Y de la misma manera que hoy conserva ese recuerdo, no puede hablar de un interés de toda la vida por la pedagogía y la escritura de literatura infantil y juvenil. “En mi época de carrera, escribir este tipo de libros era impensable. Nadie puede decir que a uno lo marcó en la infancia Mirringa Mirronga…”, asegura. Pero recuerda cómo, mientras se encontraba en vacaciones en sus estudios de Ciencias de la Educación con especialización en Literatura y Filología, se aunó con Clarisa Ruiz para lanza un proyecto llamado “El libro de los días”, un exitoso formato a la manera de diario con ilustraciones de Pedro Ruiz que permitía a los jóvenes desde llevar una agenda hasta consignar sus pensamientos. Luego vendría una obra de teatro a cuatro manos, y poco faltaría para empezar una carrera con títulos como “El terror de sexto B” (1995), “María de los Dinosaurios”, “Los agujeros negros” (2000) y “Una cama para tres” (2001), que junto con “El terror…” goza del privilegio de haber sido incluido en la Lista de Honor de la Biblioteca de la Juventud de Munich, la más importante colección en el mundo de libros de su estilo.
Yolanda Reyes se ha desempeñado además como pedagoga, desde su puesto como directora y cofundadora de Espantapájaros, librería y taller en el que ha impartido clases de lectura y acercamiento a la literatura a los más pequeños.
La autora bumanguesa, que en 2012 lanzó “Pasajera en tránsito”, su primera novela orientada hacia un público adulto, es nuestra invitada a Los Libros este domingo 14 de julio a las 8:00 a.m., con repetición el lunes 15 a las 10:00 p.m. Durante dos horas de charla, la escritora y pedagoga nos hablará acerca de su propia infancia (“Yo era una persona atormentada, a pesar de la felicidad de mi niñez. Es que esa es una época muy lúcida, de preguntas muy inteligentes”), las prácticas que la condujeron por los caminos de la literatura (“Yo de pequeña me inventaba muchas cosas, era mentirosísima. Y uno termina escribiendo para darle a los personajes la posibilidad de mentir o de ser envidiosos”), los premios literarios (“Yo me hice una hoja de vida como perdedora de concursos, y eso pone el cuero duro, porque por cada premio que se escapa hay un manuscrito que se ha quedado quieto por meses y al que se puede volver”) y sus colegas en la literatura infantil y juvenil (“Nos emparenta la autenticidad en nuestras búsquedas. Con nosotros se acabaron los relatos de niños idílicos que salvaban el mundo”).