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Renació la fiesta del Corpus Christi en el resguardo kankuamo de Atánquez

Sonaron de nuevo los tambores de los negros del palenque, las maracas de las cucambas y los cascabeles de los diablos.
Fotos: Enosh Arias, comunidad kankuama
Humberto Carrillo

Todos los danzantes usando tapabocas bailaron para saludar al sol, como lo han hecho desde hace más de 400 años. A diferencia del año anterior en que solo participó un grupo pequeño debido a la pandemia, en esta ocasión renació esta fiesta tradicional que fue transmitida por los altoparlantes de la población y por las redes sociales de visitantes y de la biblioteca Kankuaka.

Como todos los jueves de Corpus Christi en cada mes de junio, de nuevo los danzantes se concentraron en el sitio llamado ´El Coco´ ubicado en el barrio La Lomita, y bajo la guía de sus capitanes, bailaron por las calles empedradas al ritmo de tambores y carrizos.

Es el encuentro triétnico más esperado, conformado por tres grupos de danzas: las cucambas, que personifican a un pájaro de la sierra; aporte indígena a la fiesta. Los diablos, vestidos de rojo con máscaras, espuelas en los pies, capa de cuero llena de espejos en la espalda y cascabeles en las manos; proceden de las fiestas de Sevilla (España). Los negros y negritas del Palenque con sombreros adornados de flores y cintas, machete de palo en la mano; representación africana.

Los danzantes pasaron por el callejón del ´Chorro´, el lugar de velación La Trinidad, subieron a la lomita de ´Makú´ y bajaron a la plaza principal. Allí, bajo un cielo muy soleado que a veces se nublaba, rindieron tributo al Santísimo en el atrio de la iglesia.

Este año no hubo procesión ni altares para cumplir la normatividad en pandemia. Solo dos misas a las 7 y 9 de la mañana a las que asistieron numerosos devotos, pero no hubo turistas como en años anteriores en que la fiesta atraía a miles de visitantes, incluso de otros países.

En 2020, en pleno crecimiento de la pandemia, y atendiendo las decisiones de las autoridades civiles e indígenas, el recorrido se hizo apenas con unos cuantos integrantes de cada danza y fue transmitido por las redes sociales, como jamás se lo hubieran imaginado.

En esa ocasión, el capitán del Palenque de negros y negritas, Rafael Andrés Carrillo Montero, se lamentaba diciendo que “en mis 56 años de capitanía nunca he vivido algo semejante, más cuando desde hace dos décadas el fervor ha crecido en cada danza”.

Pero este año, cuando avanza la vacunación contra el Covid-19, la fiesta renació.

“Respetando también las normas, se restringió el ingreso de visitantes y turistas, pero sí llegaron días antes personas que residen en Valledupar y que pagan promesas al Santísimo. Cumplimos los protocolos de bioseguridad para darle tranquilidad a la gente”, afirmó el cabildo menor de Atánquez, John Robert Tórres.

La fiesta del Corpus Christi es un ritual católico que le ha permitido al pueblo indígena kankuamo preservar sus tradiciones que creían desaparecidas.

“La idea es que en medio de tanta crisis todos nos cuidemos, pero que también comencemos a vivir nuestras tradiciones y celebraciones religiosas que tanta falta nos hacen en estos momentos de tristeza y angustia por la pérdida de tanta gente en nuestra comunidad y el mundo entero”, aseguró Fabián Mindiola, quien desde niño baila como diablo para pagar una promesa.

Después de la misa mayor, los danzantes visitaron las casas de algunos de los integrantes y de los capitanes ya muertos para recordar su memoria.

“Hace varios años a ellos no les gustaba que les tomaran fotos, ahora toca transmitir en directo por las redes, así preservamos y damos a conocer al mundo nuestra linda cultura”, enfatiza Enosh Arias, un joven comunicador de la comunidad kankuama.

Según algunos investigadores, la fiesta del Corpus Christi apareció hacia 1220 en Europa y se fue expandiendo en un ambiente de reforma protestante, en que se volvió escenario de lucha entre la Iglesia Católica y el protestantismo.

Con el descubrimiento de América llegó de manos de los conquistadores españoles convirtiéndose en la fiesta colonial más importante del continente, simbolizando su carácter triunfante (la expulsión de los moros de la península Ibérica) y después asociada a la derrota de los pueblos indígenas.

Su origen en Atánquez, población del departamento del Cesar, no tiene fecha exacta, pero hay registros de que en 1747 existía una hermandad del Santísimo Sacramento en Valledupar, ciudad donde aún se celebra con música de tambores y acordeón.

Como es tradicional, en ocho días, diablos, cucambas y negros volverán a recorrer las calles de Atánquez en la denominada octava del jueves, se arrodillarán ante el Santísimo en la misa y finalizarán la fiesta protagonizando una pelea ritual entre los grupos danzantes.

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