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Venezuela: gobierno y oposición barajan de nuevo sus cartas

El éxito estará condicionado a la capacidad que tengan de reconocer que las elecciones de 2024 serán un punto de inflexión, pero no el todo.
Venezuela: gobierno y oposición barajan de nuevo sus cartas
Foto: FEDERICO PARRA / AFP
Carlos Chica

Este análisis resume la conversación en el Youtube Live ‘El Mundo es un pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia con Colette Capriles –profesora de Ciencias Sociales en la Universidad Simón Bolívar, consultora pública e integrante de Foro Cívico– y Óscar Hernández –Analista internacional, diplomático de carrera, jubilado; y exdirector del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (Sela). Aquí la versión en vídeo. 

La reactivación de las negociaciones entre la oposición y el Gobierno de Nicolás Maduro es apenas el primer paso para construir confianza, pactar un acuerdo social para gestionar la crisis, afinar la hoja de ruta para las elecciones de 2024 y empezar la reconstrucción de la arquitectura institucional garante de la transición hacia la democracia.

Las elecciones importan, pero no son el todo

El éxito estará condicionado a la capacidad que tengan de reconocer que las elecciones de 2024 serán un punto de inflexión, pero no el todo. Podría ser el todo para los políticos, pero no el todo para la transición hacia la democracia en Venezuela.

Parte del todo es el déficit democrático, una de cuyas manifestaciones es que se tenga que negociar el derecho constitucional a participar en elecciones libres y transparentes. Quien gane las elecciones en 2024 no podría gobernar a Venezuela sin un pacto previo para subsanar el déficit democrático.

El reto exige restablecer las garantías políticas, liberar y amnistiar a los presos políticos, garantizar la libertad de prensa, abrir la economía formal con reglas claras y seguridad jurídica, romper los nexos de agentes estatales con organizaciones y economías criminales, reformar el sistema judicial, impedir que el Tribunal Supremo extralimite su función constitucional por motivaciones políticas, y recuperar la separación de poderes entre el Ejecutivo y la Asamblea Legislativa.

Las elecciones pueden ser estériles si no están antecedida de un debate público informado sobre el núcleo duro que es la agenda política institucional, cuyas bases están en el Memorando de Entendimiento suscrito en septiembre de 2021, un hecho que debe ser valorado con perspectiva histórica, porque en los últimos veinte años han ocurrido episodios suficientes para detonar una guerra civil.

El mapa político de hoy muestra que Maduro y sus aliados constituyen la “mayor minoría” y podrían ganar las elecciones, incluso si éstas fueran libres y transparentes. La Mesa deberá avanzar en los acuerdos, pero en el entretanto la oposición tendrá que ser capaz de superar la atomización y las pugnas por el liderazgo si aspira, en serio, a constituirse en una opción real de poder en 2024.

Contexto internacional dinámico

Cambios en el escenario internacional y regional durante 2022 han propiciado condiciones favorables para que en la ronda prevista para este fin de semana en México abra puertas en el que hasta hace un año parecía un callejón sin salida.

La invasión rusa a Ucrania precipitó la intención de la Casa Blanca y del Departamento de Estado de activar una estrategia de acercamiento al Gobierno de Nicolás Maduro, quien demostró capacidad de resiliencia al bloqueo, a las sanciones económicas y al aislamiento diplomático propiciado por el ya extinto Grupo de Lima; el Secretario General de la OEA (Luís Almagro) y algunos gobiernos de la Unión Europea.

El Grupo de Lima murió sin acta de defunción porque los cambios políticos se movieron hacia la izquierda en Honduras, Colombia, Perú, México, Brasil, Chile y Argentina y perdió apoyo la estrategia del caos en el corto plazo: las sanciones económicas, la presión diplomática y la amenaza latente de otras opciones –incluida una acción militar o el asesinato de Maduro– debían precipitar el quiebre de la coalición dominante en Venezuela y abrir compuertas a un cambio de gobierno.

La estrategia partió de una lectura equivocada porque olvidó que gobiernos como el Nicolás Maduro se compactan bajo la presión, apelan a la unidad con sus contradictores internos, activan esquemas de cohesión, logran blindarse y sacrifican las necesidades y demandas de la población, con el pretexto de contener la agresión externa o interna.

La guerra en Ucrania activó la real polítik de Estados Unidos frente a Venezuela por su rol potencial en una crisis energética global, pero también por el cabildeo de transnacionales como Chevron que tienen intereses y posibilidades de retomar la exploración y explotación de sus operaciones en Venezuela.

Venezuela y la Paz total en Colombia

Un factor nuevo –comparado con el escenario de hace un año– es la participación activa del Gobierno de Venezuela en el reactivado proceso de negociación entre el Gobierno de Colombia y el ‘Ejército de Liberación Nacional’ (ELN).

¿Participa el Gobierno de Maduro como actor del conflicto colombiano teniendo en cuenta la histórica relación de vecindad, tolerancia y acogida de la Revolución Bolivariana frente a las Farc y el ELN?

El asunto trasciende la dimensión política y de seguridad en la frontera binacional. Tiene relación también con los mercados informales y el tráfico de oro, narcóticos, armas y trata de personas, de los cuales capturan rentas tanto el ELN como disidencias de las Farc, bandas criminales organizadas y actores gubernamentales.

En algún momento, la negociación con el ELN empezará a levantar la alfombra en la que se esconden los circuitos comerciales clandestinos y criminales en los que participan el ELN y servidores públicos venezolanos.

Un reto: ordenar la economía

Para estabilizar la crisis económica y social antes de elecciones, Maduro debe demostrar capacidades para poner orden en la economía. Hay logros en la reducción de la pobreza medida por ingreso –no en la pobreza estructural-, se ha abierto la economía, hay un proceso implícito de dolarización y existen menos controles a los precios, pero el Estado venezolano está tan desmantelado que en la práctica es el más neoliberal de la región --por la poca capacidad de intervención efectiva del Estado–.

Venezuela no ha emprendido aún la transformación estructural de la economía que pasa, necesariamente, por reemplazar la caída brutal del ingreso petrolero y por crear condiciones para la sostenibilidad fiscal y por concesiones a los inversionistas extranjeros y locales que desconfían del crecimiento de la economía.

Los agentes económicos activos y globales no vendrán a Venezuela mientras persistan la percepción de inseguridad y la falta de previsibilidad en la conducción económica. En la región y a nivel mundial, Venezuela está en los últimos lugares de los índices generales: económico, calidad institucional, derecho de propiedad, libertad humana y libertad económica.

El rol de la izquierda regional

En la ruta hacia la democratización de Venezuela se vislumbra una presión desde la izquierda, el campo identitario en el que se reconocen Maduro y la Revolución Bolivariana. Hay signos de que la presión sobre Maduro no vendrá más o solamente de gobernantes de derecha como Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Jair Bolsonaro, Iván Duque, Martín Vizcarra, Donald Trump o políticos republicanos como el senador Marco Rubio.

Para no traicionar la identidad del chavismo, Maduro se reivindica más como revolucionario que promotor de reformas democráticas que, en todo caso, tienen que ver con exigencias, peticiones, exhortaciones o propuestas de gobernantes de izquierda o centro izquierda:

Gabriel Boric siente enojo porque la izquierda no condena la violación de derechos humanos en Venezuela.

Gustavo Petro le exhorta a reintegrarse a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Comunidad Andina de Naciones y, además, amnistiar a los presos políticos.

Alberto Fernández y Petro, junto a Macrón, le piden reactivar la Mesa de México en el menor tiempo posible.

Y Luiz Inácio Lula da Silva aboga por elecciones libres y la alternancia democrática en el poder porque “no hay ningún presidente insustituible’. Dado que regresa a la Presidencia con una coalición de centro es probable que establezca una relación distinta a la que en su momento tuvo con Hugo Chávez.

En la Mesa de México importan las experiencias regionales

Las izquierdas gobernantes no pueden seguir siendo apenas actores que exige y prometen. Ahora tienen que gobernar y hacerlo bien en sintonía con su visión social y las formas que proponen para enfrentar el capitalismo y la perversidad de las economías neoliberales, sin devenir en dictaduras, sin represión, sin totalitarismo y sin socavar el Estado de Derecho.

Sus actuales gobernantes han llegado legítimamente al poder mediante elecciones, pero con márgenes muy estrechos frente a sus competidores en las urnas. De su capacidad para satisfacer las necesidades de la población dependerá mucho qué tanto seguirá inclinado el péndulo del poder hacia la izquierda o centro izquierda.

Para el escenario electoral de Venezuela en 2024 importan los aprendizajes de la región. En las últimas dieciocho elecciones, diecisiete han sido ganadas por la oposición, lo cual significa que la población de América Latina está dispuesta a arriesgarse siempre por el cambio político en la búsqueda de respuesta a las necesidades de su vida cotidiana.

El reto para las izquierdas es concretar sus agendas nacionales, más allá de la hermandad que proclaman. Deben ligarlas con agendas globales como la crisis climática, la seguridad y soberanía alimentarias, la protección de ecosistemas estratégicos como la Amazonía y la gestión de la crisis migratoria. No es gratuito que el triunfo de Lula, por ejemplo, sea recibido por gobiernos europeos como el del héroe que va a salvar la Amazonía.

Está por verse si habrá cambios en el enfoque de las alianzas y foros de concertación política y económica. ¿Mantendrán su concepción los espacios impulsados por Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Lula y Néstor Kirchner?

¿Qué esperar de la Mesa en México?

Las expectativas son múltiples. Lo ideal es que:

  • La mesa de negociación deje de ser usada como extensión del campo de batalla en el cual se pierde o se gana todo.
  • Se abran caminos al pragmatismo, a la real politik y a la sindéresis en el ejercicio de la política.
  • Se ocupen de otros déficits, además del democrático: el humanitario que se manifiesta con la migración de 7,2 millones de personas; y el ambiental que se agudiza con la destrucción sistemática de la Amazonía, comenzando por la explotación del oro. 
  • El Gobierno, los partidos y liderazgos políticos reconozcan que las instituciones son el espacio de neutralidad en el cual es posible descender del potro ideológico para iniciar la transición democrática en una carreta lenta, pero la misma para todos, sin exclusiones.
  • Los negociadores, el chavismo, la oposición y el conjunto de la sociedad venezolana entiendan que la Mesa de México no es para convertir a todos en demócratas de la noche a la mañana sino para sentar las bases de cambios programáticos, mediante un proceso de diálogo y consulta en el que inexorablemente los más radicales quedarán rezagados en el camino. (Fin/CCH)

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