“Amarguito y dulce así es la vida, por eso para nosotras este es el dulce de la vida”. Esta es la mejor definición que Elizabeth Nieves González y su mamá, Francia Nieves de 83 años, hacen de este manjar: El dulce de toronja, una preparación tradicional del municipio de Manaure, Cesar.

Las mujeres, residentes en esta población conocida como el ‘balcón turístico del Cesar’, situado a 32 kilómetros de Valledupar, un paraíso natural del Caribe colombiano, preparan desde hace más de tres décadas este dulce cuyos ingredientes principales son toronjas, azúcar y agua.

Pero el dulce que no le hace daño a nadie, como ellas orgullosamente cuentan, ya que es apto para diabéticos, requiere de una preparación compleja; más de 36 horas desde que se lava el fruto hasta que este se organiza en porciones para vender.

Visitando la casa de Elizabeth, situada en un costado de la plaza principal del municipio de Manaure, se encuentran ella y su madre atentas, sonrientes y dispuestas a explicar cómo es que fabrican esta delicia, eso sí, sin dar a conocer su toque secreto. Lo que sí revelan es que el dulce se prepara con la corteza de este fruto tropical. ¿Y quién creería que lo que para algunos son desechos, para ellas es la base principal de su dulce?

“La gente no cree que lo que usamos nosotros es la cáscara o la corteza, como se le conoce. Claro toca cortarla de una forma diferente y cocinarla por muchas horas para irle sacando el amargo; se le cambia el agua tres veces, hasta que por fin queda lista para el siguiente paso”, cuenta con esmero Elizabeth, quien revela que aprendió de su mamá y esta, a su vez, recibió la receta de su abuela, quien deleitaba a todos los residentes en Villanueva, sur de La Guajira.

El siguiente paso, después de las seis horas de cocción y extraer el agua de la corteza, es moler muy fino y esa masa endulzarla y cocinarla con mucha paciencia. “Aquí toca paletear, sin dejar de hacerlo”, dice doña Francia, la matrona que orgullosa ve cómo su hija sortea el humo del fogón de leña que tiene en el patio, mientras con una gran cuchara de madera o paleta, revuelve la mezcla que se convertirá en dulce.

La fórmula es mezclar igual cantidad de masa con azúcar, precisamente sería una libra de azúcar por cada libra de corteza de toronja. Y en los dedos se verifica el punto de tal manera que no quede muy suave, pero tampoco muy duro.

Esta es la forma como las mujeres cuentan parte del secreto de su dulce que se convierte en otro de los atractivos en Manaure, paraíso enclavado en la Serranía del Perijá, un entorno natural abrazado por montañas, gran vegetación y el mejor - a juicio de los avituristas - de los 25 municipios del departamento del Cesar, para deleitarse con el sonido de aves exóticas que inspiran, además de poetas, a músicos y compositores, a propios y visitantes.

Una parada obligada es llegar a la casa de Elizabeth y Francia. En su terraza está el letrero que dice: 'Dulces típicos Laura Sofía', en homenaje a la nieta menor de la casa. Los que visitan Manaure para acampar, realizar caminatas ecológicas, apreciar gigantes árboles, contemplar piedras talladas por indígenas yukpas y maravillarse de una variedad de flores y miradores aprovechan y compran dulces y, de paso, conversan con las mujeres y de paso, escuchan varias de sus anécdotas.

Y así, con amor, paciencia y dedicación, las matronas preparan este dulce que es el más apetecido. También venden de ñame, piña, plátano o maduro como se le conoce, pero el favorito es el de toronja, definitivamente, el dulce de la vida.