A través de un largo proceso, los artesanos de Fúquene, Cundinamarca, han transformado la maleza que sale de la laguna de este municipio en increíbles creaciones que utilizan para su casa.
Su materia prima es el junco, una planta de tallos largos y verdes que siempre adorna las lagunas a su alrededor; que contiene una fibra que es aprovechada para la fabricación de canastos, roperos o individuales.
“Este arte viene de los abuelitos anteriores, quienes también lo trabajaban, pero antes se trabajaba solo con la estera y los juncos. Ya con un curso que nos dio Artesanías de Colombia y la Gobernación de Cundinamarca, en el año 99, empezamos a trabajar fruteros, paneras, canastos para la ropa, papeleras, bolsos, lo que tú quieras”, afirma doña Floralba Briceño, una orgullosa artesana de este municipio.
“Eso es maleza, nosotros la transformamos en cosas lindas y ayudamos a limpiar la laguna”, dice con la gran sonrisa que la caracteriza.
Pero conseguir este material no es cosa fácil, ya que es necesario un delicado proceso para que este sea apto para trabajarlo. Según describe doña Floralba, lo más pesado es sacar el junco de la laguna, puesto que tienen que cortar durante un mes el material de reserva para los próximos seis meses.
“Por ejemplo, si lo cogemos hoy nosotros tenemos que recogerlo hasta dentro de 20 días hasta que seque, cuando seque toca hacer manojitos, y esos manojitos cargarlos hasta la orilla, donde esté la lancha, luego de cargarlos a la lancha tenemos que salir por la laguna e ir hasta la orilla del vallado”, afirma.
Y agrega: “Luego nosotros los dejamos en la orilla del vallado y ahí toca traer el burro y ahí sí cargarlos para la casa, donde lo vamos a almacenar en un lugar donde no se moje porque si se moja se nos daña”.
También dependen de la lluvia, ya que es una planta que crece en lugares húmedos.
Gracias a esta herencia que le dejaron sus padres y abuelos, doña Floralba tiene un emprendimiento en Fúquene junto a su socio, Agustín Briceño, desde hace 20 años, a quien le enseñó este oficio.
Para él, crear estas artesanías con sus manos significa darle un sentido de identidad a las nuevas generaciones para que se apropien de sus costumbres. “Como artesano logré darle el ejemplo a las nuevas generaciones de que continúen con nuestro trabajo. Enseñándolos, llevándolos al taller, diciéndole la materia prima. Estos son los insumos, se trabaja así, se elabora así, se llega al producto final y para que lo comercialicen”, dice.
Doña Rosalba también cuenta que una de las experiencias más bonitas que le ha dejado su trabajo ha sido ser elegida por el ministerio de Cultura para participar en una feria de Artesanías en la ciudad de Washington, en Estados Unidos.
“Demostramos que Colombia no era lo malo que dicen allá, que vean todo lo bonito, porque a nivel de Colombia fuimos 100 artesanos y allá pusimos en alto lo que nosotros no somos”, afirma.