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El árbol de Licinio, un homenaje a la memoria en San Juan Nepomuceno

En agosto del año 2002, un grupo armado llegó a la finca ‘Los Guáimaros’, ubicada a 20 kilómetros de San Juan Nepomuceno, Bolívar, y masacró a 15 campesinos.
Masacre en San Juan Nepomuceno | El guáimaro, un árbol de memoria
Foto: Camilo Pardo
Edgardo Ochoa

El guáimaro es un árbol que renace. Sus propiedades lo hacen parecer un árbol ‘Mágico’, el guáimaro se levanta para enfrentar el cambio climático y ser una alternativa de vida para las comunidades.

El 30 de agosto de 2002 fue viernes, pero para la época eso no era sinónimo de fiestas ni celebraciones, porque San Juan Nepomuceno, en Bolívar, como el resto de la subregión de los Montes de María, estaba sitiado por grupos armados que obligaban a sus habitantes a estar dentro de sus casas desde las seis de la tarde.

Eran aproximadamente las nueve de la mañana cuando en la capital mundial de la galleta ‘María Luisa’, se rumoraba que habían asesinado a tres campesinos en la finca ganadera ‘Los Guáimaros’, de propiedad de José Guardela. José Luis Contreras ‘Luisito’, era el padre del administrador del hato, y traído por la brisa que bajan de la reserva natural ‘Los Colorados’, a sus oídos había llegado el rumor de que su hijo era una de las víctimas.

Cuenta Licinio Herrera Campo, un hombre que en la actualidad tiene 76 años y que toda su vida se ha dedicado al transporte de carga y pasajeros, que José Luis Contreras, quien además era su familiar cercano, llegó con 12 personas más y lo contrató para ir a ver qué era lo que había sucedido.

“Yo acepté porque ‘Luisito’ era mi familiar, pero les dije que hasta allá no llegaba, porque el camioncito no entraba por el camino, por eso me quedé en ‘Porquera’ (San José del Peñón), el corregimiento que está antes”, recuerda el chofer sentado bajo el árbol protagonista de esta historia.

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Foto: Harvin Barrios

El conductor que viste un pantalón corto, un suéter azul celeste y chancletas, cuenta que esa fue la última vez que vio al grupo que salió rumbo a ‘Los Guáimaros’, porque preso del miedo por los disparos y las explosiones que escuchó, se devolvió hasta el casco urbano donde lo esperaban los familiares y amigos de las personas que hacía nueve horas habían salido a averiguar la suerte de los trabajadores de la finca con nombre de árbol.

“A mí me dolió mucho la muerte de esas personas, porque eran familiares, amigos, a todos los conocía, incluso el muchacho que manejaba el jeep que quemaron fue trabajador mío durante bastante tiempo. Por eso un día decidí plantar este árbol donde estamos sentados, para recordarlos y también para contribuir a que el parque tenga sombra, porque acá solo estaban esas palmeras que se ven del otro lado”, explicó Licinio señalando con su mano derecha, la misma con la que maneja la caja de cambios de su camión Ford 300.


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Actualmente el árbol que está sembrado en una de las esquinas del parque Olaya Herrera de San Juan Nepomuceno, además de brindar sombra para que Licinio pase las tardes luego de largas jornadas en su parcela y conduciendo por las maltrechas vías terciarias montemarianas, también sirve para proteger el monumento donde están escritos los 15 nombres de los hombres que murieron a manos de un grupo que, 20 años después, no saben si sus victimarios eran del lado izquierdo, del derecho, del centro, o si eran legales o ilegales.

Licinio, con voz recia y con unas gotas de sudor en su frente, producto del sol canicular que azota el mediodía en estos pueblos, narra que el lugar donde sembró el árbol de caucho se ha convertido en el sitio donde cada año los familiares y amigos de las víctimas de la masacre de ‘Los Guáimaros’ se reúnen para conmemorar la memoria de los suyos.

“Aquí es donde realizan las reuniones y los actos todos los 30 o 31 de agosto. Y bueno, se sienta uno a tardear”, puntualiza.

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Foto: Harvin Barrios

Vale recordar que, las investigaciones judiciales respecto a esta masacre ocurrida tan solo dos años después de la de El Salado, en El Carmen de Bolívar, habían estado a cargo de la Fiscalía General de la Nación, en oficinas de justicia ordinaria y justicia transicional, en las que tres despachos de Barranquilla buscaron determinar una posible responsabilidad de la extinta guerrilla de las Farc en esos asesinatos. El tribunal de Justicia y Paz hizo lo propio, de forma paralela, frente a las versiones que plantearían una posible participación y coautoría de paramilitares del Bloque Héroes de los Montes de María en esos sucesos.

Mientras que los familiares de Francisco Lang, Eugenio Mercado García, Joaquín Ortega Hernández, Sergio Luis Herrera, Manuel de Jesús Yepes, José Manuel Tapia, Danilson Cantillo, Eberto Meléndez, José Luis Contreras, Rider Ramírez, Rafael Barrios Serrano, Manuel Joaquín Luna, Andrés Romero Quintana, Roberto Blanco Rodríguez, Rafael Santana Manjárrez, esperan por fin saber porque fueron asesinados, el árbol de caucho sembrado por Licinio Herrera seguirá siendo el monumento vivo que le recuerde a los sanjuaneros y montemarianos, que ellos están y seguirán vivos en sus corazones y memoria.

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