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El bambuco fiestero: tradición, historia y sentir tolimense en El Espinal

Bailando descalzos y con gran velocidad, los danzantes siguen el compás al son del grito: ¡iiiiiih San Pedro!
Historia del bambuco fiestero | San Pedro en El Espinal
Foto: Cenuver Giraldo
Cenuver Giraldo

Los orígenes de esta particular danza de El Espinal (Tolima), más conocida como bambuco fiestero, se remontan a 1940, cuando en medio de las fiestas de ese año y acompañado del jolgorio de la música de Emiliano Lucena y Eleuterio Lozano, Milciades Garavito Wheler compuso el famoso bambuco. 

El grito de Pedro Rocha también quedó inmortalizado junto a las notas musicales que brotaron ese día bajo el techo de la tienda de Diomelita Rozo, ¡iiiiiih San Pedro!

Desde 1914, durante las fiestas patronales de este municipio, los espinalunos tenían por costumbre bailar el bunde tolimense. Así lo hicieron por alrededor de veintiún años hasta que en 1935 la Asamblea departamental lo proclamó como himno. Desde ese momento, El Espinal se quedó sin una canción emblemática para celebrar sus fiestas, hasta que en los cuarenta todos los grupos empezaron a tocar las tonadas de Garavito Wheler. 

Según Carlos Jhonson Morales, investigador y coreógrafo de la danza de San Pedro en El Espinal, cuando la gente escuchaba las notas, saltaban a las calles en algarabía y empezaban a bailar la música imprimiendo su propia manera de interpretarla. 

“A diferencia de otras regiones, en El Espinal marcamos el bambuco más saltado, porque nosotros bailábamos descalzos en las calles calientes”, señala Jhonson mientras recuerda los hallazgos de la investigación que lo llevó, junto a otros colaboradores, a institucionalizar este baile en cuyo honor también hay un reinado nacional. 

Para Naryi Jaslín Cervera, embajadora de esta tradición, lo más difícil de interpretar la coreografía “es el ritmo y coger los pasos sin salirse del tiempo” ya que la canción se caracteriza por ser muy rápida y en la tradición, es un reto no solo tocarla sino bailarla cada vez más rápido. “Y entre menos cansada termine, mucho mejor”, cuenta. 

Foto: Cenuver Giraldo

El músico laboyano Jorge Hoyos, quien viaja por el mundo interpretando el saxofón en las calles y en las fiestas de los pueblos, cuenta que desde los seis años, su padre, Telesforo Hoyos, indígena de San Agustín en el Huila, le enseñó a tocar la canción en viento de clarinete. Esta misma melodía la ha interpretado en Chile, Ecuador, Bolivia, Perú y en algunos países de Europa. 

“Es muy conocido, es una ligereza de manos” puntualiza antes de llevarse la boquilla a los labios y empezar a hacer la demostración que trae consigo los aplausos de la gente. Desde su pequeño escenario en la calle tercera de Ibagué, la ciudad que visita durante la celebración del Festival Folclórico Colombiano rememora “cuando lo toco recuerdo mi juventud, me acuerdo del Huila, del Tolima y de El Espinal”. 

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Foto: Cenuver Giraldo

El San Pedro en El Espinal es una carrera contra el tiempo, de los músicos por tocarla y de los bailarines por superar la barrera de los dos minutos con cuarenta segundos que toda pareja de expertos se propone romper en cada muestra. 

Las figuras y pasos que deben ser ejecutados perfectamente al compás de seis octavos, fueron el resultado de una investigación en la que Conchita Concepción Álvarez de Moreno, Reinaldo Sánchez y Carlos Jhonson Morales plasmaron los movimientos que tras cincuenta años se habían convertido en folclor. 

La danza también se distingue por ser el único bambuco que tiene un paso llamado valseo, el cual se compone de una torsión repetitiva y veloz por parte de la mujer mientras es sujetada por los brazos del hombre.

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Foto: cortesía, Malú Sánchez González

 Jhonson cuenta que en su indagación, este paso no se encontraba referenciado, sin embargo, habría sido la misma gente la que empezó a reclamarlo porque cuando el territorio de la Hacienda de Llano Grande - como se conoció a El Espinal antes de ser un poblado- fue productor de algodón, gran parte de la población era de ascendencia paisa, trabajadores que llegaban para la época de la cosecha y quienes en las celebraciones le añadieron este paso propio del pasillo y de su influencia española. 

Como la mayoría bambucos, la coreografía da inicio con un enamoramiento y en adelante todo se convierte en un juego de coqueteos entre una joven campesina y su pretendiente. En la historia, los jóvenes se mandan pequeñas muestras de cariño con el tono de mojigatería propios de la tradición. 

Codos, ochos, la quitada del sombrero, la persecución de él a ella y de ella a él, se acaban cuando el caballero rendido ante su amor se arrodilla para suplicar correspondencia y ella acepta levantando junto a su amado el raboegallo, señal de su disposición para formar un hogar.

“Las fiestas de San Pedro sobre todo son eso, son tradición, son cultura, son unión familiar” recalca Fernando Cerquera, folclorólogo de El Espinal.

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