Quizá muchos ya no lo recuerden, pero en España comenzamos el 2024 hablando de plásticos. Concretamente, del vertido de millones de pélets que alcanzó las costas del norte de la península entre diciembre de 2023 y enero, causando una marea blanca y tóxica debido a los aditivos químicos, como los ftalatos o el bisfenol A, que contienen estos compuestos. En realidad, era solo una manifestación más de un problema que ya afectaba a playas de todo el mundo.
Los plásticos han constituido sin duda uno de los temas candentes del año que despedimos, como también la reciente conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima (COP29), celebrada en noviembre. Pero si un acontecimiento nos ha marcado en los últimos meses, ese ha sido la dana que afectó a varias regiones del levante español, especialmente la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía y las islas Baleares, a finales de octubre.
La fuerza del agua
El 29 de octubre, las abundantes lluvias causadas por el fenómeno conocido como depresión aislada en niveles altos (DANA) provocaron una fuerte crecida de los caudales de los ríos y de las llanuras aluviales –áreas que anega el agua cuando se desborda el cauce– donde se sitúan muchos municipios.
Esta conjunción de factores originó graves inundaciones que ocasionaron daños materiales incalculables, pérdidas de vidas humanas y la consternación de la población. Lo cierto es que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) emitió avisos meteorológicos para alertar de la ocurrencia de las precipitaciones, pero la ciudadanía no llegó a ser consciente del nivel de riesgo que entrañaban.
Aunque menos evidente que la urbanización de zonas inundables, uno de los culpables de que este tipo de fenómenos sean cada vez más frecuentes e intensos es el cambio climático, al aumentar la temperatura del agua del océano y, por ende, su evaporación.
Además de esforzarnos por reducir emisiones de efecto invernadero, para enfrentarnos a las consecuencias del cambio climático debemos poner en marcha medidas de adaptación que, lamentablemente, muchos municipios en España todavía no están aplicando.
El cambio climático avanza
Entre otros, un estudio publicado este mismo año ponía de manifiesto la rápida evolución del cambio climático en la Antártida: este se ha acelerado en el continente helado, y su velocidad es cuatro veces la velocidad media de los ecosistemas en el mundo.
En el Ártico también se está dejando notar el calentamiento global, por ejemplo, en la fusión del permafrost, la capa helada situada bajo la superficie de la Tierra en las regiones más frías del planeta. Su derretimiento acelera la descomposición biológica de la materia orgánica y la liberación de gases de efecto invernadero como dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, contribuyendo a su vez al aumento de las temperaturas.
¿Y qué estamos haciendo al respecto? En la COP29 de este año, los países ricos se comprometieron a movilizar 300 000 millones de dólares anuales de aquí a 2035 para ayudar a los más pobres a luchar y adaptarse al cambio climático. Y todos los Estados deberán revisar sus objetivos de reducción de emisiones en el 2025. De hecho, según una reciente investigación, las políticas climáticas de la Unión Europea no son suficientes tal y como están planteadas actualmente.
Entre las medidas para mitigar el calentamiento global se incluyen evitar el desperdicio alimentario, disminuir el uso de fertilizantes y aumentar el consumo de productos vegetales en lugar de los animales.
Además, hay cuestiones que siguen ignorándose en estas cumbres. Por ejemplo, la necesidad de restringir la extracción de combustibles fósiles.
Un tratado sobre los plásticos
La COP no ha sido el único evento internacional relevante en materia ambiental del 2024. En noviembre se celebró la reunión del Comité intergubernamental de negociación sobre la contaminación por plásticos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que tenía como objetivo alcanzar un tratado global sobre el plástico, que finalmente no llegó a firmarse.
Actualmente se producen en todo el mundo algo más de 400 millones de toneladas anuales de plástico. La cifra aumenta cada año y, de no restringir su fabricación, esta podría llegar a multiplicarse por tres en 2060.
Los residuos plásticos de gran tamaño que no son reciclados ni van a los vertederos, acaban en el medio ambiente y gran parte de ellos en las costas y los océanos, donde afectan a la flora y la fauna. Sólo en los océanos hay entre 7 000 y 35 000 toneladas de microplásticos, pequeñas partículas que resultan de la degradación de este material que también tienen otras fuentes, como las ruedas de los coches.
Ya hay alternativas a este polímero procedente del petróleo para guardar alimentos: es posible fabricar bolsas compostables a partir de residuos vinícolas y de la piel de la almendra y envases a partir de la paja de arroz u hongos.
Biodiversidad y especies invasoras
Si ponemos el foco en la biodiversidad, su pérdida sigue siendo uno de los temas más preocupantes, también en el 2024. Solo en Europa se han registrado más de 13 000 especies exóticas establecidas, de las cuales en torno a 1 500 se comportan como invasoras con efectos negativos.
Y se espera que el problema aumente, pues se prevé una expansión promedio del 77 % en el área afectada por estas especies en Europa. Su presencia en los ecosistemas no solo perjudica a otros animales y plantas, sino que afecta a los servicios que estos prestan a los humanos, como la provisión de alimentos –incluido el vino– o la depuración del agua.
Estas especies se expanden aprovechando la actividad humana. En algunos casos es difícil evitarlo, pero en otros, como en el de las mascotas exóticas, la solución pasa por endurecer la regulación y aumentar la concienciación.
Durante este año que termina también le hemos contado el pasado y el presente de los mamíferos marinos del estrecho de Gibraltar, una de las zonas con mayor biodiversidad del planeta; qué ocurrió con las especies del mar Mediterráneo cuando este se desecó hace unos seis millones de años; los peligros para la biodiversidad de los rodenticidas químicos; las bondades del agua reciclada y el impacto ambiental de los cigarrillos electrónicos de usar y tirar.
Despedimos un año con algunas buenas noticias sobre medio ambiente, pero que en general ha dejado patente que el cambio climático y contaminación por plástico exigen acciones más ambiciosas. Tomemos nota de cara al 2025.
Lucía Caballero, Coordinadora internacional / Editora de Medio Ambiente y Energía, The Conversation
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.