Según el Atlas de la Diabetes de la Federación Internacional de Diabetes, en el 2021 más de 1,2 millones de niños y adolescentes entre los 0 y 19 años vivían con diabetes tipo 1, y 1 de cada 6 nacidos vivos- 21 millones- se vieron afectados por la diabetes durante el embarazo-, cifras que evidencian el gran desafío que representa esta enfermedad para la salud y el bienestar de los menores y sus familias en el mundo, más si se tiene en cuenta que el número de casos ha ido creciendo entre niños, niñas y adolescentes.
Las causas asociadas a este incremento, según los expertos, se deben principalmente por un aumento del sedentarismo, a una alimentación inadecuada, al sobrepeso, y estilos de vida poco saludables. Según explica el doctor Óscar Rosero, endocrinólogo y experto en estilo saludable, la diabetes más común en los menores, hasta hace poco, era la tipo 1, conocida como diabetes juvenil, la cual se da por la deficiencia en la producción de insulina pancreática, es decir, cuando el páncreas no produce insulina, que es la hormona que ayuda a que la glucosa entre en las células para darles energía, por lo que a quienes la padecen se les debe administrar mediante inyecciones diarias.
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No obstante, cada vez son más los casos de niños con diabetes tipo 2, también conocida como diabetes no insulinodependiente, que se basa en una pérdida progresiva de la secreción de insulina, generalmente acompañada de resistencia a la insulina, y cuya causa, agrega el doctor Rosero, es un 10% genética y 90% por malos estilos de vida, exceso de peso, inactividad física y alimentación, que si no se trata de forma adecuada, pueden llegar a provocar graves trastornos a largo plazo, como pérdida de visión, enfermedades cardiovasculares, insuficiencia renal o problemas pulmonares, entre otros.
Adicionalmente, existe un tercer tipo de diabetes, la llamada diabetes mellitus gestacional, la cual caracteriza por los altos niveles de glucosa durante el embarazo de la madre que, según señala el doctor Rosero, “tiene como factores de riesgo el sobrepeso, la resistencia a la insulina antes del embarazo, los cuales se derivan de malos hábitos de vida, poca actividad física y una alimentación inadecuada, con alto aporte de comida ultra procesada, la cual puede afectar tanto para la madre como al bebé”.
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Por un lado, se aumenta la probabilidad de un nacimiento prematuro y preeclampsia o alta presión sanguínea inducida en el embarazo. Así mismo, un alto nivel de glucosa puede hacer que el bebé sea más grande de lo que normalmente debería -es lo que se llama macrosomía fetal- por lo que puede sufrir lesiones durante el parto.
“Los niños que nacen de madres con diabetes gestacional tienen riesgo de complicaciones en la primera infancia como, por ejemplo, la hipoglucemia temprana; y luego complicaciones a mediano y largo plazo, incluso en la vida adulta. Se sabe que la diabetes gestacional puede generar enfermedades como diabetes y resistencia a la insulina en el bebé”, asegura el doctor Rosero.
¿La diabetes se hereda ?
¿Puede esto significar que la diabetes es hereditaria? De acuerdo con el experto, la diabetes tipo 1 se produce sin una tendencia hereditaria específica, su heredabilidad no se ha demostrado, aparece por autoinmunidad, es decir, que en el organismo se crean defensas que neutralizan las células productoras de insulina pancreática. Mientras que la diabetes tipo 2 tiene un componente en un 10% de heredabilidad, el otro 90% se da por estilos de vida inadecuados.
“Si una madre o un padre tienen diabetes tipo 2, la probabilidad de que un hijo la adquiera-, si viene con alguna marca genética- no es más del 10%. Esto tiene que ver más con la heredabilidad de los hábitos de alimentación. Cuando los padres han tenido malos hábitos y eso les ha generado sobrepeso, obesidad o diabetes, esos sí se los van a transmitir a sus hijos, es decir, los hábitos sí son hereditarios”, agrega el doctor Rosero.
Un padre o madre que padecen diabetes puede heredar a su hijo la predisposición genética para que este pueda contraer la enfermedad, pero no significa que el hijo la vaya a padecer, es decir, que no se hereda la enfermedad sino la probabilidad de presentarla.
Prevención y control, las claves
Aunque no existe cura para la diabetes, controlarla les puede permitir a los menores llevar una vida casi normal. De ahí la importancia de monitorear rutinariamente el azúcar en la sangre, llevar una dieta sana estricta, limitando el consumo de alimentos y bebidas azucaradas, realizar ejercicio diario- por lo menos durante 30 minutos-, mantener los niveles de azúcar en la sangre en un promedio normal, realizar las visitas médicas de control de rutina, fomentar buenos hábitos en la familia, estar atentos ante síntomas o señales como un aumento en la frecuencia de la micción (orinar), que tengan mucha sed, se sientan cansados, bajen de peso, pero aumente el apetito.
De acuerdo con los especialistas, los niños con diabetes tipo 1 necesitan aportar diariamente a su organismo una dosis de insulina, que suele aumentar con la edad y deben aprender a conocer su enfermedad y a convivir con ella más allá de la medicación, así mismo, seguir unas pautas muy estrictas en cuanto a la alimentación y el ejercicio.
En cuanto a los menores con diabetes tipo 2, el control de los factores de riesgo es esencial para tratar la patología, pues en general se trata de niños obesos que además de la diabetes pueden presentar otros factores de riesgo cardiovascular, como colesterol elevado e hipertensión arterial. En este caso, es fundamental modificar los hábitos de vida y reducir peso.