En la cédula de ciudadanía de la mamá de Víctor Oviedo en lugar de la rúbrica aparece el texto “manifiesta no saber firmar”. De su papá, solo sabe que murió cuando era un bebé. Y de su infancia recuerda que “dormía entre las ahuyamas, repollos y berenjenas en el puesto de verduras que mi mamá tenía en la plaza de mercado”.
Con la pobreza como barrera para casi cualquier sueño de un mejor futuro, y huérfano desde los 14 años, Victor tuvo una vida difícil como la de muchos niños y niñas en Colombia.
“El trance más difícil de mi vida. Muy complejo porque quedé muy temprano por ahí volando, primero viví con mi hermano un tiempo y luego donde mi hermana, y así pasé mucho tiempo de un lado a otro, arrimado”, dice Víctor sobre la complejidad tras la muerte de su mamá y confiesa “todavía tengo mamitis”, pese a que ocurrió hace 34 años.
En medio del desamparo, pasó su adolescencia en el barrio Manuela Beltrán, de Floridablanca, donde abundaban las carencias.Este es un barrio construído con más ilusión que dinero y el apoyo de organizaciones sociales y de partidos políticos de izquierda.
“Un barrio que estaba en gestación producto de las luchas populares por el derecho a la vivienda; era un barrio sano, pero se ‘vaguiaba’ mucho, la mayoría no estudiábamos; cuando llegué a vivir allá tenía 16 años y había terminado quinto primaria, en esa época no había espíritu de salir adelante, ni siquiera yo la tenía”, revela.
Para empezar y terminar el bachillerato y la universidad, muchas veces tuvo que caminar horas para llegar a clases, almorzar un tinto, estudiar en libros prestados, “vivir en casa de amigos”, “en un taller de mecánica”, “en un rancho”, “en una sede política”, lugares que repasa en su memoria.
Pero, aun así, estudió en la jornada nocturna del mejor colegio público de Bucaramanga, el Tecnológico Dámaso Zapata, y fue el mejor bachiller de su promoción.
“Saque 397 puntos en el ICFES (hoy pruebas Saber), eso me habilitó la oportunidad de continuar mi proceso formativo y me ayudó a que, entre casi 300 personas, que se presentaron para estudiar Derecho ese semestre en la Universidad Industrial de Santander, yo quedara de quince”, explica con satisfacción.
Se graduó de abogado en el año 2001, andando siempre el camino que le enseñó que tenía derecho a estudiar, a ser feliz y a un mundo mejor para que su historia de vida no se repita.
“Pensar que haya gente pobre en medio de tanta riqueza es tal vez lo más injusto que haya en esta sociedad. Y tal vez eso fue lo que me motivó a continuar mi proceso de formación, a ver que le puede aportar uno a esta sociedad para que cambie, donde la gente no tenga que pasar por estas penurias para sacar adelante su proyecto de vida, que no se repita la historia mía”, concluye.
Ha trabajado en la Defensoría del Pueblo, en el programa Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, en la Unidad de Tierras, y actualmente en una comisaría de familia, buscando la protección de los derechos humanos como objetivo primordial.
Todavía asiste gratis a quien lo necesite, dividiendo el tiempo entre su vida familiar con su esposa y dos hijos, amigos viejos y nuevos, y de las conversaciones y lecturas con las que busca cambiar el futuro de otros.
Si quiere conocer más sobre la historia de Víctor Oviedo, escuche esta crónica del programa Historias.