Por: Richard Hernández
Sebastián Lozano es un joven bogotano, estudiante de Biología de la Universidad Nacional de Colombia, amante de la naturaleza, la ciencia, la fotografía, las frutas y la bicicleta. De madre santandereana y padre tolimense, vivió la mayor parte con su progenitora y una hermana mayor. Tiene otros hermanos con los que no comparte mucho tiempo. Y dedica gran parte de su vida a conocer Colombia viajando en bicicleta.
Estuvo estudiando Física en la misma universidad durante siete semestres hasta hace dos años, cuando le salió un puesto como director del Observatorio Astronómico de la Tatacoa (Huila). Allí trabajó un año. La pandemia lo cogió en ese lugar y aprovechó el tiempo para recorrer el desierto en bicicleta y hacer actividades relacionadas con la astronomía.
“Yo he estado muy ligado a la astronomía. Trabajé con los profesores Santiago Vargas y Giovanni Pinzón, en el tema de divulgación de las ciencias, por muchos lados de Cundinamarca y Boyacá. Dejé la física porque no era lo que quería. Todavía estoy en el grupo de ornitología de la universidad. Allí también estuve en los grupos de biología y espeleología. Ahora estoy estudiando Biología desde este semestre. Mi intención es hacer una doble titulación con geología”, señala.
Su afición por la bicicleta empezó cuando tenía 18 años y aprovechaba la ciclovía para entrenarse y así cumplir su sueño de, cuando fuera mayor, viajar por Colombia en bicicleta. Al cumplir 21 años le dio la “locura” -como dice él- de hacer su primer viaje en bicicleta de Bogotá a Medellín.
“Yo iba con tres amigos. Ninguno tenía experiencia en este tipo de viajes. El primer día a uno de ellos se le dañó la bicicleta. Al otro día, otro se enfermó. El cuerpo no resiste y, como tocaba acampar, dormíamos y también comíamos mal. Ese recorrido de cinco días fue todo un aprendizaje. Nos fuimos por la ruta del Sol. Hubo momentos en los que estábamos a 70 kilómetros del próximo pueblo y no había donde parar a almorzar”, comenta.
En dicho trayecto Sebastián y sus amigos se quedaron varias veces sin líquido para beber. Luego, cuando estaban ascendiendo a Medellín, aprendieron que subir montañas no era tan fácil y que las piernas también necesitan descansar. Sin embargo, lograron llegar y allí los recibieron unos amigos. De regreso a Bogotá hicieron una sola etapa y tomaron un bus.
Luego, con uno de los compañeros de aquella aventura, hizo una segunda travesía por Boyacá y Santander. Después comenzó a hacer viajes más largos, pero solo y en etapas cortas, para conocer más pueblos.
“Yo no soy un ciclista que quiere mejorar su estado físico para recorrer largas distancias en el menor tiempo, mi idea es recorrer los pueblos que hay en un camino. Entonces siempre he ido armando previamente la ruta con el mapa para saber a qué distancia están esos municipios. Cuando tengo que hacer un desvío para conocer una población extra, lo hago y no tiene que ser un pueblo bonito o conocido sino cualquier pueblo”, afirma.
El viaje más largo que ha hecho Sebastián fue hace dos años de Bogotá a La Guajira, que le tomó 45 días. En ese trayecto pasó por varios departamentos como Cundinamarca, Tolima, Caldas (todo el eje cafetero) y Antioquia. Llegó a Necoclí, en la costa Caribe, y de allí hasta La Guajira. De vez en cuando se desviaba para conocer pueblos de Córdoba, Bolívar y Magdalena. A veces tuvo que transportar la bicicleta en canoa, cuando visitó las poblaciones cercanas al río Magdalena.
Durante más de cinco años Sebastián ha recorrido 217 municipios y unas 15 capitales del país. Una de las ventajas que le ha facilitado hacer esos viajes es ser estudiante de la Universidad Nacional de Colombia. Esto le ha permitido hacer muchos amigos en diferentes partes del país. En muchos sitios ha llegado a los hogares de quienes también son aficionados a la astronomía.
“Es más por amor al arte. He tenido trabajos muy cortos que me han permitido conseguir un poco de dinero que ahorraba todo, y ni siquiera era con la idea de hacer un viaje, sino que el viaje surgía espontáneamente. Entonces planeaba la ruta y me iba animando a medida que miraba el mapa. Preparaba mi bicicleta y con esa plata me iba y hablaba con mis amigos para que me recibieran en sus ciudades”, cuenta.
Sebastián publica en su WhatsApp los estados, y sus amigos se enteran de su viaje y le ofrecen hospedaje. Claro está que también tiene dinero para quedarse en hoteles y comer bien para poder descansar y recuperarse de esas duras jornadas. Siempre se ha autofinanciado. Su bicicleta es lo más importante, porque es la que lo lleva a esos sitios desconocidos.
“Por eso hay que aprender lo básico: quitar la ruedas para meter la bicicleta en un bus en caso de una emergencia, saber despinchar y quitar el neumático, etc. Compré una bicicleta todo terreno, con ruedas más gruesas, porque el país no solo tiene carreteras 4G. Al contrario, la mayoría son veredas con vías destapadas y a mí me gusta ir por esos caminos. Si veo un pueblo metido en la montaña, pues me meto por ahí”, comenta.
A Sebastián le gusta viajar solo porque notó que haciéndolo de esa manera iba a su propio ritmo. Además, como es muy estricto en sus horarios de comidas, se alimenta a la hora correcta. También se hidrata y se acuesta temprano.
Asimismo, dice que no necesita viajar acompañado porque si se vara, como le ha ocurrido muchas veces (su bicicleta se ha llegado a pinchar en un día hasta seis veces), él puede arreglárselas solo y, si le queda difícil, entonces pide ayuda a la gente que pasa.
A pesar de ser muy cuidadoso y llevar siempre su casco puesto, se ha caído un par de veces bajando por esas trochas por donde suele transitar. Una vez por los lados de los Montes de María se cayó y quedó un poco lastimado. Le tocó llevar la bicicleta caminando hasta el siguiente pueblo. También dice que es más inseguro circular en bicicleta por Bogotá y que nunca lo han intentado asaltar, a pesar de que ha pasado por regiones inseguras.
“La gente piensa que ir al lado de tractomulas es peligroso. Yo estoy muy agradecido con esos conductores porque ellos siempre se abrían para no estar muy cerca mío. Una vez bajando por Fusagasugá, a un carro le dio por parquearse de repente y me cerró muy feo, tuve que frenar, pero no me caí. Pero nunca tuve un accidente grave. En otra ocasión, bajando La Línea para llegar a Armenia, fue muy gracioso porque bajaba con unos 10 harlistas, todos con sus motos ruidosas, y yo en la bicicleta al lado de ellos”, comenta.
De los muchos pueblos que ha recorrido, Sebastián resalta a Santa Fe de Antioquia y Jardín, en ese mismo departamento. También a La Virginia (Risaralda) donde le pareció curioso que la mayoría de sus habitantes montaba en bicicleta. Firavitoba (Boyacá), por sus dos bonitos parques. Ovejas (Sucre), que le pareció hermoso. Necoclí por su zona natural y en donde cerca a la desembocadura del río Atrato, según los lugareños, llegan los troncos con serpientes a las playas.
Como a Sebastián le gusta la biología, aprovecha esos viajes para buscar monos. Por eso lleva su guía de estas especies para encontrar los sitios donde habitan. En sus recorridos logró ver cuatro especies y tomarles buenas fotos, porque pudo comprar una cámara profesional. Otro gusto que se da es poder probar la variedad de frutas que tiene Colombia.
“El viaje a La Guajira lo hice también para probar la mayoría de las frutas. Saboree más de 50: níspero, zapote costeño, arazá, corozo, tamarindo. En el viaje por Caquetá y Putumayo probé la uva caimarona, la guama, el chontaduro, el fruto del cacao. En otras regiones saboree el madroño, mamoncillos y una gran variedad de mangos y bananos. Hasta me hice amigo por redes sociales de un experto en frutas nacionales que me aconseja qué fruta conseguir de acuerdo por donde estoy viajando”, cuenta.
En estos momentos se encuentra en Florencia (Caquetá), donde trabaja en un proyecto turístico con un empresario que tiene una finca en las montañas con un hermoso mirador. Allí hay una casa de madera, generalmente rodeada de neblina en medio de las nubes. En esta última ruta visitó unos 24 pueblos de Huila, Caquetá y Putumayo.
“Yo digo: si el cuerpo de uno, sobre todo a la edad en que estoy (26 años), permite hacer este tipo de viajes en bicicleta, porque el cuerpo tiene esa vitalidad, me parece que es un desperdicio no aprovechar esa energía haciéndolo. Porque yo sé que en algunos años no voy a tener la misma energía. Siendo responsable con el cuerpo, uno puede llegar lejos y si tengo la bicicleta, el tiempo y el dinero, yo seguiré haciendo estas travesías”, concluye Sebastián Lozano.
Para conocer más sobre los viajes por Colombia en bicicleta de Sebastián Lozano, puede consultarlo en su cuenta en Instagram: sebasloz06.