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Mauricio Lleras: marinero entre libros

Lleras, librero y fundador de Prólogo Libros, murió el pasado 26 de diciembre.
Mauricio Lleras, fundador de la librería Prólogo
Foto: Libros y Letras – Periodismo sin afán
Eduardo Otálora

Una librería puede ser un lugar muy aterrador. Está llena de repisas que van de pared a pared y de piso a techo, donde los infinitos lomos de los libros se siguen unos a otros como hormigas.

También hay pasillos angostos entre las estanterías, que muchas veces están investidas con nombres que no le dicen nada al desprevenido: literatura, filosofía, historia, no ficción, humanidades, infantil y un infinito etc.

Muchas veces faltan las ventanas, porque están tapadas con torres de libros o porque, sencillamente, no importan. Resulta que en una librería las palabras oxigenan más que el aire.

En medio de esa asfixia aparece (para alegría de los claustrofóbicos, agorafóbicos o, simplemente, amargados) la figura salvadora de un librero. Un hombre menudo, de manos firmes, bigote bien cortado, mirada cordial y sonrisa sincera.

El librero no dice “buenas… ¿en qué puedo servirle?”, ni “¿qué se le ofrece, joven?”. A duras penas saluda con un movimiento suave de cabeza y con su mirada atenta deja en claro que está ahí para tender la mano cuando haga falta. ¡Y vaya si hace falta!

En medio de esa angustiante situación en que se puede convertir la acción de ir a una librería, un librero es a la vez salvavidas, médico, sacerdote, amigo y demonio tentador.

O, bueno, así recuerdo a Mauricio Lleras, el fundador de la librería Prólogo, en Bogotá, un hombre que confiaba en que cada libro podría encontrar a su lector. Por eso, cuentan quienes fueron sus personas más cercanas, él no le tenía miedo a recibir cien ejemplares de un libro que le hubiera gustado. Estaba seguro de que lo vendería a punta de recomendaciones honestas. Y no era mentira. Agotaba libros por los que nadie daba un peso.

Prólogo empezó en 2006 como una aventura de Mauricio Lleras y Felipe Rodrigo Matamoros. Querían crear un lugar donde pudieran vender los libros que a ellos les gustaban, aunque no fueran necesariamente los más populares. Les interesaba, sobre todo, la narrativa. Y en ella se enfocaron.

Por eso, cada vez que un lector entra a Prólogo un tanto perdido, puede tener la seguridad de que saldrá con una buena novela en la mano. Y quizás también con el gustó en la boca de haberse tomado un delicioso café. Porque eso también fue desde el principio un objetivo de la librería: recuperar el matrimonio entre el café y los libros.

A punta de café y libros Mauricio Lleras creó algo más que una librería. Convirtió ese lugar asfixiante en un remanso donde pueden encontrar consuelo los inquietos espíritus de los lectores. Le dio a su librería el estatus que también tienen las iglesias y los cementerios: un lugar sagrado donde se va al recogimiento.

Y esta manera de ver una librería ya no tiene vuelta atrás, aunque Mauricio Lleras haya muerto el pasado lunes 26 de diciembre. Él se va, pero quedan sus palabras flotando en el aire y en la memoria, sus recomendaciones como ecos retumbando en la cabeza, su mirada aguda y, a la vez, generosa revisando renglones para decidir si un libro se ganaría un lugar en sus estanterías.

Ahí nos queda él, entre los libros

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