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Cuatro tragedias de Shakespeare

Las tragedias fueron creadas por este autor inglés desde el inicio de su carrera.

Por: Eduardo Otálora Marulanda

Sobre la vida de William Shakespeare es poco lo que se sabe. Su figura se mantiene en una misteriosa penumbra que, para algunos, lo hace un autor todavía más interesante. Se sospecha que nació el 23 de abril de 1564 y que falleció el 23 de abril de 1616, justo el día que cumplió 52 años. Todo un misterio, pero que ayuda a construir su imagen. Lo que sí se sabe es que lo bautizaron el 26 de abril de 1564, en la iglesia de la Santísima Trinidad en Stratford-upon-Avon, lugar donde nació y murió.

En 1592 Shakespeare estaba en Londres, trabajando como dramaturgo, y ya contaba con cierto reconocimiento. Cuando él empezó en el teatro, este experimentaba algunos cambios. En sus orígenes el teatro en Inglaterra era un espectáculo popular, pero con el tiempo se transformó en una actividad que, patrocinada por nobles, se presentaba en las salas de la corte.

Las obras de Shakespeare se dividen en dos grandes grupos: las tragedias y las comedias. Las tragedias las creó desde el inicio de su carrera. Una de las principales características de estas era que el protagonista generaba admiración, pero también era imperfecto y siempre guiado por el concepto de ‘libre albedrío’. Este protagonista, que empieza las obras en la cima de su vida, cae en desgracia y termina muerto, como la mayoría de los personajes.

En las comedias se encuentra un lenguaje divertido, lleno de juegos de palabras. Lo que también se ve en la dramaturgia, en las que los malentendidos llevan de una aventura a otra a los personajes, poniéndolos en situaciones inesperadas donde sus reacciones y comportamientos terminan llevando al espectador a la risa. Los finales de las comedias suelen ser festivos, porque las cosas se han aclarado y todos recuerdan lo acontecido con la alegría que dejan las buenas anécdotas. Sin embargo, los personajes se han transformado, mostrando a los espectadores que cada acción en nuestra vida deja cicatrices, aunque las heridas no nos hayan dolido.

Entre las tragedias más importantes de Shakespeare están:

Tito Andrónico:

Fue representada por primera vez en el teatro londinense de La Rosa, en enero de 1594. Está ambientada en los últimos años del Imperio Romano y narra la historia de Tito Andrónico (un personaje ficticio), que era general del ejército romano, y de Tamora, reina de los godos. Él regresa victorioso a Roma tras una larga guerra contra los godos del norte, en la cual ha perdido a casi todos sus hijos.

Para celebrar la ceremonia en honor a la victoria, hace un sacrificio humano de un enemigo prisionero, para ello elige a Alarbo, hijo mayor de Tamora, reina de los godos del pueblo, y que posteriormente se convierte en la nueva emperatriz de Roma elegida por Saturnino, el sucesor del emperador recién fallecido. Aprovechándose de su nueva situación, Tamora engaña a Saturnino para infligir toda serie de miserias a Tito. Le arrebatan dos hijos, hace que sus hijos violen a una hija y le corten sus manos y lengua para que no pueda decir quién la violó y le fuerzan a cortarse la mano.

Al final, Tito mata a su hija para evitarle la deshonra de seguir viviendo sin manos ni lengua y asesina a Tamora. En la pelea que se sucede mueren Tito y el emperador. Lucio es coronado emperador y condena a morir de hambre al esclavo moro de Tamora, a quien se considera incitador de todas las maldades cometidas por su ama.

Esta es, sin duda, la obra más sangrienta y violenta de Shakespeare.

Romeo y Julieta:

Esta es quizás la tragedia más conocida de Shakespeare por el gran número de adaptaciones que se han realizado. Además, porque representa un paradigma de las historias de amor trágicas, esas en que los amantes hacen todo lo posible para estar juntos, pero al final no lo consiguen. En ‘Romeo y Julieta’ se cuenta la historia de dos jóvenes que se enamoran, pese a que pertenecen a familias rivales.

Ellos deciden casarse a escondidas y planean todo para poder vivir juntos. Sin embargo, el destino (elemento muy importante en la obra de Shakespeare) hace que se den una serie de malentendidos y Julieta, creyendo que Romeo ha muerto, decide suicidarse. Y él, al descubrirla muerta, también se suicida. Así, en esta obra una vez más la muerte es el destino de los protagonistas, mostrando que en la tragedia Shakesperiana los humanos solo somos unas veletas arrastradas por los vientos de las parcas y no hay nada que podamos hacer para que eso cambie.

La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca:

Esta es una obra memorable por los complejos personajes que se construyen. Así mismo, por la importancia que tienen los conceptos de traición y honor. En ella se cuentan los acontecimientos que ocurren luego de la muerte del rey Hamlet (padre del príncipe Hamlet, el protagonista de la obra). Resulta que el rey Hamlet fue asesinado por su hermano, Claudio, y, convertido en fantasma, le pide a su hijo que lo vengue.

El príncipe Hamlet, dolido por la traición, acepta la misión encomendada por su padre y eso desencadena una serie de acciones donde se devela que tras el asesinato hubo una red de engaños, manipulaciones y odios. Eso enardece la ira de Hamlet y lo lleva a una especie de enajenamiento. Y así, loco de ira, trama más engaños para consumar su venganza. Al final, todos mueren, dejando en los espectadores con un dolor profundo por el océano de sangre que se derramó.

La tragedia de Macbeth:

Esta obra cuenta una historia llena de crímenes, murmuraciones y castigos; esto cruzado por la presencia de la brujería y demás elementos sobrenaturales. Las aventuras empiezan cuando Macbeth, siguiendo la profecía de tres brujas, decide matar a su rey y tomar para sí la corona. Con esta traición él forja su terrible destino, pues se deja llevar por el ansia de poder, a tal punto que se convence de que es invencible. Pero ese es su talón de Aquiles, porque, a su vez, él será víctima de tretas y engaños que lo harán perder todo lo que creía seguro.

Al final Macbeth termina muerto, víctima de la venganza del príncipe Malcom, legítimo heredero del trono. Y parece que el orden se ha restaurado, pero la obra deja la sensación de que muchas vidas se pudieron salvar si un solo hombre, Macbeth, hubiera hecho oídos sordos a las tentadoras voces de la ambición. En ese sentido, la obra es un espejo donde las sociedades se reflejan, una imagen de cómo los destinos, las muertes y los sufrimientos de muchos dependen de las ambiciones de unos pocos.

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