Andagoya: Entre los cantos, la muerte y el olvido
El pasado puente festivo, mientras que en Cali y Bogotá los festivales Petronio Álvarez y Rock al Parque hacían vibrar a trescientas y cuatrocientas mil personas respectivamente, y los triunfos de Camilo Villegas y Nairo Quintana llenaban los titulares de los noticieros, en Andagoya, cabecera municipal de Medio San Juan (Chocó), la muerte estaba de fiesta y hacía de las suyas con algunos cientos de andagoyences y varios visitantes sin siquiera ser nombrada.
Arrivamos…
Sobre las once de la mañana del viernes, la tranquilidad de la selvática población se vio interrumpida por el estruendo que produjo el golpe de un tambor en medio del parque principal, con el que se llamó la atención para anunciar que la fiesta de los alabaos quedaba oficialmente abierta, con el desfile infantil que estaba a punto de comenzar. Ni los 36 grados de temperatura, con un 75% de humedad, pudieron evitar que los colegios marcharan y minutos después un primer grupo de viajeros nos convirtiéramos en “víctimas” de Andagoya.
El día anterior habíamos salido de Quibdó con la férrea convicción de que una vez llegáramos a nuestro destino, comenzaríamos a realizar el trabajo periodístico sin mayores contratiempos, sin embargo, la realidad de un departamento que históricamente ha estado envuelto en el olvido y el desinterés nacional nos confrontó para dejarnos ver su verdadero rostro, el de la ilusión de los niños que 24 horas después estaban caminando frente a nosotros al ritmo de un tambor.
Las risas, el baile y la hospitalidad de los andagoyences, comenzó por atrapar los lentes de las cámaras fotográficas que seguían la ruta marcada por los jóvenes estudiantes, un camino que terminó en el patio central de la escuela Policarpa Salvarrieta en donde los juegos tradicionales de la región se representaron y disfrutaron, como una forma de preservar los antiguos rituales de distracción infantil que se practicaban previo a la llegada de las multinacionales mineras a principios de siglo.
Ese viernes, mientras los estudiantes de cuarto grado bailaban “La carbonerita”, conocimos a Hilton Andrés, Junior como le dicen en el pueblo, un niño como cualquier otro que corre, salta y patea un balón, al tiempo que nos deja saber que su mejor regalo este año se debate entre una bicicleta y que su escuela no sea arrastrada por el río Condoto, el mismo que divide la población y que diariamente debe ser cruzado por Junior y sus amigos a través de un puente colgante “provisional” que tiene casi 30 años y se mueve sin cesar.
Las rondas terminan y todos, incluidos los niños, somos invitados a almorzar porque en el Chocó el dinero para el desarrollo nunca llega pero la comida nunca falta, y esto se recuerda al caminar por la población y encontrarse árboles de borojó, cacao, papaya y guanábana creciendo como maleza y sirviendo de escampadero para el aguacero diario que por fortuna solo llegó hasta las cinco de la tarde, cuando los primeros actos del día habían terminado.
Por entre las palafíticas casas de cemento, madera y zinc se asoman cuatro mujeres que entre sus manos sostienen a San Antonio, el santo de mayor devoción en las comunidades afro de Colombia, y con la bendición de los instrumentos la chirimía se enciende tras la imagen y así empiezan a recorrer cada centímetro del “laberíntico”, lugar para que nadie se quede sin saber que los alabaos se están acercando, y las delegaciones de los municipios vecinos deben ser recibidos con la alegría propia de los descendientes directos de los esclavizados negros, que llegaron a estas tierras para comenzar la explotación de oro y platino, que enriqueció a sus amos.
¡Levanten la tumba, levántenla ya, que el cuerpo se queda y el alma se va!
Las “víctimas” comenzaron a mezclarse al llegar el sábado pues junto a nosotros se aglomeraron, en el recién remodelado Teatro primero de mayo, quienes hacían su arribo desde Bojayá, Lloró, Istmina, Litoral de San Juan y los lugares más recónditos del departamento. Nosotros queríamos aprender y ellos querían tan solo ser ellos porque a diferencia de los eventos culturales “de renombre” en el Encuentro de alabaos, gualíes y levantamiento de tumbas no existe siquiera una hoja de programación, se trata de un espacio que fluye como el río pero sin cargar más pretensiones que la de no perder su pasado.
Desde que se tiene memoria los alabaos han acompañado el ritual funerario de los habitantes del pacífico, el canto-llanto de alabanza acompaña durante la velación y los nueve días de novena el pesar de la familia y los amigos del adulto que ha dejado este mundo y necesitará de la música para preparar su espíritu en la búsqueda de la redención eterna. Terminado el tiempo de rezo es momento de levantar la tumba con el último suspiro de dolor al entonar la frase ¡Levanten la tumba, levántenla ya, que el cuerpo se queda y el alma se va!
Héctor Rodríguez, creador del Encuentro hace 17 años, recuerda que después de que “la empresa” Chocó Pacific (Compañía minera que extrajo oro durante seis décadas en el río Condoto), abandonó el lugar y tan solo dejó pobreza en la zona, sus habitantes estuvieron a punto de derrumbarse ante la desesperanza y la falta de oportunidades, momento propicio para recordarles que si el destino marcaba la muerte ésta debería ser tratada con el respeto que lo habían hechos sus antepasados, por lo que decidió organizar el primer encuentro.
Alabaos a la memoria
A las ocho de la noche del sábado, en el remodelado teatro que hace un siglo construyó “la empresa” se dieron cita las 32 delegaciones y presagiando lo que estaba a punto de suceder, entonaron sus más sentidos alabaos hasta que en medio del segundo aguacero de ese día la memoria llenó de silencio el lugar. En el año 2002 casi un centenar de personas, entre ellas 48 niños, perdieron la vida en medio del enfrentamiento entre guerrilla y paramilitares; 12 años después, luego de haber viajado tres días en lancha, los sobrevivientes de la masacre de Bojayá se tomaron la nueva tarima de madera para cantarle a la muerte y a la esperanza de seguir luchando.
Ni San Antonio, la Virgen María o ningún otro santo pudo evitar que las lágrimas de las asistentes se fundieran con las que el cielo dejaba caer al mismo tiempo. Los aplausos de admiración no se hicieron esperar y los bajayaceños se sintieron de nuevo escuchados. Ya casi es domingo y la tristeza de la muerte se debe acompañar con algunos viches (bebida tradicional), además Junior y nosotros ya estamos cansados y meditabundos ante lo mucho que hemos visto de un pueblo que conocemos tan poco.
Un gualí para el alma libre
Cruz Nelly Ibargüen nació en Andagoya pero trabajó durante casi 20 años en Medellín y Bogotá, hoy se encarga del aseo en la Alcaldía municipal y ahora se alegra al saber que hemos aceptado su invitación a almorzar, una comida que aprovecha para mostrarnos su pequeña casa de madera en donde una repisa aguanta el peso de varias botella de licor, las que ella guarda para cuando llegue El campeonato de fútbol, el evento que durante la primera semana de enero congrega a miles de personas y a los caza talentos del balompié colombiano.
El arroz bochinche llenó los estómagos y alimentó la conversación porque a pesar de su humilde condición Cruz Nelly comprendió muy bien que la visita de un periodista a este sitio no es común y optó por aprovecharla al máximo. Un puente nuevo, mejores vías de acceso y que las inversiones no se desvíen son el clamor de todo un pueblo que se condensó en la sencilla mesa de la casa que nos recibió. “Para que cuando vengan a El campeonato puedan venir con más personas”expresó.
La lluvia baja la temperatura la noche del domingo y no es para menos, los gualíes se acercan y hay que estar frescos para todo lo que se aproxima. Junior acompañó hace un par de años la muerte de una de sus pequeñas primas y al igual que Adriana, la joven que atiende la cafetería del teatro, en otras ocasiones ha bailado durante los velorios de los niños. Víctimas de la locura y el absurdo nos fuimos adentrando en el más poderoso y extraño ritual de muerte que existe en todo el territorio nacional, el gualí.
Finalizando el siglo XVII el cimarronismo (negros libertos) se tomó las tierras chocoanas pero antes de que esto sucediera los esclavizados africanos, que fueron traídos para explotar los minerales, ya conformaban pequeñas familias, uniones que debido a las precarias condiciones de subsistencia veían como a diario los bebés nacían y al poco tiempo perdían la vida. Sin embargo, el neonato que perdía la vida sin haberla disfrutado en lo más mínimo se iba al cielo con la condición que sus padres anhelaban alcanzar, eran libres y al morir jóvenes tendrían la dicha de nunca haber servido a alguien.
Así, entre cantos y bailes nace el gualí, el acto funerario de un niño, en donde no hay luto ni tristeza pues una vez se abolió la esclavitud la alegría se cristianizó y el gualí se convirtió en expresión de pureza, ya que los niños no tienen pecados que nos hagan entristecer, añade Héctor Rodríguez al ver nuestras caras de asombro ante lo que parecía incomprensible hasta el momento.
Y el amanecer nos lleno de realidad…
Nunca antes una ministra, y menos de cultura, había pasado una noche en Andagoya y nunca antes un grupo de por lo menos cinco periodistas había bailado con la chirimía y amanecido frente al río. Nunca el Medio San Juan había tenido tantas víctimas al tiempo ni había podido hablar sobre la victimización a la que a diario son sometidos por el simple hecho de ser negros y vivir completamente alejados de nuestra realidad.
Fuimos víctimas de un pueblo que nos mostró su entereza y sus deseos de salir adelante pero que sobre todo nos mostró que pese al olvido y la ignominia, quieren darnos la oportunidad de que los conozcamos y les demos una mano. Junior, Cruz Nelly y todos los andagoyences esperan que el puente provisional o la escuela no se vayan con el próximo invierno, esperan que entendamos que el Chocó no es sinónimo de violencia y que por el contrario entendamos que esa mala imagen solo están en nuestras blancas mentes.
Ahora que gracias al trabajo de Héctor los alabaos, gualíes y el levantamiento de tumbas son patrimonio cultural inmaterial de la Nación, lo que nos queda por hacer es trabajar para que ellos dejen de ser las víctimas y ese papel lo asumamos los que nos enamoramos y ahora somos víctimas de Andagoya.
Nota: El único medio de comunicación nacional que acompañó el Encuentro fue Señal Radio Colombia, casa de medios que tuvo a bien ponernos en este lugar para contarle al país y al mundo lo que todavía seguimos ignorando. El Chocó aún está por descubrir.