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Libertad de expresión, motor de todos los derechos humanos

La libertad de expresión es un bien escaso. Sería terrible dejar a los fanáticos marcar sus límites. Salman Rushdie
Día mundial de la libertad de expresión: contexto
Día mundial de la libertad de expresión
Ana María Lara

La libertad de expresión a lo largo de la historia ha cobrado muchas vidas. Sócrates, el primer filósofo griego, maestro de Platón, fue condenado por impiedad y tuvo que morir después de ingerir cicuta.

También en los tiempos modernos muchos escritores fueron condenados a cárcel, y sus libros fueron prohibidos o quemados. La censura de los gobiernos monárquicos, la Inquisición y el Índice de textos prohibidos por la Iglesia Católica, el veto de los jerarcas musulmanes a cualquier mención que se haga con humor sobre Mahoma ha marcado el devenir de esta libertad, oficialmente reconocida hace más de dos siglos.  

La libertad de expresión es un derecho humano fundamental. Hoy está consagrada en el artículo 19 de la Declaración Universal. Para llegar hasta allí debió hacer un largo recorrido: la primera enmienda a la Constitución de Estados Unidos (1787) y la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano en la Revolución francesa (1789) fueron decisivas para que el mundo comprendiera su gran valor. 

Una de las raíces estuvo en Inglaterra, en 1679, cuando el Parlamento había votado el Habeas Corpus para limitar las detenciones arbitrarias proferidas por el rey y en 1689 votó el Bill of Rights, paso importante para el reconocimiento de las libertades individuales. 

También en Inglaterra, a mediados del siglo XIX, se creó en Hyde Park, al oeste de Londres el Speakers´s corner (rincón de los oradores), a raíz de una protesta de la población por la prohibición del comercio los domingos, seguida de protestas obreras. Desde entonces ha sido un lugar de proclamas y debates políticos al aire libre. Allí dieron discursos, entre otros personajes, George Orwell y Carlos Marx.

Esta libertad es el derecho a expresar cualquier opinión, deseo, crítica, burla al otro, en general al poderoso, con unos límites: la difamación, la calumnia, la incitación al odio y a la violencia. De ahí se le daría impulso a la prensa, como arma de combate contra el abuso de poder y el autoritarismo.

Se entiende su importancia cuando gobiernos de toda índole, la vetan o la asfixian para que los ciudadanos tengan una sola versión de los hechos que ocurren en un país. Es el caso de los gobiernos autoritarios, de las dictaduras de derecha y de izquierda. 

Sin embargo, en los países llamados democráticos, la gran prensa es propiedad de los grupos económicos dominantes que, a través de ella, cuidan sus intereses, presentándose como benefactores de la sociedad, construyendo así su hegemonía cultural, hoy basada en el consumismo, el individualismo y la competencia desenfrenada. 

Afortunadamente existe la prensa alternativa que logra develar hechos deshonestos de política, de economía, de ética. Hay periodistas incorruptibles que se ponen en riesgo al desentrañar estos hechos. También hay unos periódicos que se dedican a la sátira feroz, sobre todo a las religiones. Esto le costó la vida a 12 de los periodistas de la revista francesa Charlie Hebdo, en enero de 2015, asesinados en sus oficinas por un comando islamista.

Hoy, con el auge de las redes sociales, asistimos a una distorsión de la libertad de expresión. Sin análisis, sin cotejo de las fuentes, cualquier noticia o falsa noticia, cualquier chisme es adoptado. Se lanzan improperios que se muestran como juicios. Condenas o alabanzas se vuelven opinión publica justiciera.

El arte, la literatura y la música, que son muestra de la libertad de expresión, también están sufriendo los embates de la censura y de la ignorancia. La extraordinaria escultura del David de Miguel Ángel ha sido prohibida en escuelas norteamericanas, algunas obras de Shakespeare también, por inmorales.

El poeta español Federico García Lorca fue fusilado por el franquismo, el escritor ruso Aleksander Solzhenitsyn fue expulsado el país y despojado de su nacionalidad. Y hoy se hacen modificaciones a novelas o películas para que sean políticamente correctas, negando su contexto histórico.

La libertad de expresión siempre está en entredicho, y es una tarea ardua defenderla, esto solamente lo acometen los espíritus libres, creativos, despreocupados de la mirada del otro, aunque su decisión les cueste el ostracismo, y a veces la vida.

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