El asentamiento de los muiscas en territorio cundinamarqués data de los años precolombinos. De acuerdos con algunas investigaciones, hacía el año de 1470 estas comunidades indígenas llegaron atraídos por la explotación minera, específicamente de las salinas. De esto, surgió la dominación de los zipas, caciques que manejaban los hilos políticos y comerciales de esta región.
En aquella época la desconcentración política era latente, derivaba de varios zipados (tribu del cacique) que se disputaban el territorio y los recursos que los mismos producían. Estos grupos de caciques -amos y jefes políticos de las comunidades- libraban batallas de guerra por acaparar la mayor riqueza y predominar en la sabana cundiboyacence.
Los dos caciques más importantes eran el zipa y zaque: el zipa que dominaba la región de Cundinamarca y una parte de Santander, y el zaque que predominaba en todo Boyacá.
“Hay algo interesante en las confrontaciones entre el zipa y el zaque por la conquista del territorio y es que el zipa heredaba el poder a sobrino -el hijo de su hermana- y no a su progenitor directo”, comentó el historiador y secretario de la Academia de Historia de Cundinamarca, Ernesto Campos García.
Paradójicamente, aunque la explotación minera se daba en Zipaquirá, allí no se acentuaba el zipa, pues su capital política era Funza, desde donde ejercía su poder. Para la adoración a sus dioses y las practicas ancestrales, el epicentro era Guatavita, esto por la leyenda de El Dorado; siendo así la actual Zipaquirá, la capital económica en donde se llevaban a cabo, además de disputas, trueques e intercambios entre comunidades.
Los muiscas eran enemigos de los panches, otra comunidad aborigen del noroccidente de Cundinamarca. Estos últimos eran más guerreros y los muiscas más empresarios, si lo llevamos a términos actuales, pero, como en todos los contextos, siempre había épocas de tregua en donde se desarrollaban buenas relaciones comerciales entre bloques de sal de los zipas y tejidos de los panches.
De los zipas más importantes se recuerda a Samaguachica, a quien se le atribuye la ampliación del territorio de los muiscas; y a Nemequeme, él que libró una batalla contra otros cacicados y lideró una expedición aborigen que se mantuvo después de la colonia: castigaba el hurto y los asesinatos con el código nemequeme de los muiscas.
Con C o con Z
“En 1883 surgió un debate gramatical, lingüístico y ortográfico para determinar cómo debía escribirse Zipaquirá, si con C o con Z. Aquí existió un historiador muy importante –Luis Orjuela-, que empezó a plantear que Zipaquirá debía escribirse con Z porque en los documentos antiguos era escrito de esta manera”, recordó el historiador Campos.
Sin embargo, en un billete del Banco de Cipaquirá, se evidencia la escritura del nombre del municipio con la letra C.
En otra de las investigaciones que realizó Orjuela en diccionarios del idioma chibcha, publicados en el siglo XIX, se estableció que la palabra zipa tenía unos ancestros en el término chicaquicha, que significa ‘pie del padre’, ‘pie del suegro’ o ‘pie del Zipa’.
Actualmente, la palabra se ha convertido en referencia para periódicos, emisoras, municipios o sitios turísticos. También, los nombres de los zipa, como el de Samaguachica, fueron adoptadas para lugares comerciales.
Vestigios de antiguas épocas
Aunque la llegada de los españoles trajo consigo la imposición de la religión católica, los muiscas seguían pagando tributo y comercializando con la sal, aun cuando eran castigados duramente por seguir sus doctrinas en el siglo XVIII. La sal, un producto que hoy en día sigue siendo parte de la idiosincrasia y el desarrollo económico de Zipaquirá.
“El presidente Alberto Lleras Camargo decía que con sal de Zipaquirá fue bautizada la República de Colombia”, resaltó Ernesto Campos.