Un puñado de recuerdos de 'Teto' Ocampo
De nuestros ídolos nos gusta descubrir cierto aspecto profético. Las imágenes de Jaime Garzón cantando 'Quiero morirme de manera singular' se hicieron famosas, realmente, después de su deceso.
Al parecer nos gusta esa ironía subyacente. Del mismo modo, desde que falleció el gran guitarrista 'Teto' Ocampo he recibido cien links de su presentación en el programa La Tele, al lado de Carlos Iván Medina, interpretando 'Quién se acordará de mí cuando me muera'…
Es parte de una tradición de canciones de anticipación mortuoria cuya cima, quizá, sea la escalofriante 'Si la muerte pisa mi huerto', de Joan Manuel Serrat. Pero, en fin, la otra parte de su encanto radica en que esa canción no aparece en ningún disco.
Teto fue siempre un poco descuidado (o digamos, bastante informal) en ese aspecto del registro. Creaba a gran velocidad y no tenía un especial interés en publicar todas sus creaciones. De su último proyecto, llamado Hombre de Barro, quedan algunos videos dispersos, pero nunca hubo disco en las plataformas usuales. Por no hablar de lo difícil que es conseguir una copia del único álbum que grabó como solista: 'Teto', en 2005.
Y, sin embargo, hay otro aspecto de él que está siempre presente: las guitarras de 'La tierra del olvido', de Carlos Vives, o de 'Continental', de Sidestepper, llevan su sello creativo. Son esas incursiones en la música comercial que, de haberse inscrito en Acinpro como le insistieron tantas veces, le habrían asegurado cierta fortuna.
Pero no le interesaba la fortuna. Le interesaba la música en un sentido más puro y simple, difícil de entender en estos tiempos en que el triunfo de una canción se mide por lo que facture. Creo que el cambio de su propio aspecto físico en los últimos años, cuando se dejó crecer unas barbas chamánicas y su mirada se perdió cada vez más en el espacio, habla de una identidad buscada y encontrada.
Yo lo conocí en el año 2007 por un reportaje extenso que le hice para la revista Rolling Stone. Previamente, había hablado con personas que lo conocían para tener sus perspectivas, entre ellos el productor Richard Blair. No olvido lo que me dijo acerca de 'Teto': que le gustaba grabar varias tomas de cada canción, pero que después era un lío elegir cuál usar porque todas eran diferentes y todas eran buenas.
Cuando le comenté eso a 'Teto', me explicó su modus operandi: “Yo me aprendo la estructura de la canción, pero es simplemente eso, una estructura, un patrón a seguir. A partir de ahí trato de tocar diferente cada vez. No me gusta tener que memorizar una línea y tocarla siempre igual”.
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En ese momento, Teto estaba trabajando en una composición que le habían encargado: la música de la serie de televisión Culturama, de Señal Colombia. Es una música para cuerdas, pero no precisamente guitarras, que eran su fuerte. El reto consistía en escribir para un formato de cuarteto que incluía dos violines, una viola y un violonchelo. Me compartió entonces el disco que estaba escuchando en esa temporada, y que casualmente estaba también entre mis favoritos: Pieces of Africa, del cuarteto de cuerdas Kronos.
Pero la mayor sorpresa de aquellas semanas en que compartí con él, acompañándolo a ensayos o simplemente charlando en la sala de su casa, ocurrió una tarde de ocio a eso de las seis, cuando el cielo empezaba a oscurecerse. 'Teto' sacó su guitarra acústica y empezó a mover las clavijas. A mis oídos, la estaba desafinando. Le sacaba unos sonidos muy extraños, casi extraterrestres. Y de pronto todo cobró sentido: en realidad la estaba afinando según una escala modal de la India, y tocó un raga, una melodía hindú.
Fue uno de esos momentos irrepetibles: 'Teto' Ocampo jugando a ser Ravi Shankar, y yo estaba tan obnubilado que no pensé en accionar la grabadora. Y la melodía se perdió para siempre, como al parecer le gustaba a él.
