Una columna de humo se eleva sobre el cráter del Cotopaxi. A los pies del majestuoso coloso de nieve perpetua, tres investigadores vigilan los riesgos de erupción del volcán más "peligroso" de Ecuador por su potencial destructor.
Armados con un pequeño equipo de herramientas, miden la temperatura, conductividad y el ph de tres vertientes de agua en la cara nororiental del gigante, de 5.897 metros de altura.
"Está en actividad moderada ascendente y lo que observamos es una emisión continua de gases, principalmente, y, en ocasiones también, de ceniza", dice a la AFP Silvana Hidalgo, vulcanóloga e investigadora del Instituto Geofísico (IG).
La amenaza palpita desde que hace casi tres meses el Cotopaxi empezó a expulsar humo gris. La ceniza llegó hasta Quito, a 45 km al norte del volcán. La última columna fue de unos 2.000 metros de altura, según el balance más reciente.
"La idea es llevar un control porque el sistema hidrotermal está muy relacionado con la actividad volcánica", explica el investigador Daniel Sierra, quien no para de apuntar datos en su cuaderno a partir de las mediciones que arrojan aparatos especializados sumergidos en un río.
Ubicado en el centro andino de Ecuador, el Cotopaxi se reactivó en 2015 luego de 138 años de letargo.
"El volcán tiene aproximadamente una actividad por siglo, entonces es importante que esté correctamente vigilado", ya que tiene potencial devastador para las poblaciones, animales y cultivos cercanos, alerta Hidalgo.
La vulcanóloga lidera al equipo mientras toma muestras del río Pita, que nace en el macizo y atraviesa el poblado de Sangolquí, ubicado en el Valle de los Chillos, cercano a Quito y blanco probable de una gran erupción, como la de 1877.
La amenaza se extiende hacia el sur a las localidades de Latacunga y Salcedo.
En la zona de influencia del Cotopaxi, de cobertura glaciar, viven unas 300 mil personas. Alrededor también hay instalaciones estratégicas como oleoductos y grandes extensiones agrícolas y ganaderas.
El más vigilado
"Por su peligrosidad, por su ubicación geográfica y por el casquete glaciar que tiene es quizás el volcán más peligroso del país y uno de los más peligrosos del mundo", comenta Sierra, otro de los expertos del IG.
Por eso es también el "mejor monitoreado" de Ecuador, añade.
El primer equipo de vigilancia se instaló en 1976. Hoy tiene 60 estaciones con sismómetros, medidores de gases, cámaras térmicas, detectores de lahares o flujos de lodo y escombros, entre otros aparatos.
El geólogo Marco Almeida es el encargado de analizar los gases que libera el Cotopaxi desde octubre.
"Si vemos que hay más cantidad de dióxido de azufre, podemos asumir que hay un cuerpo magmático nuevo que está subiendo" hacia el cráter y puede considerarse una amenaza, explica.
El peligro del Cotopaxi no está en su lava, sino en los flujos piroclásticos, una mezcla de material incandescente, como ceniza y rocas de diversos tamaños, que se desplazan a altas velocidades.
Este cóctel ardiente puede derretir el glaciar y empujar las avenidas de lodo como en 1877, cuando los lahares tardaron algo más de media hora en llegar a Latacunga y casi una hora al Valle de los Chillos, según un reporte divulgado por el IG.
"La zona de peligro debido a los lahares es muy amplia y debemos tener un ojo bien puesto sobre el volcán para que cualquier cambio podamos detectarlo, ojalá con suficiente tiempo", señala Hidalgo, tan hermanada con el volcán que incluso lo lleva grabado en sus aretes.
Asentado en la cordillera de los Andes, Ecuador tiene 84 volcanes. De imponente forma cónica, el Cotopaxi fue el último en despertar de los tres colosos actualmente activos en el país, una lista que se completa con el Sangay y el Reventador.
El volcán Tungurahua tuvo un largo proceso eruptivo entre 1999 y 2016, pero actualmente está en calma.
Quienes viven en las inmediaciones del Cotopaxi se han acostumbrado a contemplar su cráter humeante cuando amanece despejado. En 1902, 1904 y 1940 arrojó gas y ceniza.
En el país "las erupciones son comunes y son frecuentes", por lo que es vital "la planificación territorial" y "generar sistemas de alerta temprana", sostiene Hidalgo.
La incertidumbre planea cada tanto sobre este paisaje de piedras enormes y llanuras inmensas rajadas por las huellas del último lahar.