La ropa con la que nos vestimos todos los días se fabrica de una forma tan poco sustentable, que es la segunda industria más contaminante en todo el mundo, después del petróleo, esto lo señala la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (CNUCYD), una realidad de la que se ha venido hablando en los últimos años con la llegada de SHEIN como una de las marcas que revolucionó este mercado.
La industria de la moda maneja cuatro modelos de producción, sin embargo, los más famosos son los de alta costura, los cuales demoran hasta seis meses para crear una colección; y los de fast fashion o moda rápida, que ha sido una revolución para la moda ya que logró acortar esos seis meses en dos semanas por promedio, logrando aventajarse en la venta de prendas “oportunistas”, aquellas que siguen las tendencias del momento.
La popularidad de este comercio comenzó a crecer en ventas entre los años 2000 y 2015, según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE), la cual afirma que un 40% de las prendas compradas en todo el mundo no llegan a utilizarse nunca. Un dato alarmante, teniendo en cuenta que, en estos 15 años, se duplicó la producción de prendas en todo el mundo, pasando de 50 mil a 100 mil millones en promedio.
El fast fashion se basa en ganancias financieras a corto plazo, pero esto ha traído varias consecuencias como la creación de colecciones de ropa y accesorios a niveles descomunales de acuerdo a las tendencias, la sobreproducción que baja los precios, el consumismo que genera grandes cantidades de desechos y la explotación de mano de obra barata con condiciones de trabajo inhumanas.
Lo primero que hay que entender es el fenómeno producido por SHEIN, una empresa creada en Nanjing, China, que al inicio pasó desapercibida; sin embargo, desde hace unos años comenzó a llamar la atención de todo el mundo al ser la única empresa que lograba elaborar más de 500 modelos diferentes de prendas al día. De allí se deriva el problema real, ya que, con la llegada de la pandemia, las ventas en internet llegaron a su pico más alto y SHEIN no desaprovechó esta oportunidad.
Sus variadas campañas de cupones, envíos gratis y regalos para influenciadores dieron su fruto y comenzó a rebasar en ventas a marcas posicionadas, haciendo que estas empezaran a plantearse la idea de retirarse lentamente de este mercado. De esta manera el fenómeno SHEIN se hizo realidad, con millones de compradores de todo el mundo y con una mínima competencia, que en realidad solo buscaba sobrevivir a su impacto.
La contaminación de la moda rápida
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que la industria de la moda es responsable de entre un 2% y un 8% de las emisiones de efecto invernadero, pero no solo la atmósfera se ve dañada: un 9% de los plásticos empleados para hacer prendas de vestir acaban en los océanos, y 215 trillones de litros de agua son utilizados al año para cumplir con la alta demanda de todos los que quieren comprar este tipo de prendas.
Sin embargo, el problema no radica solo en la forma de producción, sino también en el consumismo, ya que las personas no están comprando para cubrir una necesidad, sino que han desarrollado una necesidad por comprar. De esto se han aprovechado las grandes marcas, quienes han decidido crear miles de colecciones cada mes para generarles a sus compradores la necesidad de estar a la moda cada semana y así obtener grandes ventas.
Según los datos de Eurostat hasta 2020, la ropa consumida en el mundo proviene principalmente de China, Bangladesh y Turquía, países con la mano de obra más barata del mundo. Este fenómeno se produce porque allí no hay un control sobre las empresas extranjeras, mientras el dinero entre al país no se vigilan las problemáticas que este contrae. Por ejemplo, muchos de los trabajadores de estas fábricas laboran más de 10 horas al día e incluso, aunque su horario no esté establecido, se quedan porque les pagan por hora, unos 2 dólares como mucho.
En este tipo de industrias su mano de obra se suele consolidar por mujeres o niños que tienen la necesidad de trabajar para no morir de hambre, por lo que no luchan por sus derechos y se permiten continuar ante las situaciones tan precarias en las que trabajan.
¿La solución?
Desde el 2021 se creó la Alianza de las Naciones Unidas para la Moda Sostenible como una iniciativa de los organismos de las Naciones Unidas y organizaciones aliadas, diseñada para apoyar las políticas de moda sostenible en todos los países y regular las emisiones negativas en varios aspectos que contrae esta industria en el mundo. Por otro lado, las tiendas de segunda mano se han convertido en un fuerte aliado porque, a pesar de que ya existían, son una nueva alternativa con dos puntos a su favor: precios bajos y sostenibilidad.
Por el momento, varias empresas han escuchado las quejas entorno a la contaminación que han generado y han optado por crear prendas que consuman mucha menos agua, telas que no necesiten de un gran proceso industrial y la reutilización de retazos de telas sobrantes para la creación de nuevos productos.
Sin embargo, la responsabilidad para disminuir el impacto de esta industria en el mundo no recae solo en las empresas que buscan generar ganancias para ellos mismos, sino también en los compradores, quienes compran por mantenerse a la moda, dejan de lado la consciencia ambiental y quedan atrapados en la cultura consumista.