En las tierras del departamento del Guainía, en medio de sabanas inundables de arena blanca, germina silvestre, una flor cuyas espigas de colores vivos y forma singular, representan la riqueza de la flora, la leyenda de una región y la imagen de la COP16 que se realizará este año en Colombia: la flor de Inírida.
La flor nace en medio de un ecosistema endémico donde convergen la Orinoquía, la Amazonía y el Escudo Guayanés conocido como el pulmón derecho del mundo.
En el año 2010, los esposos Marta Toledo y Rubén Darío Carianil, tuvieron la iniciativa de liderar un proyecto para la conservación de la llamada flor de Inírida. Su labor de sostenibilidad, les ha permitido convertirse en un modelo de exportación exitoso a través de su empresa Liwi (el nombre de la Flor de Inírida en lengua Curripaco).
¿Cómo nació la idea de cultivarla?
Marta Toledo es una educadora que llegó a Inírida, se enamoró del territorio y, de quien es hoy su pareja, Rubén Carianil, indígena de la etnia Curripaco, portador de conocimientos tradicionales de plantas y etnoeducador. Ellos, junto a sus dos hijos Gabriela y Darío, son líderes ambientales, dedican su vida a conservar la biodiversidad en Inírida y hace más de una década, adelantan acciones para preservar la flor silvestre.
“Desde que se siembra la planta, son hasta 2 años para que florezca, pero hay matas que vienen floreciendo hace 13 años, cuando logramos la primera cosecha en este ecosistema nativo. Una vez la semilla se abre, es polinizada por los colibríes”, explica el señor Carianil.
Mientras recorremos las 11 hectáreas de cultivos, la señora Marta nos comenta que en el terreno hay dos tipos de inflorescencias, como se define según la botánica, es decir, ramas de tallo con crecimiento limitado portadoras de flores.
“La Schoenocephalium Teretifolium o flor de verano, porque es resistente al fuego y las altas temperaturas de su entorno; tiene una cabezuela esférica, es más pequeña que la otra especie y florece principalmente durante la época de sequía”, describe.
La otra planta da la flor de invierno o Guacamaya Superba porque tiene una cresta con colores de las guacamayas, es la que atrae a los colibríes y florece en la temporada de lluvias e inundaciones, entre junio y octubre. Tiene la inflorescencia piramidal y es más grande.
La Flor de Inírida corresponde a esas dos especies de plantas herbáceas que tienen coloridas espigas rojas con blanco y que adquiere la característica de eterna, gracias al proceso natural y a unos cuidados que sugieren Marta y Rubén.
“Con el paso del tiempo, las flores pierden la intensidad de su color natural, pasando a tonos más suaves y rosados. Cuando se nota que se han secado o perdido parte de la viveza de su color, es el momento para ponerlas a que se deshidraten completamente y quedan inmortalizadas”, explican.
La flor está presente en los habitantes del Guainía, desde su escudo hasta la leyenda que en, al menos dos versiones, la relacionan con la eternidad, el amor y una princesa indígena.
La Flor de Inírida hace alusión a la leyenda Puinave, en la que la princesa Densikoira, que en lengua indígena Puinave significa mujer perfumada, subió y encerró para siempre en los Cerros de Mavicure, prometiendo amor eterno al hombre con el que jamás se casaría, porque no era de su clan; entonces los luceros y las estrellas, que recogió en su camino, se convirtieron en flores eternas. Delio Suárez, Capitán de la Comunidad La Ceiba, perteneciente de la Etnia Tucano, no da otra visión de la tradición.
La Flor de Inírida fue la inspiración para crear la imagen, que se convierte en el emblema de representación del país, durante la COP16 de Biodiversidad. Conformada por las 23 metas globales del marco global sobre la biodiversidad Kunming-Montreal y las 13 ecorregiones de Colombia. La flor envía un mensaje de reconciliación, alegría y unión de los colombianos.
De acuerdo con la Ministra de Ambiente, Susana Muhammad, ‘la Flor de Inírida, significa la representación de esos temas únicos que trae la biodiversidad. La flor es endémica del Guainía y es una flor que nunca muere, que nunca sus pétalos se deshacen. Esperamos que la COP16 en Colombia pueda ayudar al mundo a hacer esa paz con la naturaleza, para que podamos sostener y mantener la vida en el planeta para siempre’.