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¿Los has visto? Cinco animales que habitan en los humedales de Bogotá

Bogotá cuenta con 15 humedales que son el hogar de más de 653 especies, muchas de ellas endémicas.
Diana Leal

Según la Convención de Ramsar, los humedales son “extensiones de marismas, pantanos o turberas cubiertas de agua, sean estas de origen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salubres o saladas”. Normalmente, esos cuerpos de agua no exceden los seis metros de profundidad. Dicha combinación de agua y tierra permite que emerjan ecosistemas enteros en sus terrenos, convirtiéndose así en el hogar de cientos de especies.

Actualmente, Bogotá tiene 15 humedales, con una extensión que suma 727 hectáreas. Asimismo, 11 de estos conforman el Complejo de Humedales Urbanos reconocidos por la Convención sobre los Humedales, de la cual Colombia hace parte desde el 1998. A pesar de que la Secretaría de Ambiente de Bogotá ha reportado alrededor de 200 especies, hay naturalistas que afirman que el número real llega a los 600, además se conoce que varios de ellos son endémicos. 


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Estos son cinco animales que habitan los humedales de Bogotá:

Culebra sabanera

Culebra Sabanera
Foto: Andrew J. Crawford - CC0

En varios humedales de Bogotá se han avistado Atractus Crassicaudatus, más conocidas como culebras sabaneras. Es una especie endémica de Colombia que se distribuye por el altiplano cundiboyacense. Habita en climas fríos, en zonas con cuerpos de agua, debajo de troncos secos y rocas.

Se caracteriza por medir de 30 a 40 centímetros, y tiene un característico color café oscuro con manchas amarillas, naranja, rojas o grises. Se mueven lentamente y tienden a excavar con su cabeza.

Contrario a lo que se puede llegar a pensar, esta culebra es totalmente inofensiva, de hecho, no es venenosa, se alimenta de insectos como grillos, cucarachas, gusanos, moscas, arañas y tiene hábitos nocturnos.

Ardilla de cola roja

Ardilla de cola roja
Foto: Pixabay

La sciurus granatensis, mejor conocida como la ardilla de cola roja o ardilla colorada, es un pequeño mamífero de pelo castaño rojizo, de aproximadamente 20 centímetros de longitud y 450 gramos de peso. Suele vivir en territorios neotropicales o áreas reforestadas, y se puede adaptar a casi cualquier tipo de vegetación, por lo que se le ha podido ver no solo en los cerros orientales, sino también en humedales como el de Jaboque o el humedal Córdoba. Así mismo, se conoce que hay más de 30 subespecies derivan de la ardilla de cola roja y suelen habitar la zona Caribe, el Pacífico o por supuesto la región Andina de Colombia.

En lo que concierne a su subsistencia la ardilla de cola roja suele aparearse de dos a tres veces en un año, llegando a tener dos crías por camada, y se alimenta principalmente de frutas, hongos y frutos secos.

Rana sabanera

Rana Sabanera
Foto: Pixabay

Es quizá la rana más común en la Sabana de Bogotá y además es endémica. Habita en la cordillera Oriental de los Andes, y se encuentra en cuerpos de agua, humedales, bosques andinos y páramos. Suele medir entre 4 y 7 centímetros, normalmente, los machos son más grandes que las hembras. Entre abril y octubre, las hembras depositan de 300 a 1.600 huevos en cuerpos de agua lentos, poco profundos que por lo normal están rodeados por pasto.

Tiene un distintivo color verde que varía de tonalidad, algunos individuos tienen manchas de color café claro que varían de tamaño. También cuentan con rasgos característicos como membranas en sus patas, la mandíbula superior suele ser ligeramente más grande que la inferior y su piel es lisa en el dorso y granular en la región central.

La Dendropsophus molitor tiene hábitos nocturnos y se alimentan principalmente de insectos y otros invertebrados pequeños. La especie ha sido afectada por la contaminación de las aguas, la pérdida de su hábitat por el deterioro de los humedales y las enfermedades por hongos, así mismo, son amenazadas por especies exóticas como la rana toro.


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Monjita bogotana

Monjita
Foto: Archivo - Chrysomus icterocephalus, de Alejandro Bayer - CC BY-SA2.0

También conocido como toche de pantano o monjita cabeciamarilla, es una pequeña ave usualmente de color negro con cabeza y cuello amarillos, o de color marrón con cabeza y cuello de color amarillo pálido en el caso de las hembras. Pueden medir hasta 18 centímetros y su tamaño varía ligeramente entre sexos.

Es una subespecie endémica del altiplano cundiboyacense que se conoce por su nombre científico Chrysomus icterocephalus, sin embargo, la Chrysomus icterocephalus bogotensis, es única de los humedales de Bogotá.

Los toches de pantano suelen ser vistos descansando y cazando grupalmente, por lo que se les puede considerar aves gregarias, llegan incluso al punto de anidar en grupo, razón por la cual no es raro ver grandes grupos de monjitas juntas.

Zarigüeya

Zarigueya
Foto: Pixabay

La didelphis pernigra, o mejor conocida como zarigüeya, runcho o chucha, que comúnmente es emparentado con los roedores, pero no lo es. De hecho, este marsupial guarda más relación con el canguro y el koala a pesar de que su apariencia física se asemeje a un roedor por tener un pelaje tosco, una cola larga y gruesa, y un hocico alargado que casi termina en punta.

Se trata de un pequeño mamífero omnívoro, capaz de adaptarse muy rápidamente a nuevos entornos, por lo que puede encontrarse tanto en bosques como la ciudad. Es principalmente nocturno y se alimenta de frutas madura, vegetales, pequeños invertebrados, que por su alimentación cumple la función de dispersar semillas; sin embargo, al habitar entornos citadinos, también se le ha visto buscando comida en los basureros. 

Se cree que la zarigüeya pertenece originalmente a regiones cálidas y que fue inducido en el territorio cundiboyacense, pero lo cierto es que también habita en humedales. Ejemplo de esto es que hay registro de avistamiento de zarigüeyas en humedales bogotanos como los humedales Córdoba, Conejera y Torca-Guaymaral. 

Es un animal inofensivo que suele ser atacado por personas que lo confunden con un roedor, por lo que para defenderse suelen fingir que están muertas, emitiendo un olor fuerte que semeja descomposición. Por otro lado, suelen ser víctimas de atropellamientos.

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