Empecemos con una pregunta: ¿qué sería de los libros sin los lectores?
Serían una especie de ataúdes llenos de cadáveres: de personajes muertos, de historias muertas, de universos narrativos muertos. Por eso mismo, las bibliotecas y librerías serían como inmensos cementerios.
Hagamos otra pregunta: ¿por qué estarían muertos?
Porque mientras las tapas de un libro se mantengan cerradas no hay manera de que salga de él la magia de las palabras. Eso solo ocurre cuando el lector abre un libro y deja que los ojos sigan los renglones. Entonces pasa la magia de la resurrección, porque los ojos dotan de vida a las palabras y estas, quizás agradecidas, viajan de vuelta a los ojos, que son las puertas para entrar a la imaginación. Y ahí los libros reverdecen y hasta se vuelven inmortales, por ejemplo, cuando se quedan en la memoria de los lectores y estos empiezan a citarlos, recomendarlos o regalarlos.
Lee también:
Sigamos con las preguntas: ¿quién está detrás de la magia de que un lector abra un libro?
Justamente es en ese lugar donde se hace importantísima la figura de Juan Gustavo Cobo Borda, un apasionado de los libros que, además, ha trabajado incansablemente para que muchos otros nos atrevamos a abrir libros.
Este trabajo de Cobo Borda por hacer que abramos libros puede verse desde diferentes perspectivas. Por un lado, está su oficio como escritor. Sin duda, es uno de los poetas más prolijos y un referente de las letras colombianas. De sus manos han salido más de una decena de poemarios en los que se deja ver su aguda mirada sobre los temas fundamentales de la literatura (y también de la existencia humana): la muerte, el destino, el sufrimiento y la vida. Su pluma es afilada y ha logrado líneas poderosas, como esta, del poema ‘Obra’, que publicó en 1966 en el periódico El siglo:
Escribir
un poema es imposible
en tu memoria.
Grabar sobre tu rostro
la huella del olvido.
Saquear la vida
dejándote vacía.
Pero incluso antes de publicar su primer poemario, la pasión que siente Cobo Borda por los libros lo hizo editar una de las revistas más representativas de nuestra cultura colombiana: ‘Eco. Revista de la cultura de occidente’. Esta fue publicada en Bogotá por la librería y galería Buchholz, entre mayo de 1960 y junio de 1984. Cobo Borda estuvo frente a la revista en su último periodo, desde 1973 y hasta 1984. En Eco fue valiosísimo su trabajo reseñando obras, analizándolas y, en una palabra, construyendo un corpus de crítica literaria que marcó derrotero sobre cómo se debía pensar el desarrollo cultural de Colombia.
Te puede interesar:
Este trabajo lo llevó, más adelante, a escribir también una larga lista de ensayos donde reflexiona sobre diferentes autores, tanto literarios, como de las demás artes. Entre algunos de los más recientes están: ‘Fernando Botero. La plenitud de la forma’ ( 2007); ‘Historia de la poesía colombiana. Siglo XX’ (2006), ‘Lecturas convergentes, paralelo entre García Márquez y Mutis’ (2006).
Pero al mismo tiempo que hacía este gran trabajo como editor de Eco y ensayista, Cobo Borda también impulsó, entre 1975 y 1983, la colección ‘Biblioteca Básica Colombiana’, publicada por el Instituto Colombiano de Cultura. Esta colección tenía como objetivo construir un panorama literario de Colombia, para que nos pudiéramos hacer una idea de quiénes éramos. Y lo consiguió. Esa colección es hasta hoy en día una de las mejores maneras de rastrear los nombres más importantes de nuestra tradición literaria.
Ahora la Biblioteca Nacional de Colombia le hace un más que merecido homenaje al gran Juan Gustavo Cobo Borda. Es una exposición de piezas de la colección de la Biblioteca Nacional y de su archivo personal, en la que se deja ver su trayectoria e incansable trabajo por hacer que los libros sean abiertos y que siempre se mantengan así, su esfuerzo para que todos los días alguien se acerque a una biblioteca y resucite una obra.