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La huella del poeta Julio Flórez en Usiacurí, a 100 años de su fallecimiento

En busca de las famosas aguas medicinales de ese municipio atlanticense, el escritor encontró nueva inspiración para darle un giro a su obra.
Julio Flórez
Foto: Fundación Coprous
José David Oquendo

En 1909 el poeta boyacense Julio Flórez decidió radicarse en el municipio de Usuacurí, en Atlántico, atraído por la leyenda de las aguas medicinales para curar algunos quebrantos de salud.

En Usuacurí, población de marcada influencia indígena, el poeta alternaba las letras con las labores del campo como fuente de sustento. Allí echó raíces al enamorarse de Petrona Moreno, una adolescente con quien tuvo 5 hijos que nacieron en una casa transformada hoy en un museo. Asegura Liz Maldonado, voluntaria de la Fundación Coprous -dedicada a preservar el legado material e inmaterial del escritor-, que estudiar a Flórez abre ventanas para asomarse a la vida de aquella época. 


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“Él es un personaje que se quedó en nuestro corazón. Además de exhibir sus objetos personales, mostramos su poesía. Conjugamos el ambiente campestre con lo mejor de su obra”, dice.

El énfasis en la poesía de Julio Flórez radica en que, durante su estancia en Usiacurí y gracias a la inyección de moral que supuso conformar un hogar, este le dio un vuelco a lo que hasta entonces había sido su estilo literario: pasó de un tono apesadumbrado a un llamativo júbilo que marca un antes y un después para quienes se han adentrado en su obra. 

“Él era conocido como ‘el Poeta de la Gran Tristeza’ o ‘el Cantor de la Muerte’”, explica Liz Maldonado, “pero en Usiacurí sus letras se vuelven más apegadas a la vida, más optimistas y lúcidas”.

Mucho mérito tuvo -añade- la atmósfera tranquila y acogedora que caracteriza a Usiacurí desde siempre. Los planes de Flórez al llegar pasaban por esperar a que las aguas medicinales hicieran efecto y alistar de nuevo sus maletas, pero quedó deslumbrado con el paisaje florido y la calidez que le brindó la gente, clave para sentirse parte de una comunidad. “La Selva Redentora” fue el nombre con el que hacía alusión al municipio en sus poemas y en conversaciones con allegados.

Testimonio del vínculo entre el poeta y Usiacurí es la primera calle inaugurada en el municipio, en 1923, durante las honras fúnebres de Julio Flórez para honrar su memoria y facilitar la llegada de quienes deseaban darle el último adiós. No era esto otra cosa más que el cumplimiento de su voluntad, plasmada en el testamento escrito de su puño y letra, exigiendo que sus restos descansaran en el lugar donde había pasado el tramo más pleno de su vida.

Tras varios años en el cementerio municipal, su tumba es otro de los atractivos de la casa museo Julio Flórez, una vivienda patrimonial, con techo de paja, adornada con cuadros, fragmentos de poemas y algunas pertenencias del poeta. Liz Maldonado explica que todo lo material relacionado al poeta hace parte de “Exhibir”, nombre que le han dado a uno de sus objetivos misionales. “La idea es que nuestros visitantes puedan apreciar todo el entorno de Julio. Muchas de las personas que llegan pueden percibir todo lo que de allí se desprende”, sostiene.


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El centenario de la muerte de Julio Flórez se cumple el 7 de febrero. A falta de definir algunos detalles de la agenda, lo concreto es que habrá eventos especiales “para permanecer en nuestra labor de conservar, buscar más apoyos de la sociedad. La fecha nos ayuda a visibilizar la labor que hacemos. Además, estamos creando un libro con las memorias de 20 años de trabajo con la obra de Julio Flórez”, argumenta.

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