Un mes después de las inundaciones que dejaron 230 muertos en el este de España, los municipios afectados recordaron a las víctimas con sentidos homenajes este viernes, mientras la normalidad todavía se ve lejos en estas zonas donde las huellas de la tragedia siguen muy presentes.
"Estamos nadando en lodo, literalmente. Los niños sin colegio, en el pueblo las cosas van muy lentas, y no encontramos solución", explicó a la AFP Sabrina Bermejo, una analista de laboratorio de 41 años, residente en Paiporta, uno de los epicentros del desastre.
Con una vela en la mano, acudía al homenaje que los vecinos de esta localidad al sur de Valencia realizaron al anochecer, a la misma hora que el barranco que la atraviesa comenzó a desbordarse el 29 de octubre.
Las campanas de la iglesia sonaron en recuerdo de las 45 personas que fallecieron aquí, mientras los asistentes se instalaban a ambos lados del barranco del Poyo, todavía lleno de fango y escombros, formando una hilera de velitas.
"¡Paiporta, unida jamás será vencida!", gritaban algunos vecinos que, junto a los aplausos, rompían el emocionado silencio.
"Hoy rendimos homenaje a los damnificados, tanto a los que se han ido como los que nos hemos quedado", indicó Bea García, una profesora de 43 años.
"La gente sigue sintiéndose sola, el enfado permanece y además se le suma el cansancio, la frustración. Estamos todos agotados", describió.
Mucho por hacer
Como en otras localidades afectadas, algunos vecinos hicieron sonar las alarmas de sus celulares a las 20H11, para recordar la hora en que las autoridades valencianas —la región más afectada, con 222 muertos— enviaron la alerta a la población para advertir del peligro, más de 12 horas después de que la Agencia Estatal de Meteorología emitiera su aviso rojo.
Para entonces, la riada ya bajaba arrasando diferentes municipios del oeste y el sur de Valencia.
"Vi como el agua se llevaba mi coche", recordaba más temprano Lourdes Real, una peluquera de 46 años en la cercana localidad de Catarroja, donde los vecinos siguen sacando agua y fango de garajes, viviendas y comercios arrasados.
Con la riada, "empezaron a chocarse todos los coches (...) y la gente dentro. A mí no se me va a ir nunca esa imagen de la cabeza. La gente chillando, intentando salir por las ventanillas", relató mientras limpiaba la entrada de su edificio, marrón por el polvo y las marcas del fango.
"Queda muchísimo trabajo por hacer, hay centenares de garajes y de sótanos anegados, edificios dañados, empresas cerradas, vías cortadas, pueblos enteros que aún no han recuperado la normalidad", reconoció el miércoles el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, cifró en 69.000 viviendas, 125.000 vehículos y 12.500 comercios las consecuencias materiales del desastre, en base a los datos del consorcio de compensación de seguros.
En total, el gobierno prometió 16.600 millones de euros (unos 17.500 millones de dólares) de ayudas y préstamos. Miles de soldados, bomberos y policías fueron desplegados para la limpieza y reconstrucción.
Críticas
La indignación de los vecinos, tanto con el retraso en lanzar la alerta como en la gestión posterior de las autoridades, explotó durante la visita de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, a Paiporta el 3 de noviembre, junto a Pedro Sánchez y el jefe del ejecutivo regional, el conservador Carlos Mazón.
Recibidos entre insultos y lanzamientos de fango, Sánchez y Mazón, que se culpan mutuamente de lo ocurrido, tuvieron que abandonar la comitiva entre una gran tensión, mientras los monarcas trataban de escuchar a los vecinos y acababan cancelando una visita posterior a otra localidad.
Lo "que se nos exige en cualquier caso es que seamos eficaces, y que lleguemos lo antes posible", admitió Mazón este viernes.
"Y yo creo que es la principal queja de la gente, con toda la razón", añadió.
Incertidumbre
Este sábado hay convocada otra movilización en Valencia, la capital regional, donde hace unas semanas ya se congregaron unas 130.000 personas para reclamar la dimisión de Mazón y reprochar la gestión de la emergencia del gobierno de Sánchez.
Toda la atención de los miles de afectados está ahora, sin embargo, en tratar de recuperar cuanto antes la vida que se detuvo el 29 de octubre.
"Yo me he quedado un poco paralizada mentalmente, porque como ya no sabes por dónde salir", explicaba Gyovana Giménez, una vecina de Catarroja de 44 años, cuyo restaurante quedó destruido.
"Cuando lleguen las ayudas, venga el seguro, y veamos indemnizaciones empezaremos a remontar como podamos", afirmó resignada.