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Gerardo Meneses: de las historias de guerra a los recuerdos de niñez

Después de un largo periodo escribiendo historias de niños en la guerra, el escritor huilense lanza un nuevo libro abordando las vivencias de su niñez.
Gerardo Meneses, escritor huilense
Foto: editorial Norma.
Germán Hernández

Gerardo Meneses descubrió que “los libros infantiles no son sólo algodón de azúcar”. Su obra e importante legado en la literatura infantil inició con ‘Danilo danilero, cabeza de velero”, una historia de aventuras cargada de imaginación y fantasía que nació de la necesidad de mantener activos a sus alumnos, a los pequeños de una escuela rural de su natal Pitalito (Huila), donde no había libros, ni internet, solo la creatividad del docente.

“Yo empecé en la literatura infantil para suplir una necesidad. Venía de Bogotá donde había estudiado literatura y llego a Pitalito a remplazar a un docente que iba a estar dos meses en licencia. El trabajo era como maestro de niños en una escuela rural donde no había libros, entonces yo lo que hago es inventarme unos cuentos para ambientar la clase y lo hago con un niño que se llamada Danilo, quien había descubierto un muro en la parte que separaba el patio del solar de su casa, que es realmente ese muro que existe en ‘Casa Grande’ -la casa paterna de Gerardo-“, relata.

El autor comenta que escribió este cuento, lo fotocopió y se lo lleva a los niños, quienes quedaron fascinados con la historia y empiezan a preguntar qué sigue. Así fue como se dispuso a continuarla y la extiende unos días más. “Al final, cuando terminaron los dos meses de la licencia, sin darme cuenta había escrito un libro para niños, para ellos”, recuerda Meneses.

De la misma forma, como terminó escribiendo una novela para niños, llegó a sus manos la convocatoria a un premio de literatura infantil.

“Curiosamente, casi un año después, veo en la prensa los premios Foncultura y había una modalidad de literatura infantil y todo lo que pedían en las bases yo lo tenía, entonces envié los borradores para ver qué podía pasar y la sorpresa llegó tres meses después cuando me llaman para decirme que me había ganado el premio Foncultura en literatura infantil. Con ‘Danilo danilero, cabeza de velero’, comenzó esta carrera en la literatura infantil”, cuenta el escritor con la emoción que siempre transmite cuando se le pregunta por su primera obra.

La siguiente novela fue ‘Carmela tiene la rara virtud de leer los sueños’, tesis de grado de la especialización, que también resultó finalista en otro importante concurso de literatura, esta vez internacional; luego nació ‘Tato tiene novia’, más adelante ‘Un amigo para Alejandro’, para seguir con ‘Carmen dijo que sí’, obras que en su mayoría tienen los nombres de los protagonistas reales (sus alumnos), y que han sido publicadas y distribuidas en casi toda Latinoamérica.

Un viaje que le cambió la vida

Gerardo Meneses tenía claro que lo suyo era la literatura infantil y eso estaba completamente demostrado y confirmado con el éxito de su obra entre los niños y en los múltiples galardones nacionales e internacionales que había recibido, sin embargo, un día cambió su inspiración. Gerardo aceptó la invitación a dictar unas charlas en Mocoa (Putumayo), y fue allí donde conoció que había otra Colombia, una que él poco conocía y que era muy distinta a la que plasmaba en sus escritos.

“Al llegar a Mocoa, al bajarme de la camioneta, la primera imagen que veo fue a una pareja muy joven con un niño, estaban parados en el andén, ellos con cara de tristeza y desolación y el niño jugando con un perro de color blanco que tenía abrazado. A mí la escena me impresiona mucho, primero por ser tan jóvenes y segundo por el niño. Ellos tenían un costal en el que habían metido ropa y cosas de cocina, ollas, realmente lo que alcanzaron a sacar”, narra Gerardo con tristeza.

Dice que lo dejaron en el hotel para que descansara un poco antes de la charla, pero que él prefirió salir a buscar a esa familia. Efectivamente los encontró, les pidió que lo acompañaran a desayunar y mientras lo hacían conoció la versión de desplazamiento que le arrugó el alma.

“En esa media horita entendí la tragedia que estaban viviendo ellos y miles de colombianos, entendí el dolor de una familia que ha sido desplazada de su tierra, pero el relato más fuerte fue el del niño, tan fuerte que para escucharlo me tocaba girar el rostro para que no se notarán mis lágrimas. Escuchar al niño hablar de su maestra, de sus compañeritos, acordarse del gato que había dejado en la finca, del potro, y narrar que solamente había podido agarrar el perro, fue algo muy doloroso”, señala.

Al finalizar la jornada académica, salió nuevamente a buscarlos, pero ya no estaban, nadie le dio razón. Fueron varias horas de viaje de regreso a Pitalito, un espacio de reflexión que lo llevó a pensar en la necesidad de visibilizar esa otra Colombia, el sufrimiento de esos niños que, por razones totalmente ajenas a sus vidas, tenían que abandonar la tranquilidad de sus territorios, de sus fincas, para engrosar los cinturones de miseria de las ciudades capitales.

“Recordé que los libros que yo había escrito eran, como yo lo llamo ahora. de alguna manera, el algodón de azúcar, donde todo está bien, donde todo era bonito, todo era dulce en los relatos. Y entonces me pregunto: ¿por qué no mirar hacia ese lado?, ¿por qué no he visto a los niños que están en zonas de conflicto, si vivo en un país que está en guerra, en un país que está en conflicto? Desde la siguiente semana empecé, cada 15 días, cada que podía, a recorrer el país, empezando por el Caquetá”, explica.

Fue una tarea compleja en la que tenía como pretexto la entrega de libros en las escuelas más apartadas el país -libros que sus editores le donaban- en algunos casos pidiendo permiso a la guerrilla y a los paramilitares para poder entrar a los territorios. Recorrió Caquetá, Cauca, Putumayo y el sur del Huila, hasta lograr las historias que terminaron plasmadas en la trilogía de la guerra: ‘La luna en los almendros’, ‘El rojo era el color de mamá’ y ‘Bajo la luna de mayo’.

‘El último viaje de Bashir’, su más reciente creación

Fue casi una década cargada de historias que le generaron lágrimas y muchas reflexiones, escritos con los que logró visibilizar una problemática que, aunque no se ha extinguido, sí disminuyó con el proceso de paz, entonces decidió parar los escritos de guerra para regresar a las historias de los niños y los adolescentes, en este caso contando una experiencia propia.

“‘El último viaje de Bashir’ es una novela diferente que quiero mucho, tal vez porque necesitaba escribir sobre una temática distinta a la guerra”, anota Gerardo.

Es una obra donde el protagonista es Isaac, un muchacho de unos 13 años que al conocer a un mago y el circo que llegó a su pueblo, se impresiona tanto que quiere ser mago y quiere irse con el circo.

‘El último viaje de Bashir’ es una novela muy cercana a la tierra que vio nacer al autor, a su adorado Pitalito, y a esa magia que tiene el circo, una novela que está basada, en gran medida, en los recuerdos de la infancia de Gerardo Meneses.

‘El último viaje de Bashir’

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