De Anitta a Beyoncé, pasando por exposiciones y residencias artísticas, el funk salió de las favelas cariocas para convertirse en un fenómeno global. Aunque en Brasil los prejuicios aún persisten.
Con influencias del hip hop, la música electrónica y una buena dosis de percusión afrobrasileña, esta música surgió a finales de los noventa en Rio, desde donde se expandió a Sao Paulo, Recife, Belo Horizonte y otras grandes urbes del país.
"El funk alimenta la autoestima de la favela", afirma a la AFP la escritora Taisa Machado, creadora de la plataforma de promoción Afrofunk Rio.
"Quienes trabajamos con funk siempre hemos sabido de la fuerza, la calidad musical y cultural del movimiento y ya estábamos esperando este momento", apunta sobre su impulso internacional.
Ella celebró como muchos que la superestrella estadounidense Beyoncé incluyera en su más reciente álbum," Cowboy Carter", un tema ("Spaghettii") con un sample del brasileño O Mandrake, una leyenda del género.
La artista brasileña Anitta, la mayor artífice de esa proyección global, proclama ese orgullo en su nuevo disco "Funk Generation", que sale al mercado este viernes.
Su colega Ludmilla, entre tanto, actuó en el reciente festival californiano Coachella.
"Vivir de mi arte"
En Lapa, un céntrico barrio popular de Rio, una docena de jóvenes venidos de los suburbios y las favelas ensayan su show final de #estudeofunk, una "residencia artística" que imparte el centro cultural Fundición Progreso.
Es el turno de cuatro chicas que, enfundadas en tops y pantalones cortos deportivos, hacen "quadradinhos" con sus caderas bajo la atenta mirada de Celly, la directora de baile.
La idea del proyecto es "profesionalizar" sus conocimientos y hacer de su pasión una carrera rentable, resume su creadora, Vanessa Damasco.
El éxito de artistas "funkeiros" inspira a miles de personas que los ven, como a los futbolistas, como un modelo de ascenso económico y de mejora de vida.
"Poder vivir de mi música, de mi arte, eso es lo que quiero", confirma tras el ensayo Gustavo de França Duarte (MC Gut Original), que con 35 años y cuatro hijos canta funk desde hace años pero trabaja como vigilante nocturno.
Pieza de museo
El Museo de Arte de Rio también se hace eco del fenómeno.
En "Funk, un grito de osadía y libertad", cientos de pinturas, fotos, videos e instalaciones marcan momentos emblemáticos de los bailes en las barriadas pobres y los clubes nocturnos.
La exhibición también aborda la reivindicación de la libertad sexual del funk carioca y su dimensión de autogestión gracias a internet.
Y destaca momentos como cuando la medallista olímpica Rebeca Andrade musicalizó con la canción "Baile de favela" su actuación en Tokio-2021.
La buena acogida de público llevó al museo a extender la duración de la muestra.
Uno de los expositores es el fotógrafo francés radicado en Brasil Vincent Rosenblatt, cuyos potentes retratos tomados durante 15 años en bailes funk fueron exhibidos también en París este año.
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Él recuerda que el funk "debió transitar una gran lucha para ser reconocido como patrimonio cultural de Rio" en 2009.
El mismo día que la asamblea legislativa de Rio le otorgó ese reconocimiento, revocó una ley que restringía los bailes funk, las multitudinarias fiestas callejeras en las favelas y otros espacios urbanos.
Como un (ave) fénix
El funk habla de "la cotidianidad de la favela, los nuevos hábitos de la juventud, la forma de hablar, las expresiones y la jerga", dice el antropólogo y documentalista Emílio Domingos, responsable del guión de la serie "Anitta: de Honorio para el mundo" de Netflix.
"Las letras citan la favela como espacio de orgullo y de ocio", agrega.
Pero, al compartir territorio con el narcotráfico, también hablan de la violencia, lo que alimentó el estigma que aun planea sobre el movimiento.
Porque paradójicamente, mientras su popularidad explota fuera, en Brasil hay cada vez menos bailes funk.
"El funk mueve mucho dinero, emplea a mucha gente, plantea debates relevantes y tiene el poder de promover nuevas líneas de comportamiento y, sin embargo, existe una verdadera persecución policial y estatal", denuncia Machado.
"Hay muchos prejuicios, racismo, machismo y elitismo al tratar con el movimiento", lamenta.
Rosenblatt coincide, pero celebra que el funk sea "como un (ave) fénix: mientras más lo reprimen, más renace en otro lugar".