Como muchos perros al servicio de la fuerza pública en Colombia, Spay fue entregado por la Embajada de EEUU, y su historia se conoce a través del relato de Elver Javier Rodríguez, su guía canino en la Policía.
"Inicié el proceso con cierto desdén con un perro llamado Nico. Era muy flaco y sabía que al llegar a Caquetá se burlarían de él. Luego me dicen que Nico corresponde a otro compañero del Quindío, y llega Spay a mi vida".
Para culminar el curso, el perro y su guía deben detectar tres sustancias en una pista de entrenamiento. "Spay descubrió sin mayor problema estos elementos. Pero cuando llegó la hora de Nico, este logró identificar una cuarta prueba de la cual no teníamos conocimiento. Por su desempeño, Nico y su guía son enviados a Presidencia en el Palacio de Nariño, mientras que nosotros vamos para Caquetá", cuenta Elver con algo de picardía e ironía, sin desestimar nunca a Spay, pese a lo que ocurriría después.
Spay se pierde en la selva
La función de este dúo era detectar minas en campos de erradicación de cultivos ilícitos. La efectividad de Spay los hacía imprescindibles, por ello duraban hasta 70 días en zonas de operación. Esto generó hábitos entre Elver y su perro de raza labrador, uno de ellos es que el canino pernoctaba debajo de la hamaca de su compañero.
"Armamos una base en medio de la selva, y una noche mientras dormíamos nos lanzaron un cilindro bomba. La explosión fue tan fuerte que Spay salió corriendo. Cuando reportamos por radio la pérdida del perro, la comunicación fue interceptada", por esta razón, durante las tareas de búsqueda en la selva, bajo hostilidades constantes, los uniformados vieron diferentes caninos amarrados a los árboles, lo que según ellos, correspondía a trampas "cazabobos".
De acuerdo con su testimonio, Elver Rodríguez afirma que "la intención de estas trampas es lograr que, como fuerza armada, lleguemos hasta los animales y una vez en ese lugar, activar explosivos".
Sin embargo, cuando Spay cumplía tres días extraviado en la selva, llegó al lugar donde acampaban los policías, eso sí, lleno de barro. El olfato extraordinario y el vínculo con su guía habrían sido elementos determinantes para lograr que el perro se reencontrara con su compañero, pero lo increíble vendría después.
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Una forma 'divertida' de salvar vidas
Cada uno de los artefactos explosivos que Spay halló durante su servicio en Caquetá y Putumayo permitió salvar incontables vidas. Pero dos de estos hechos quedaron en la memoria de un grupo de uniformados para siempre.
El primero de ellos ocurrió en Caquetá, cuando el comandante de Policía de esta región se desplazaba hasta Cartagena del Chairá y tanto Spay como Elver hacían parte del equipo de primera línea, avanzando metro a metro para localizar posibles explosivos en la vía.
"Finalmente nos quedamos a 10 kilómetros del pueblo protegiendo la carretera y es en ese momento cuando me juego el almuerzo con un compañero", explicando que lo anterior sería una apuesta, y serían las habilidades del perro las que determinarían quién comería esa tarde.
"Yo le permitiría enterrar donde él quisiera un cartucho de pistola, asegurando que el perro podría encontrarlo. Sin embargo, Spay se dirigió hacia nosotros, avanzó unos metros y se sentó, con una expresión de satisfacción. En ese momento salimos corriendo, pues efectivamente en ese lugar habían instalado un cilindro bomba", explicó Elver Rodríguez, aseverando, además, que ese juego les salvó la vida.
Meses después, ocurriría el segundo hecho, cuando los uniformados fueron desplegados al municipio de Solita, también en Caquetá. Para ese tiempo vivían bajo la amenaza de un plan pistola contra la fuerza pública, lo que les impedía abandonar el sitio y que los pobladores les vendieran alimentos.
"Fueron 20 días, comiendo solo ración de campaña. Para ese momento, estábamos muy aburridos, pues teníamos mucha hambre", indica Elver.
Spay, por su parte, presentaba picaduras de insectos ya infectadas, y es cuando deciden solicitar transporte aéreo para que el perro sea atendido, con la esperanza además de poder embarcar también a los uniformados. Este apoyo fue negado. Pero esto no frenó los intentos de salir del área.
"Como el perro era parte de una ayuda de los EEUU, llamé al coordinador de caninos antiexplosivos que trabajaba estrechamente con la embajada de ese país. De manera inmediata, llegó un helicóptero por Spay, pero solo permitieron el embarque del guía. Por ello, los demás policías me entregaron sus tarjetas bancarias y contraseñas". Durante su estadía en Florencia, Caquetá, Elver Rodríguez pudo comprar alimentos mientras su compañero de cuatro patas era atendido en una veterinaria.
Una vez trasladados nuevamente hasta el municipio de Solita, Spay fue recibido como un héroe por parte de los uniformados. "Gracias al perro logramos comer algo diferente, a las raciones de campaña. Para nosotros fue como un milagro", aseguró el guía canino.
El atentado que puso barreras a la amistad entre Spay y su guía
Era miércoles 1 de septiembre de 2010, y sobre las 7:00 p.m., un grupo de policías se movilizaba por el corregimiento de Maguaré, entre Doncello y Rionegro, Caquetá, cuando fueron emboscados. Tras el ataque, 14 de ellos murieron incinerados.
Elver Rodríguez, junto a su perro labrador Spay, acompañaban el convoy cuando fueron hostigados; ambos sufrieron lesiones, pero lograron sobrevivir. Tras el hecho, el guía pidió ser trasladado a Bucaramanga, solicitud que fue aceptada, pero Spay se quedó en Caquetá por ser la zona asignada para el perro.
Luego de varios meses de interminables trámites, la Policía autorizó el traslado de Spay a Bucaramanga, viaje que debió costear en su totalidad el uniformado. Tiempo después, Elver Rodríguez es catalogado como no apto sin reubicación en la institución, debido a problemas de salud y estrés postraumático. Finalmente, en 2015, es destituido de la Policía.
Gracias al apoyo de algunos oficiales, quienes reconocieron el vínculo del guía y su perro, permitieron que el ahora ex policía visitara a su amigo.
Desafortunadamente, Spay al alcanzar una edad avanzada es enviado a un geriátrico para este tipo de animales en Macilla, Cundinamarca.
El último reencuentro
En 2019, Elver Rodríguez realiza una nueva solicitud ante la Policía Nacional para adoptar a Spay y así permitirle una vejez digna. Luego de cuatro años separados, es autorizada la petición, pero "el animal lo encontré en condiciones 'infraperrunas', estaba ciego, sordo y con garrapatas. En ese tiempo no le brindaron el amor que él requería".
Nuevamente en Bucaramanga, Spay logra pasar un año con su guía y ahora legítimo amigo, lejos de las órdenes, de las tareas peligrosas y atentados, protegido bajo el techo de un hogar en el que finalmente falleció.
"Mi esposa y yo le brindamos dignidad durante su último año de vida. Lo enterramos en la finca de Carabineros de Bucaramanga, sin honores ni ceremonia, pese a las incontables vidas que salvó", puntualizó Rodríguez, mostrando un tatuaje en su brazo. Es la imagen de Spay, vistiendo un uniforme de coronel de la época de Bolívar y Santander, como una forma de recordarlo siempre con los "honores" que nunca recibió.