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Menú de reconciliación: el banquete creado por las mujeres de Algeciras, Huila

El menú es una auténtica propuesta que nació en una cocina comunitaria donde se mezclan los productos más autóctonos de la región.
Cocineras comunitarias en Algeciras, Huila, y su menú de reconciliación
Foto: Cenuver Giraldo
Cenuver Giraldo

A través de la gastronomía, 30 mujeres víctimas, campesinas y firmantes de paz crearon en Algeciras, Huila, platos con sabor a reconciliación. El menú es una auténtica propuesta que nació en una cocina comunitaria donde se mezclan los productos más autóctonos de la región.

“Por medio de este curso de cocina de mujeres con diferentes historias y experiencias, nos encontramos cada semana para preparar platos de comida que tengan sabor a reconciliación”, fueron las palabras con las que Malán Gutiérrez, una mujer firmante de paz, le daba la bienvenida a los cerca de 100 invitados que recibieron la tarde del 6 de diciembre en el banquete de graduación del curso de cocina Sabor y Vida.

A las dos de la tarde de ese día comenzaron a llegar a la emblemática casona de la Hacienda de Satias, representantes de organizaciones sociales, de entidades estatales, líderes comunitarios, excombatientes, políticos, periodistas y delegados de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia.

Todos y todas ellas se encontraban en el espacio que desde el 2009 se convirtió en la casa de la cultura del único municipio priorizado para el postconflicto del Huila, para ser testigos de la entrega de una cocina comunitaria; sin embargo, nadie se esperaba que la jornada fuera un agasajo al estilo más refinado de la alta cocina.

Menú de reconciliación: el banquete creado por las mujeres de Algeciras, Huila

“Se quería no solamente entregar la cocina, sino también que prueben la sazón a las mujeres”, cuenta Natali Quintero, profesional de corresponsabilidad de la Agencia Para la Reincorporación y Normalización - ARN, entidad encargada de liderar las acciones para facilitar la reincorporación de exintegrantes de las antiguas Farc, quienes dejaron las armas en el marco del Acuerdo Final de Paz y transitaron a la legalidad en el año 2017.

“Es un proyecto que intenta promover la no estigmatización, tanto para la población firmante como en general para la población, porque se sufre mucho con ello”, continuó narrando Natali, mientras desde la cocina llegaban los olores más exquisitos del menú.

Unas quince mujeres, vestidas de gorro azul, tapabocas, guantes, buso blanco y delantal se distribuyen las tareas de manera muy coordinada. En la estufa industrial unas se encargan de calentar el puré y la salsa, otras decoran los platos, sirven el coctel, organizan los postres, dan vuelta a las julianas y a los chips que acompañarán el plato de entrada. Trabajan de manera silenciosa, se hablan con la mirada, hay cierto ambiente de preocupación en la cocina porque los comensales llevan varios minutos a la espera en las mesas alimentando la curiosidad.

En la recepción, sus compañeras, vestidas con sus trajes de bambuco tradicional, siguen recibiendo a los invitados. Una de ellas, Luz Dary Ramírez León, habla de su experiencia:

“Cuando yo entré a este proceso, la verdad para mí fue muy difícil porque yo tenía un dolor muy grande y yo nunca me imaginé poder sentarme frente a un excombatiente, yo nunca pensé, creí que no era capaz, yo sentía ahogarme”, narra admirada de lo que ha descubierto durante los últimos meses en sus compañeras. “Me di cuenta de la verdad, ve, son personas que han tenido una vida muy diferente a la de nosotros porque escogieron otro camino, pero que sí se puede trabajar, ósea, son como nosotros también, han tenido problemas y empecé a verlos totalmente diferente, esas clases me sirvieron para verlos tan humanos como soy yo”.

En junio, cuando inició el proyecto, no se trataba de capacitar a las mujeres en técnicas de cocina, sino más bien de tener unos espacios de diálogo que acercaran a los algecireños a superar los prejuicios al respecto de la población excombatiente. Los talleres se fueron transformando en tardes de café con pan durante los viernes, y entre chistes, risas y anécdotas descubrieron que la cocina era un espacio en el que las mujeres podían encontrarse.

“Entonces mientras cocinábamos, hablábamos de los derechos de las mujeres, de la autonomía del cuidado, de la no estigmatización, tocamos temas de paz y del proceso de reincorporación comunitaria”, cuenta Natali Quintero.

Así fue como la ARN comenzó a realizar las gestiones de articulación con el SENA, el cual acompañó el proceso formativo de las 30 mujeres; la Organización de los Estados Iberoamericanos donó recursos cercanos a los 75 millones de pesos para la dotación de una cocina industrial completamente equipada y la alcaldía de Algeciras habilitó la vieja cocina de la casa de la cultura para la instalación, salvaguarda y uso adecuado de los nuevos implementos.

Cóctel de bienvenida

A las 3:00 p.m. comienza a desfilar por los corredores de la Hacienda de Satias el cóctel de bienvenida. Es una mezcla de vino artesanal de la región, frutos rojos, granada, granadina y jugo de arándanos con notas cítricas de limón. “Se llama Mimosa Algecireña”, describe una de las anfitrionas quien es seguida por las risas picaronas del auditorio.

Menú de reconciliación: el banquete creado por las mujeres de Algeciras, Huila

Malán también toma el micrófono. Sus dos trenzas, cintas en el pelo, aretes de flores y crucifijos y las uñas rosadas recién pintadas para lo ocasión, denotan la fecha especial para la que se ha preparado. Pasa un poco de saliva antes de leer el discurso que lleva escrito en tres hojas blancas: “Mi nombre es Malán Gutiérrez Cardoso, firmante del acuerdo de paz, pero más que eso soy una mujer campesina, madre cabeza de hogar que sueña con darle un futuro lleno de amor y esperanza a mis hijos y nietos”.

Para Luz Dary, Malán “es una señora de un gran corazón, es una persona con mucha humanidad. Eso me di cuenta, de una humanidad grandísima”, reitera. También añade, “que a mí me dijeran: mire, fulano estuvo en las filas, eso para mí era terrible, era mortal, yo lo veía como un monstruo, le deseaba la muerte”. Para ella, superar los prejuicios no fue sencillo, de hecho, manifiesta que si antes de haber entrado al proyecto de cocina le hubiesen contado que algunas de sus compañeras eran firmantes, “nunca hubiera ingresado”.

Luz Dary, como las integrantes de Asoames, la Asociación de Mujeres Víctimas Empoderadas a la que pertenece, también tuvo que vivir en varios momentos de su vida el impacto del conflicto armado. En el año 2000 llegó a Algeciras luego de perder a su padre y a uno de sus hermanos en Planadas, al sur del departamento del Tolima, de donde la violencia la desterró en busca de mejores oportunidades. En Algeciras llegó a trabajar en las tabacaleras, pero en el 2009 también perdió a su compañero sentimental bajo las mismas circunstancias. Sin embargo, la madre de cinco hijos, entre ellos uno en condición de discapacidad al que llama con cariño “Viticor”, y quien la acompaña a todas las reuniones, ha logrado en la cocina replantearse las ideas que tenía sobre aquellos quienes en algún momento fueron sus victimarios.

“Esta aula cocina que entregamos al municipio de Algeciras también es el alma de los sueños de paz de los firmantes que han perdido la vida en este duro camino”, cierra Malán. Ella se refiere a los 42 excombatientes asesinados durante el 2023 y a los 406 que han perdido la vida en hechos violentos desde la firma del acuerdo de paz en el 2016, una clara evidencia de la estigmatización que siguen afrontando las personas que abandonaron la lucha armada para apostarle a la paz de Colombia.

Después de las palabras de Malán, invitados y anfitrionas levantan las copas y dan inicio al banquete.


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El plato de entrada

En una de las mesas, Víctor, el hijo de Luz Dary ya saborea el plato de entrada. Se llama Causa Algecireña. “Es una tarta de aguacate con tomate. El aguacate aderezado con aceite de Oliva, vino de campo, limón y sal, con casse de tomate, aromatizado con especias de nuestro jardín como los son la yerba buena y la albaca. Tiene chips de arracacha y yuca, huevos de codorniz, rábanos encurtidos, aderezado con vinagreta de cítricos como es la naranja agria, la mandarina y el limón”, describe Vanessa Quintana, una de las cocineras más jóvenes.

Antecede Malán: “Durante meses hemos conformado este grupo de mujeres que sueña con un futuro de paz y dignidad para Algeciras”. Es que fueron varios meses de trabajo, de pensar y repensar en un menú que resultara auténtico, exquisito y que representara al municipio donde han vivido por tantos años, porque a pesar de la violencia que a veces parece no querer irse de este pedacito de cordillera, es en este lugar donde han encontrado las fuerzas para levantarse una y otra vez.

El plato fuerte

“Yo he andado la seca y la meca y en ninguna parte podía asentar territorio” recuerda Luz Dary y agradece: “Algeciras conmigo ha sido muy adoptivo y yo me siento muy feliz porque la gente en Algeciras me ha abierto las puertas”.

Menú de reconciliación: el banquete creado por las mujeres de Algeciras, Huila

A pesar de ser conocida como la despensa agrícola del Huila, Algeciras sigue siendo estigmatizada. Antes de la firma del acuerdo de paz, los habitantes más jóvenes preferían tramitar su cédula en Neiva o en cualquier otro municipio, con tal de que el documento no dijera que provenían de la catalogada como zona roja, pues siempre se corría el riesgo de ser señalado como guerrillero por parte de las autoridades o de cualquiera que hubiera escuchado sobre este pueblo en las noticias.

Esa fama de violencia es la que las mujeres de Sabor y Vida quieren cambiar a través de la cocina. Por esa razón, el plato fuerte lo llamaron “La cosecha de mi tierra”. Está compuesto por una parrillada de vegetales, tomate cherry, espárragos, cebollín y zanahoria; puré rustico de plátano y arracacha, compuesto de mantequilla y crema de leche; la proteína es un rollo de carne parrillada acompañada de salsa de chocolate y café. Todos los ingredientes se producen en el campo algecireño, una ventaja comparativa que mueve el 100% de la economía de la región, la más fértil de todo el departamento.

“El plato que se degustó hoy fue un plato donde se ve la calidad, se ve el trabajo, el esfuerzo de estas chicas que durante mucho tiempo estuvieron practicando con el SENA hasta que por fin hoy en día se graduaron y nos dieron esta degustación” resalta Gilberto Fuentes, uno de los invitados.

El postre

La comida comienza a hacer efecto y a las mujeres no les llueve más que halagos. El ambiente se convierte en una celebración, hay baile, música y sonrisas.

El cierre no puede ser menor a la alegría que han traído los dos primeros platos a los invitados. Entonces llega el último. Es una galleta de tartaleta rellena de crema pastelera de fécula de maíz, frutos silvestres (fresas, kiwi, chulupa, mora, remolacha y durazno) con salsa de maracuyá, y helado de sábila.

“Sabor a reconciliación” es el nombre que le han dado al manjar. La explosión de sabores y de colores hacen estallar en euforia al auditorio y a las treinta mujeres quienes son aplaudidas de pie mientras se toman fotos con el certificado que las reconoce como constructoras de paz a través de la cocina.

“La vida es un gusto, es un sabor y si usted prueba un plato de comida exquisito como lo produce la despensa agrícola del municipio de Algeciras, esto es sabor, esto es vida, esto es gusto, es paz, paz, esto nos produce una paz grande”, finaliza Luz Dary.

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