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László Krasznahorkai gana el Premio Nobel de Literatura 2025

El escritor húngaro László Krasznahorkai ganó el Premio Nobel de Literatura 2025 por una obra visionaria que explora el poder del arte en tiempos apocalípticos.
Leo NEUMAYR / APA / AFP

La Academia Sueca anunció que el Premio Nobel de Literatura 2025 fue otorgado al escritor húngaro László Krasznahorkai, de 71 años, por “su obra cautivadora y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. La decisión reconoce a una de las voces más singulares del continente europeo: un autor que, desde la soledad y la lentitud, ha narrado el desconcierto moral de la modernidad y la obstinación del espíritu humano frente al desastre.

Krasznahorkai nació en Gyula, una pequeña ciudad del sureste de Hungría, en el seno de una familia judía de clase media. Su juventud transcurrió entre las ruinas del comunismo y la desilusión de la democracia posindustrial. Desde allí forjó una literatura de larga respiración, frases que parecen no terminar nunca y párrafos que condensan la fatiga de una época.


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“La literatura demuestra que la belleza, la nobleza y lo sublime siguen existiendo, incluso para quienes apenas conservan una chispa de vida”, dijo el escritor tras conocer el fallo. “Leer libros nos da más fuerza para sobrevivir a estos tiempos difíciles”.

Un cronista de la decadencia y la fe

Su primera novela, Tango satánico (1985), lo convirtió en una figura de culto. Ambientada en un pueblo rural de la Hungría comunista, la obra retrata la corrupción moral y la pérdida de sentido en una comunidad condenada al estancamiento.
Con Melancolía de la resistencia (1989), Guerra y guerra (1999) y El barón Wenckheim vuelve a casa (2024), el autor completó una trilogía sobre la descomposición y la supervivencia: libros en los que la desesperanza convive con la belleza y el humor negro con la lucidez.

La Academia lo definió como “un gran escritor épico de la tradición centroeuropea, heredero de Kafka y Thomas Bernhard, que combina el absurdo, la ironía y una percepción casi mística de la realidad”.

Entre Europa y Oriente
Aunque su mirada nace del trauma histórico europeo, Krasznahorkai ha reconocido la influencia de China y Japón en su pensamiento. En Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río, ambientada cerca de Kioto, adopta el ritmo del zen y la contemplación como respuesta al caos contemporáneo. Su estilo, caracterizado por una sintaxis extensa y una cadencia hipnótica, refleja esa tensión entre la meditación oriental y el desasosiego occidental.

El jurado destacó que esa fusión de lenguajes —la lentitud como resistencia, la contemplación como acto político— representa un gesto profundamente literario en tiempos dominados por la velocidad y la distracción.

La palabra convertida en imagen

Krasznahorkai es también guionista y colaborador habitual del cineasta Béla Tarr, con quien desarrolló una de las alianzas más influyentes del cine europeo. Juntos llevaron a la pantalla Sátántangó (1994), una película de siete horas considerada una obra maestra del realismo existencial, y Las armonías de Werckmeister (2000), una reflexión sobre el orden y el caos filmada en un blanco y negro ritual.

En esas películas, las pausas reemplazan los diálogos y el barro sustituye la acción: son metáforas del mismo universo moral que habita sus novelas. “La lentitud no es un defecto, sino una forma de mirar”, diría el escritor años después, consciente de que su estética desafiaba al mercado y a la prisa de los tiempos digitales.

Una voz crítica y melancólica

Viviendo entre Viena, Trieste y Budapest, el autor ha mantenido una postura crítica frente al rumbo político de Hungría. En entrevistas recientes lamentó que su país “no haya aprendido a comunicarse ni a reconocer la dignidad de los demás”, y que la extrema derecha “haya convertido las heridas históricas en orgullo”.

Esa mirada desencantada también atraviesa su obra: la melancolía como resistencia, la soledad como espacio de dignidad, la palabra como último refugio frente al poder. Por eso, su Nobel se lee no solo como un reconocimiento estético, sino como un gesto hacia una literatura que cuestiona sin estridencia, que se detiene para escuchar el silencio del mundo.

Una literatura que vuelve al origen

Krasznahorkai, quien legó su archivo a la Biblioteca Nacional de Austria, publicó toda su obra en español bajo el sello Acantilado, traducida por Adan Kovacsics. Su escritura, dicen los críticos, “examina la realidad hasta la locura” y revela una obsesión por el destino humano en medio del colapso civilizatorio.

“Sin imaginación, la vida sería completamente distinta”, afirmó tras el anuncio del Nobel. Esa frase condensa su credo literario: la creación no como escape, sino como acto de lucidez.

El reconocimiento llega más de dos décadas después del último Nobel para un autor húngaro, Imre Kertész (2002), y coincide con los 80 años del premio a Gabriela Mistral, la única mujer hispanohablante que lo ha recibido.

El Nobel 2025 devuelve el foco a la literatura que no teme al silencio ni al pensamiento. En un mundo saturado de estímulos, la obra de László Krasznahorkai recuerda que la palabra todavía puede ser un acto de fe, explica la crítica literaria. Su universo, afirman, donde la belleza sobrevive a un mundo caótico, convierte al escritor húngaro en una de las voces esenciales para entender este tiempo de incertidumbre.

“Soy el escritor del fracaso —dijo alguna vez—, pero el fracaso es la única manera de decir la verdad".

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