El Tribunal Administrativo de Cundinamarca le ordenó al Ministerio de Defensa indemnizar a la exfuncionaria del Consejo de Estado, Martha de Jesús Hurtado, quien fue una de las víctimas del holocausto del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre de 1985.
La decisión la tomó el tribunal al constatar que, por estos hechos, esta mujer sufrió graves afectaciones psicológicas, entre las que se encontraba estrés postraumático y depresión postparto, ya que para 1985 estaba embarazada cuando el M-19 ingresó al Palacio de Justicia.
“En el presente caso existe un daño consistente en el miedo, la desolación, zozobra y tristeza que soportó Martha Hurtado durante la toma, retoma y su liberación definitiva, el cual reviste el carácter de antijurídico pues, de ninguna manera, se encontraba en la obligación de soportar”, se lee en la decisión.
En el fallo también se ordenó darle acompañamiento psicológico a Hurtado, teniendo en cuenta que como en otros tribunales se ha resaltado el Ejército no hizo lo suficiente para evitar el holocausto y además que, por estos hechos, su proyecto de vida se vio alterado.
“Las autoridades colombianas conocían la amenaza inminente de la toma del Palacio de Justicia, y estando en la posibilidad de adoptar medidas para impedirla la administración no actuó, e incluso, reprochablemente, procedió de manera deliberada reduciendo la vigilancia necesaria que facilitó la incursión guerrillera y el fatal desenlace por todos conocido”, explicó el Tribunal.
Si bien en la demanda se reconoce que Hurtado pudo continuar su vida, por este ataque y las secuelas del mismo, “le impidieron que todos estos proyectos se llevarán a cabo en plenitud, pues desde el punto de vista social muchas actividades estaban plagadas con el estrés que le producía: exponerse a usar un ascensor, estar en medio de multitudes y sentirse en riesgo por el hecho de estar 'encerrada'”.
Igualmente, el tribunal ordenó indemnizar a los dos hijos de Hurtado por los daños morales que pudieron sufrir, pues como indicó esta mujer, cuando fue mamá vivió una “sensación de temor inminente a diferentes estímulos, que afectó el armónico desarrollo e interacción con el entorno de sus dos hijos”.