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Yuleixer Torrado: una voz de cambio para el Catatumbo

Yuleixer Torrado es un campesino del Catatumbo que decidió dejar los cultivos de uso ilícito para empezar a promover actividades para su comunidad.
Yuleixer Torrado: una voz de cambio para el Catatumbo
Foto: archivo Radio Nacional
Anderson Salinas y Anthony Pacheco

A los 12 años comenzó sus primeros pasos en el liderazgo, las actividades cotidianas del campo, el colegio y su familia fueron los escenarios donde desarrolló sus capacidades. La búsqueda de alternativas a las dificultades era la bandera que movía a Yuleixer Torrado. 

Para “Yule”, como se le conoce de cariño entre los tarrenses, las soluciones que presentaba el territorio no tenían que ver con su visión de futuro. Los cultivos de café, cacao y plátano, que aprendió con su núcleo familiar, fueron reemplazados, de pronto, por otra actividad de la que no se siente muy orgulloso. 

“Yo manejaba canoa, conducía carro, vendía víveres, siempre con la mente direccionada a tener una mejor vida y que mi familia la tuviera también, porque las necesidades no esperaban”, relató. 

Con una tierra que pudo adquirir a mediados de la primera década de los 2000 decidió inclinarse por la siembra de cultivos de uso ilícito; argumenta que no fue un camino fácil, pero no tuvo  otra opción por la falta de garantías para el campesinado colombiano.  

“La falta de inversión social, la poca presencia del Estado, no tenemos cómo ir y vender nuestros productos a los cascos urbanos, tampoco contamos con la posibilidad de fortalecer nuestros cultivos, no hay vías para transportarnos, y la única solución que encontramos es la hoja de coca, que es la economía que se mueve en la región, aún hoy”, dijo. 

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Por los años noventa, el conflicto social golpeaba las puertas de Torrado; actores armados ilegales se disputaron el territorio y su familia sufría los rigores de la guerra. Dos veces en su vida, con la resiliencia que lo caracteriza, debió salir de sus tierras en busca de un resguardo que preservará su vida. 

“Sobreviví a las masacres; una en La Gabarra, Tibú (1999), y otra en Río Chiquito (2001). Miles de campesinos resultamos desplazados, y esas fueron las situaciones que me llevaron a fortalecer mi idea de querer tener una mejor región” expuso Yuleixer, con la sabiduría y el perdón que logró con el transcurrir de los años.

Explica que esta situación no pasó sin dejar huellas. “Era momento de parar por mí, por mi familia y por la esperanza de tener un mejor país”. 

En 2016, con la implementación del Acuerdo, cansado de los señalamientos, adquirió unas tierras y decidió emprender nuevamente la legalidad. El progreso de las comunidades lo motivó para apostarle al camino que lo lleva a sentirse feliz y pleno en su desarrollo. 

“Dije esto no es lo mío, no es fácil porque del comercio ilícito lo vivimos todos, no solo los campesinos, el comercio se mueve en función de eso, somos pocos los que podemos cambiar nuestro camino, además de la presión en territorio la falta de garantías es clara”, añadió. 

Una esperanza que esperan muchos 

Esta es una ventana que se abre de par en par, y deja entrever la tempestad social que espera por una luz. Son miles los campesinos que esperan que el clima mejore y las condiciones sociales y económicas puedan consolidarse.

El Acuerdo de Paz (2016) direccionó el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), una ruta necesaria para Norte de Santander, donde se registraron 40 mil hectáreas con cultivos de uso ilícito, según cifras de la Agencia de Renovación del Territorio (ART).

Radio Nacional de Colombia conversó con Hernando Londoño, director de cultivos de uso ilícito de la ART en Norte de Santander, al respecto; quién afirmó que en el Catatumbo se priorizaron 2 municipios para adelantar la implementación, en Tibú se acogieron 2684 familias y en Sardinata 302 familias.

“El 57 % cuenta con asistencia técnica para fortalecer otros cultivos, el 57 % adelanta proyectos productivos de huertas caseras y el 80% ya tiene los pagos completos de hasta $36 millones”, manifestó. 

Por otro lado, José Manuel Alba, coordinador del Consultorio Socio Ambiental y Agropecuario del Nororiente Colombiano, agregó que, sumado a todas las problemáticas del campo, la persecución a este sector es inminente.

“La pregunta es ¿el problema es el campesinado?, si el 98% de las ganancias de la coca se quedan fuera del campesino, debemos hacer un proceso de sustitución integral, no puede seguir cayendo la guerra en las espaldas de los campesinos”, señaló. 

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En este caso, fue la decisión que tomó Yuleixer: parar con la producción de la mata de coca para construir los caminos de la paz en el Catatumbo.

Vías, puentes carreteables, salones comunales, son las proyecciones que quiere llevar a cabo para mejorar las condiciones de vida de los habitantes. Salidas que se construyen a diario con la participación de las comunidades con la meta de decir, “si hay vías podemos sacar nuestros productos”. 

“Trabajamos de forma conjunta con las comunidades, nos reunimos, miramos nuestras necesidades y comenzamos a trabajar con la misma gente. Y no solo en mi municipio, en Teorama, el 11 de diciembre entregamos un puente en la zona rural”, explicó. 

Para él, padre de cuatro hijos, y para cientos de familias en El Tarra la vida dió un giro de 180 grados en los últimos años. Gracias a su cambio, hoy lidera en el barrio Primero de Enero, la empresa Multi Servicios El Motilón; y, así mismo, se convirtió en el padre del municipio corazón de la región, donde los sueños se persiguen a toda marcha. 

“Yo sueño con una tierra con cero coca, que lleguen los cultivos de papa, yuca, pero con garantías de comercio de producción, de respaldo para el campesinado, de seguridad”, comentó “Yule”.  

El Catatumbo es una muestra de que las víctimas del conflicto armado están comprometidas con la paz. La región la pide a gritos en medio de las diferencias. 

La tierra fronteriza le dice al mundo que la paz se construye, pero no con guerra, sino con oportunidades de transformar las complejidades que entrega la guerra. 

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