Alfredo Molano Bravo nació pocos años antes de que la capital del país estallara tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán y la guerra no declarada comenzara en su etapa más sanguinaria. Creció viendo un país desangrado por el conflicto y dedicó su trabajo como sociólogo, periodista, investigador y profesor a recorrer el país buscando entender las raíces de este proceso, que hoy comenzamos a reescribir.
Viajero incansable de nuestra geografía, crítico permanente de nuestra sociedad, columnista sin pelos en la lengua, nos recibe en una casa en el norte de Bogotá en la que hay una gata traviesa que casi rompe media sala. Allí nos cuenta que desde hace un tiempo anda escoltado. Antes de comenzar la entrevista se quita los converse que trae puestos y se sienta cómodamente en un sillón cerca de la ventana.
Sin embargo, es claro en afirmar algunos retos que ve en el proceso: el tema ambiental y por otra parte lo relacionado con la legalidad constitucional de una justicia transicional que permita mantener los acuerdos.
"Tengo una complicación con los programas de financiación del posconflicto, serán programas de desarrollo social y económico administrados por el Gobierno Nacional, con platas extranjeras fundamentalmente. Pero, ¿Cuánta de esa plata se queda en manos del clientelismo local? de esa capa que siempre asigna contratos, asigna sueldos y trabajos, entonces me parece que hay un peligro que hay que señalar desde ahora. El capitalismo ha dejado de ser salvaje para ser un capitalismo codicioso, voraz, que no reconoce ningún límite ni valor diferente al dinero y la corrupción nace en esa codicia brutal, pero yo creo que un sistema democrático es lo que puede controlar y ser un contrapeso a la corrupción", explica.
Para Molano es claro que el comienzo del conflicto se debió a la falta de una estructura social que garantizara la paz y no la violencia, de una serie de decisiones mal tomadas de parte de gobiernos que en lo sucesivo no plantearon una reforma agraria ni social y utilizaron la represión como una forma de solucionar y controlar los movimientos sociales.
En una segunda instancia este asunto también fue caldo de cultivo para el narcotráfico, que corrompió a las instituciones y autoridades del país, además de una salida para cientos de campesinos, que vieron en los cultivos ilícitos una forma de superar la pobreza aumentando así la lista de males de nuestro país.
"Resueltos los problemas que están planteando en las mesas de negociación y hacia el futuro, la violencia va a depender del Gobierno y de la solución que dé a los problemas sociales. Si el estado va a seguir reprimiendo los movimientos sociales para resolver los problemas sociales, la violencia se va a sostener... va a persistir. Si reprime las demandas sociales hay violencia, si acuerda soluciones y las cumple, la violencia se erradica", afirma cuando se le pregunta sobre el futuro de nuestra nación.
Pero pese a la historia de estos últimos casi 70 años, este catedrático que ha recorrido el país de lado a lado, a lomo de mula, en bicicleta, en chalupa o a pie con el barro hasta el cuello, sabe que al fin la paz se vislumbra como un acontecimiento más claro que nos permitirá no repetir la historia a la que varias generaciones de colombianos fueron condenadas por la violencia.
Desde el conocimiento que le han dado sus 72 años en un país que ha pasado por varios procesos frustrados de pacificación, se muestra optimista con este que se adelanta con las Farc, ya que considera que en este intento se ha logrado integrar a las fuerzas militares y políticas en el diálogo, lo que es una garantía para el cumplimiento de los acuerdos a los que se llegue en las mesas de negociación.
Escuche a continuación la entrevista completa a este personaje: