En Colombia la figura de madre sustituta es una modalidad del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar (ICB) en la que se desarrolla un proceso de atención interdisciplinario con el niño, niña o adolescente y su familia o red de apoyo, para superar las situaciones de vulneración de derechos.
32 años en la labor de madre sustituta le han dado a María Rubiela Mancera la suficiente experiencia, valor y fortaleza para entregar a un sin número de “hijos” todo el amor y la dedicación que requieren, sin importar las dificultades o circunstancias que los haya llevado hasta su hogar.
La labor de madre sustituta la heredó de su madre y también la siguió una de sus hijas biológicas, motivadas por el amor y el servicio a los demás. “Uno no quiere que sus hijos bilógicos pasen lo mismo que ellos, por eso uno se esmera para sacarlos adelante”, afirma Rubiela.
“He tenido niños en condición de adoptabilidad, los bebés se van y para uno desprenderse de ellos es difícil, uno aspira que ellos tengan una familia que los quiera, los respete y los oriente como nosotros”, explica María Rubiela.
“He tenido niños desmovilizados que vienen de situaciones difíciles, también niños de consumo que no tienen una orientación, niños con discapacidad que es otro reto para sacarlos adelante”, agregó.
Rubiela Mancera asegura que convertirse en madre sustituta es una vocación de servicio, pues no hay dinero o bienes materiales que recompensen el cariño y la gratitud que reciben de sus hijos no biológicos.
“Ser madre sustituta es tener amor, corazón y voluntad, a uno le debe nacer darles ese amor de padre o madre de familia, que se reciban en casa con cariño, es saberlos orientar, saberlos guiar, que no sean rechazados si no aceptados, es aconsejarlos y sacarlos adelante”, afirmó.
Aunque la familia sustituta como en el caso de María Rubiela es temporal, esto no es impedimento para que su hogar funcione como lo sería cualquier familia tradicional.
“Ellos saben que son mis hijos a pesar de la edad que tengan y que estén declarados en adoptabilidad, se establecen reglas y ellos las cumplen, son respetuosos y responsables, aunque muchos ya sean jóvenes. Lo más difícil de ser madre sustituta es el desapego, cuando se van en adopción ya uno no tiene más contactos con ellos, ya no se sabe cómo están, si están felices o tristes, es una incógnita no saber nada, es difícil hacer el desapego”, puntualizó.
Madres comunitarias
Otra de los programas que establece el ICBF en Colombia son las madres comunitarias, que son agentes educativos responsables del cuidado de los niños y las niñas de primera infancia del programa de Hogares Comunitarios de Bienestar.
Son reconocidos en su comunidad por su solidaridad, convivencia y compromiso con el desarrollo de los niños, niñas y sus familias. El programa nace en el año 1986 y se reglamenta en 1989.
Bertilde Gustin es otra mujer que ha dedicado más de 30 años como madre comunitaria en la zona rural del municipio de La Florida en Nariño, recibe menores entre los 2 y 5 años, a quienes cuida y educa en valores y buenos modales.
“Ser madre comunitaria es aportar en el cuidado de los niños, uno se acostumbra a ellos, hay muchos que cuando llega el fin de semana no quieren irse”, asegura Bertilde.
Las madres comunitarias ejercen su labor con varios niños a la vez, donde otro de los propósitos es garantizarles un proceso de nutrición sana y adecuada, es importante tener en cuenta que los hogares de madres comunitarias a diferencia de las madres sustitutas cumplen un horario de atención y se rigen por ciertas pautas de cuidado y educación.
Hoy por hoy, en Colombia además de forjar lasos de familiaridad que garanticen el pleno cumplimiento y respeto por los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, existen propósitos enfocados en brindar garantías laborales y estabilidad para quienes ejercen voluntariamente esta tarea.