José Manuel Vergara, biógrafo del primer Rey Vallenato de la historia, se refiere a su arte de esta manera: “Alejo Durán se diferenciaba cada vez más de sus compañeros de oficio. No se limitaba a relatar las cosas que acontecían en los pueblos, como lo hacían los demás acordeonistas, sino que las fustigaba con su criterio personal, ya de manera directa como en ‘Evangelina’, ya indirectamente como en ‘Hombre de malas’, ‘El parrandero’, ‘La lengua’ o, finalmente, con sutileza e ironía como en ‘La perra’ o ‘La fortuna’. Había pasado de lo meramente anecdótico al mensaje contundente en el campo social”. De hecho, la crítica social, junto con una mirada filosófica de la vida y su percepción acerca del amor y las mujeres fueron los tres temas que interesaron a Durán como compositor.
Fue parte del legado de aquel juglar, compositor y acordeonero que hoy sigue siendo, para muchos, el más grande intérprete del folclor vallenato de todos los tiempos sin excepción alguna.
Gilberto Alejandro Durán Díaz había nacido el 8 de febrero de 1919 en El Paso, Cesar, y murió 70 años después, en Montería, el 15 de noviembre de 1989. Muy joven, al igual que su padre, empezó a desempeñarse en diferentes oficios en fincas ganaderas de la región. Y también al igual que su padre, quien tocaba con soltura el acordeón, la flauta de millo y la caja, se interesó desde temprano por la música. Sus hermanos Luis Felipe y Nafer (quien lo sobrevive), pero sobre todo su tío Octavio Mendoza y su amigo Víctor Julio Silva, fueron cuatro influencias más en la ejecución del acordeón, instrumento con el cual logró una afinidad absoluta gracias a su tenaz empeño en determinar un estilo propio.
Este estilo se caracterizó por un énfasis mayor en los bajos que en los pitos, acompañando a su voz profunda y desprovista de sentimentalismo. Además, sus temas siempre estaban marcados por muletillas como "¡Oa!", "¡Hombe!", "¡Apa!", "¡Sabroso!" y "¡Ay!". Así lo reflejó en composiciones propias como “La perra”, “Fidelina”, “Altos del Rosario”, “039”, “La cachucha bacana”, “Sielva María”, “Joselina Daza”, “Pedazo de acordeón”, “Bren”, “La recorrida” y “Evangelina”. También inmortalizó versiones de temas como “Alicia adorada” de Juancho Polo Valencia y “El verano” de Leandro Díaz.
Tras irse a residir a Barranquilla, Alejo Durán trabó amistad con colegas como Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa y José María Peñaranda. Fue el inicio además de su carrera discográfica, grabando en sellos como Eva y Popular, para luego pasar a Fuentes, Curro, Tropical y Machuca, y de ahí a disqueras del alcance de Sonolux, Philips y CBS. En total dejó grabados más de 120 discos de larga duración.
Pero más allá de eso, Alejo Durán fue el primer Rey del Festival de la Leyenda Vallenata, en una decisión casi que unánime: a pesar de no ser un artista con el reconocimiento de sus colegas, ya para 1968 había logrado dominar un estilo propio en todos los aires, y adicionalmente su más fuerte contendor en esa jornada, Emiliano Zuleta Baquero, fue descalificado al no atender los llamados del jurado a presentarse en la tarima de la casona de Hernando Molina, donde se realizaba el concurso. Años después, en 1987, mientras concursaba en busca del primer trofeo al Rey de Reyes, él mismo reconoció haberse equivocado en un segmento de los bajos de la puya, bajando del escenario y dejándole el camino libre a otro justo contendor, Colacho Mendoza.
Pocos artistas despertaron el respeto que infundió Alejo Durán. Según José Manuel Vergara, su biógrafo, “Durán cierra el ciclo de los acordeonistas maestros. Después de él surgen numerosos conjuntos, buenos ejecutores, pero niegan la autenticidad del verdadero aire vallenato, restándole importancia a la trayectoria del acordeón”.
El 15 de noviembre conmemoramos 35 años de la desaparición física de Alejo Durán, el primer Rey Vallenato. Por eso es nuestro Artista de la Semana.