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El encanto de Juradó en el departamento de Chocó

Al conversar sobre diversidad y multiculturalidad, se debe hablar a Juradó, un municipio donde la selva y el mar se mezclan en uno solo.
Juradó, Chocó: multiculturalidad, diversidad y turismo
Foto: Charlie Palmar | Mi Isla Cultural
Karla Giraldo

Esta aventura comenzó en la ciudad de Medellín, Antioquia, cuando a bordo de la avioneta HK-5245, volamos directamente a ese municipio del Chocó, un recorrido que tardó aproximadamente una hora.

Al aterrizar, y luego de un chequeo, indicaciones y recomendaciones, algunas sobre el estado de la marea, un vehículo de tres ruedas conocido como “Motocarro” nos llevó hasta un lugar denominado por los habitantes de la zona como “El Berrugate” donde una lancha nos esperaba para continuar el recorrido que nos llevaría a Punta Ardita, corregimiento de Juradó.  

El ambiente ya era de costa, playa, brisa, mar, palmeras, pescado y agua de coco, como era de esperar; pero al tiempo, de selva, aves, ríos y montañas, donde las comunidades indígenas y afro se mezclan en una experiencia intercultural; en fin, una riqueza pluriétnica y multicultural, que nos entregan un abanico de aventuras llenas de tradiciones e identidad.

El trayecto desde el sito de embarque hasta Punta Ardita duró unos 15 minutos. Al llegar, se siente un ambiente de paz y tranquilidad. Se puede caminar descalzo por el tupido y suave césped que se encuentra esparcido en su calle principal, y que se pierde al encontrarse con la extensa playa que se vislumbra al fondo del caserío.

Ese era un lunes de movimiento. Se podían observar algunas personas en sus cotidianidades típicas de la zona como pescadores y lancheros, entre otros; pero también, a un grupo de extranjeros que habían llegado al lugar a realizar pesca deportiva, una de las virtudes de la región para promover el turismo.

Punta Ardita
Juradó, Chocó: multiculturalidad, diversidad y turismo

Este es un corregimiento que se encuentra situado en el extremo noroeste del país, cerca de la frontera con Panamá. Su ubicación es un lugar de referencia que establece el límite con el vecino país; una línea que parte desde esa punta y finaliza en Cocalito, en Panamá. Según sus habitantes, es la verdadera frontera por la parte norte pacífica. 


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Durante el recorrido por Juradó, conocimos a don Vicente González, un adulto mayor, quien, en medio de una tertulia, nos relató de manera detallada, como desde hace varios años se ha dedicado al comercio y al turismo; un trabajo, que, según él, heredo de su padre. 

“Joaquín González y Juana María, fueron dos seres bien sincronizados que supieron trabajar y supieron criar una familia bien criada, nos dieron buena educación, una buena rectitud, seriedad y manejo de las cosas. Sus hijos que fuimos siete hombres y tres mujeres de matrimonio, todos salimos trabajadores, mirando siempre a futuro”, expresó.  

Don Vicente es tecnólogo en agricultura, sin embargo, asegura, que eso no es lo suyo, pues desde muy joven se trasladó a Bahía Solado, donde se dedicó al comercio con el pueblo vecino de Jaqué en la Frontera, como dice él “llevando y trayendo, de aquí para allá y de allá para acá”.

“Hacia los años 70 comienzo a ver los primeros turistas que llegan a Bahía Solano, vi la cuestión como se pescaba y comencé a estar muy pendiente cuando llegaban en avión. En ese tiempo nadie tenía embarcaciones en Bahía Solano para sacar los turistas a pescar, ellos conseguían los motores y las canoas pequeñas de madera para hacer el deporte”, narró don Vicente. 

Luego de una faena como marinero ocho días en las playas, don Vicente aseguró que escaló a manejar los motores, “vi que más turistas llegaban a la región, entonces me dije, yo no puedo seguir manejando más motor, yo lo que tengo que hacer es brindar mis servicios con una plancha y un motor”. 

A la historia de don Vicente hay que ponerle puntos suspensivos, como diría él “para no alargar el cuento”. En términos generales, fue una charla enriquecedora que nos permitió conocer un poco sobre las dinámicas de la región. 

Durante nuestro recorrido también conocimos a Cesar Arrunategui, quien nos contó que la mayoría de los habitantes de Punta Ardita se dedican, además de la pesca, a trabajos relacionados con la construcción y oficios varios; labores que se han incrementado con la promoción turística de la zona. 

“El que hace buena pesca va a Juradó y vende, ellos tienen contrato con las pesqueras y van y entregan la producción”, dice César, quien además agrega que la pesca, la agricultura, y la explotación maderera, son las principales actividades que generan el circulante económico de la región.

Punta Ardita está habitado actualmente por 32 familias. Según César, “la población acá varía mucho, porque unas veces hay menos y otras veces hay más, por la cuestión de los estudiantes que llegan de vacaciones y algunos familiares que a fin de año se vienen para acá”, explica. 

Sentados afuera de su casa, donde emprende a través de un negocio tipo tienda, don César nos contó que tiene 72 años, los mismos que lleva viviendo en Punta Ardita. Dice que esa es una de las playas más pobladas de la región y su belleza ha permitido promover actividades de turismo. 

Expresiones artísticas, cultura e identidad de Juradó 
Juradó, Chocó: multiculturalidad, diversidad y turismo Este es un corregimiento que se encuentra situado en el extremo noroeste del país, cerca de la frontera con Panamá. Su ubicación es un lugar de referencia que establece el límite con el vecino país; una línea que parte desde esa punta y finaliza en Cocalito, en Panamá. Según sus habitantes, es la verdadera frontera por la parte norte pacífica.  Durante el recorrido por Juradó, conocimos a don Vicente González, un adulto mayor, quien, en medio de una tertulia, nos relató de manera detallada, como desde hace varios años se ha dedicado al comercio y al turismo; un trabajo, que, según él, heredo de su padre.  “Joaquín Gonzáles y Juana María, fueron dos seres bien sincronizados que supieron trabajar y supieron criar una familia bien criada, nos dieron buena educación, una buena rectitud, seriedad y manejo de las cosas. Sus hijos que fuimos siete hombres y tres mujeres de matrimonio, todos salimos trabajadores, mirando siempre a futuro”, expresó.   Don Vicente es tecnólogo en agricultura, sin embargo, asegura, que eso no es lo suyo, pues desde muy joven se trasladó a Bahía Solado, donde se dedicó al comercio con el pueblo vecino de Jaqué en la Frontera, como dice él “llevando y trayendo, de aquí para allá y de allá para acá”. “Hacia los años 70 comienzo a ver los primeros turistas que llegan a Bahía Solano, vi la cuestión como se pescaba y comencé a estar muy pendiente cuando llegaban en avión. En ese tiempo nadie tenía embarcaciones en Bahía Solano para sacar los turistas a pescar, ellos conseguían los motores y las canoas pequeñas de madera para hacer el deporte”, narró don Vicente.  Luego de una faena como marinero ocho días en las playas, don Vicente aseguró que escaló a manejar los motores, “vi que más turistas llegaban a la región, entonces me dije, yo no puedo seguir manejando más motor, yo lo que tengo que hacer es brindar mis servicios con una plancha y un motor”.  A la historia de don Vicente hay que ponerle puntos suspensivos, como diría él “para no alar

Desde el corregimiento de Punta Ardita nos trasladamos vía marítima hacia la cabecera municipal de Juradó. El ambiente era de fiesta, color y alegría, pues nos recibió el grupo “Tambores de Juradó”, quienes, a través del baile típico denominado el Tamborito y sus canciones, cuentan las historias de la región.

“Como se fueron nuestros ancestros, ya nosotros quedamos para continuar el legado. Este baile viene hace mucho rato desde África que lo trajeron algunos que se vinieron huyendo de la esclavitud y se quedaron en lugares de difícil acceso” explicó Pedro Caicedo, director del grupo. 


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La representación de su baile típico se dio en medio tambores, palmas y coloridos vestuarios que amenizaron esa tarde en playa, “tenemos unas playas en excelentes condiciones y unos paisajes que motivan a visitar. Nosotros hoy nos encontramos en una isla, a mano derecha tenemos el río y a mano izquierda el mar pacífico”, describió Winer Vargas, secretario de gobierno de Juradó. 

El funcionario agregó que, “todo este tema turístico puede ser una gran oportunidad para que nuestros habitantes tengan una posibilidad laboral. El turismo beneficia al transporte, al pescador, quien tiene un hotel, es una industria cultural”, detalló el secretario de gobierno. 

Juradó cuenta con catorce comunidades indígenas, donde las mujeres se han tomado el liderazgo; un factor común que según sus lideresas se viene fortaleciendo a través del empoderamiento femenino; ellas vienen asumiendo diferentes retos para preservar su cultura por medio diferentes destrezas, entre estas las artesanías. 

“Nosotras acá hacemos las artesanías, pero no sabemos hacia donde comercializarlas para sostener nuestras familias. Nosotros queremos que nos ayuden y que también nos beneficien en la parte turística”, narró Luz Mari Chiripua Membache, una lideresa indígena quien labora en la oficina de la mujer de ese municipio

“Hay cuatro actividades que elaboran las mujeres indígenas, pero también los hombres; aquí se hace mucho la artesanía en chaquira, se hace la talla en madera, también se hace el werregue, que son piezas artesanales elaboradas en una palma de tronco espinoso y del cual se hacen demostraciones culturales”, relató Liviana Chagito Chiripua, líder de las comunidades indígenas de Juradó. 

Potenciar este sitio es el reto, “entonces estamos tratado de que la gente conozca donde está ubicado Juradó, por el lugar estratégico que tenemos en Colombia”, manifestó Jorge Mong Gutiérrez, secretario de cultura y turismo de ese municipio. 

A la diversidad de fauna, flora, riqueza natural, senderos ecológicos y avistamiento de aves de Juradó, se suma la variada gastronomía, “no puede faltar el coco como ingrediente principal para acompañar diferentes platos, además, de todo tipo de mariscos”, agregó el secretario de cultura y turismo. 

El municipio de Juradó en el departamento del Chocó, es conocido como “La bella isla del encanto”. Su ubicación en medio del río Juradó y Partadó, además del Océano Pacífico, lo convierten en un sitio con características insulares, un destino diferente para disfrutar. 

Hoy puedo confirmar que Juradó goza de una belleza exuberante. Que tres días fueron poco para narrar sus historias y recorrer el territorio diverso, pliriétnico y multicultural; que además de los atractivos que se encuentran en el casco urbano y Punta Ardita, también se puede disfrutar de Punta Piña, Punta Cruces y Cabo Marzo, paraísos naturales donde la biodiversidad también se expone en todo su esplendor.  

La apuesta para potenciar a Juradó como destino turístico, se viene dando con el apoyo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, Fontur y la alcaldía de ese municipio, a través de la campaña “Colombia, el País de la Belleza”.

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