Desde hace años, las 30 organizaciones que conglomeran a los 4.600 recicladores de oficio de Medellín, están a la expectativa de que, en trabajo conjunto con el Distrito, sean habilitados puntos limpios para la recolección de residuos aprovechables en todos los barrios de la ciudad.
Doris Helena Gil, representante de la mesa de prestadores del servicio público de aseo en la modalidad de aprovechamiento, asegura que, de contar con estas condiciones, los rellenos sanitarios de la capital antioqueña dejarían de recibir, ya no cinco, sino siete mil toneladas mensuales de material reciclable.
“Que cuando lleguen a ese espacio (puntos limpios), los recicladores puedan hacer la clasificación de su material y dejarlo limpio. Usted me preguntará: ‘¿Y cómo dejan los sitios hoy en día?’. El reciclador los deja impecables. Pero hay una parte de los usuarios que estigmatizan el oficio, y dicen expresiones tan poco dignas como: ‘Es que un reciclador es muy feo para el paisaje’”, expresa Gil.
El de las organizaciones de recicladores de Medellín es, en cierta medida, un modelo organizativo digno de replicar. Hoy por hoy, su personal recibe, mediante bancarización, entre 90 mil y 110 mil pesos mensuales por cada tonelada efectivamente aprovechada que aporta al proceso.
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Sin embargo, admiten que aún tienen grandes retos: en un país que ya comenzó a regular la tracción animal, la gente olvida que, hoy, el reciclaje se realiza con tracción humana; recicladores que recorren hasta 20 kilómetros diarios halando carretas de hasta una tonelada.
“Nosotros hacemos la ruta el mismo día que la hace el carro del aseo. Tratamos de pasar antes del carro del aseo, para poder hacer esa recuperación del material por el mal actuar del usuario que no lo separa en la fuente”, explica Doris, quien además es representante legal de Asemar, la asociación de empresarios del material recuperado en Medellín.
Contando el personal de las Estaciones de Clasificación y Aprovechamiento de Residuos, en Medellín 15 mil personas dependen de la cadena del reciclaje. Allí, en la “Ciudad de la Eterna Primavera”, como en toda Colombia, miles de recicladores siguen luchando por alcanzar la exclusividad de un proceso de aprovechamiento que blindará la seguridad sanitaria de las grandes ciudades.