. Los arrayanes son árboles muy importantes tanto para los animales -pues producen frutos muy apetecidos por las aves, y por la forma en la que crecen, con su follaje denso y muchas ramas son un gran lugar para sus nido- como para las personas, que lo han utilizado en el campo por su madera dura para hacer cabos de herramientas, mientras que sus hojas y frutos en cocimiento sirven para calmar dolores”. 


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Árboles patrimoniales

La capital colombiana cuenta además con una buena colección de árboles patrimoniales, gracias al trabajo que, desde 2004, inició el Jardín Botánico José Celestino Mutis al identificar especies que por su altura, edad, características y ubicación representan un valor histórico y cultural.  

“Hay que recordar que Santa Fe de Bogotá y Tunja eran las principales ciudades durante el virreinato español, un camino que tuvo diferentes desarrollos poblacionales en el que especies muy valiosas como el cedro, el nogal, el pino colombiano, el roble, formaban parte de esta franja altitudinal de los bosques alto andinos, pero que lastimosamente poco a poco fueron talados, unos por necesidad del recurso de la madera, otros para utilizarlos como leña, unos más para abrir espacio para la agricultura o para la construcción de viviendas, y otros-como el cedro y el nogal- durante el proceso de evangelización que impuso la colonización a las comunidades indígenas”, explica Germán Darío Álvarez, subdirector técnico operativo del Jardín Botánico José Celestino Mutis, de Bogotá. 

En La Candelaria sobresalen aún algunas especies que probablemente eran traídas de Europa como el laurel, que durante la Colonia siempre hacía presencia al interior de las casas de la época, y se utilizaban como ingrediente en la cocina, y a la vez por una relación con la mística, con lo misterioso, con las buenas energías que podía tener. En la Quinta de Bolívar, por ejemplo, hay un cedro que, según datos históricos, lo plantó el mismo Libertador, siendo uno de los pocos árboles que quedan de la época republicana. 

Árboles patrimoniales Quinta de Bolívar
Árboles patrimoniales en la Quinta de Bolívar en Bogotá. Foto: Quinta de Bolívar 

“A estos árboles también se suman las especies exóticas, es decir, que no son nativas, como la Araucaria que se ubica en el comercio de la calle 63 con 7a, un árbol originario de Chile, que data de mediados del siglo pasado, que se plantó en ese jardín y que sigue estando presente todavía en la ciudad. La Araucaria también ha estado asociada a los chinos, a los japoneses, a los jardines orientales”, comenta Álvarez. 

Un árbol muy representativo de la ciudad es el Nogal, que da su nombre al barrio localizado en el norte de Bogotá sobre las calles 82 y 76 entre carreras 7 y 11, que ha sido considerado uno de los más misteriosos. “Hay que recordar que en esta zona se ubicaban haciendas con gran presencia de agua, y el Nogal no es un árbol que aguante zonas inundadas, por lo que se cree que no estaba en la ciudad antes de que llegara la urbanización. Seguramente, estuvo en alguna hacienda y lo que hizo la ciudad fue irlo incorporando a su entorno”, comenta Álvarez.  

Árbol de Nogal Bogotá
Árbol Nogal. Foto: Google Street View

Igualmente, se destacan Los Cipreses de los campus de las universidades de los Andes y Externado de Colombia, especies de las que se cree pueden tener más de 100 años, y que eran considerados como símbolo de poder, de fortaleza. Según destaca el portal web de la Universidad de los Andes, “el Ciprés simboliza la unión entre el Cielo y la Tierra. Tanto su tronco como sus raíces se alzan y descienden profundamente hacia el centro de la Tierra -antiguamente el inframundo-, así como hacia la morada de los dioses -actualmente el reino de las ideas psíquicas”. 

Árbol Ciprés Universidad de los Andez
Foto: Universidad de los Andes

Para el subdirector técnico operativo del Jardín Botánico, “es vital comprender que el árbol, como cualquier ser vivo, requiere unas condiciones de ciudad. No se trata de poner o plantar un árbol para que mejore las condiciones de calidad del aire, sino de mejorar todo el entorno para que los árboles y los demás seres vivos también tengan unas mejores condiciones de desarrollo”. 

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