La palabra obrero es cada vez menos usada en nuestro vocabulario cotidiano. Debido al progreso tecnológico hay cada vez menos trabajadores fabriles. El término “explotación” ha ido quedando en discursos que se asocian con viejas luchas y formas de ver las relaciones de producción.
En el lenguaje que intenta describir las relaciones laborales del presente se habla más de talento humano, recursos humanos, de flexibilidad laboral, dando a entender que el trabajador es alguien que ocupa un lugar estratégico en la empresa. A su vez, el concepto de competencia ha tomado gran relevancia, permeando las dinámicas de producción y las relaciones humanas y llevando a que el sentido colectivo esté cada vez más opacado por la individualización, tan reforzada en el presente por el trabajo informal, el trabajo en casa y la responsabilidad que han adquirido los trabajadores de su propia protección social.
Sin embargo, todas las mejorías de las condiciones hoy vigentes del trabajo se deben a las luchas, esencialmente a través de la huelga y a la puesta en juego del viejo concepto de solidaridad.
El primero de mayo se instituyó como una conmemoración y un homenaje a los trabajadores asesinados por esta causa, en el siglo XIX; buscaban lograr una jornada de ocho horas. Como desarrollo de la Revolución Industrial en Occidente, el trabajo fabril tuvo un enorme progreso tecnológico, pero se dio en condiciones inhumanas: jornadas de hasta 18 horas en entornos insalubres.
Fueron Carlos Marx y Federico Engels quienes estudiaron este fenómeno cuya explicación se plasmó en el Manifiesto Comunista de 1848. Se crearon, entonces, partidos socialistas y comunistas que confluyeron en una Internacional. También fueron muy activos los anarquistas.
Es la época de una revolución en Francia, en 1848, con participación obrera que terminará en la caída del monarca Luis Felipe. Y luego vendrá la Comuna de París en 1871, otro levantamiento; esta vez en cabeza del proletariado que, después de dos meses de gobierno obrero, será derrotada por las armas.
Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos donde se aceleraba el desarrollo industrial, la clase obrera se empezó a organizar y en 1886 se levantó para exigir una reducción de la jornada laboral a ocho horas. El primero de mayo se inició la huelga que fue reprimida a sangre y fuego y terminó con la condena de ocho de sus dirigentes, cinco a la horca después de un proceso amañado. Estos fueron los mártires de Chicago. Sus nombres eran Samuel Fielden, Michael Schwab, Adolh Fisher, Albert R. Parsons, Oscar Neebe, George Engel, Hessois Auguste Spies y Louis Lingg.
Es en honor a este movimiento que el primero de mayo fue declarado Día de los Trabajadores.
También a principios del siglo XX, en 1911 las obreras de una fábrica textil de Nueva York se levantaron por la misma causa, al año siguiente 123 de ellas murieron en un incendio de la fábrica, probablemente causado por los dueños de esta. Por ello el día de la mujer es el 8 de marzo.
En Colombia se destacó la primera huelga de mujeres en 1920, dirigida por Betsabé Bernal, en una fábrica textil de Antioquia. María Cano alentó el movimiento obrero. Ocurrió también la trágica masacre de las Bananeras. Con este y muchos casos en América Latina se constata que la huelga ha sido el instrumento principal de las luchas obreras y ha costado muchas vidas.
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Curiosamente, es un instrumento de lucha que existe desde la Antigüedad. Se afirma que 1152 antes de Cristo, en Egipto durante el imperio de Ramsés III, unos trabajadores que edificaban tumbas cesaron su trabajo porque les debían pagos atrasados y tuvieron que hacer tres huelgas sucesivas para lograr su objetivo.
Aunque en el modelo que rige a nivel planetario se propende por el éxito individual y aunque las organizaciones colectivas son menos frecuentes, las luchas de los trabajadores persisten; basta con ver lo que viene sucediendo en los últimos meses en Francia donde se vienen aplicando ajustes pensionales. Al decir de John Berger, “cada protesta política fundamental es un llamado a una justicia ausente”.