La región amazónica colombiana, compuesta por los departamentos de Amazonas, Guainía, Guaviare, Caquetá, Putumayo y Vaupés no solo es la región más grande en extensión del país, sino el territorio más diverso culturalmente.
Allí confluyen múltiples tradiciones, saberes, conocimientos ancestrales, manifestaciones culturales, entre ellas, las danzas, los ritos, los cantos, las creencias, y una enorme riqueza lingüística, representada en 51 lenguas indígenas, el 78% de las lenguas que se hablan en el país, según señala Jon Landaburu en el artículo ‘Las lenguas indígenas de Colombia y del Amazonas colombiano: situaciones, perspectivas’.
No obstante, estas han ido desapareciendo debido a factores como la no transmisión de la lengua entre generaciones, el descuido en el registro de las tradiciones orales, al poco número de hablantes, al desinterés de los jóvenes por aprenderla o de los adultos por trasmitirla, una imposición social o la falta de sistemas etnoeducativos.
En Colombia, explica Juan Felipe Guhl, coordinador del programa de Dinámicas Socioambientales y Culturales del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas, SINCHI, existen 65 lenguas indígenas, de las cuales más de 50 en la Amazonía, de esas, por ejemplo, la Tinigua tiene un solo hablante, los Carijona, 12 hablantes y los Cabiyari, cerca de 30 hablantes, eso evidencia que muchas lenguas están en peligro de extinción.
“A través de los Indicadores de Bienestar Humano Indígena, una investigación que venimos desarrollando desde hace más de 15 años, hemos hecho unas mediciones acerca del uso de la lengua, y entre los hallazgos está que el bilingüismo es muy alto y la lengua hegemónica, el castellano, sigue ganando terreno sobre las lenguas nativas, en especial en las generaciones nuevas”, indica Guhl.
Hallazgos que son señal de alerta, pues se estima que una lengua que tenga entre 2.000, 1.000 y 500 hablantes está en estado de vulnerabilidad y una lengua con menos de 100 hablantes está en situación de alto riesgo.
De acuerdo con el SINCHI, en la Amazonia colombiana la mayoría de lenguas habladas tienen menos de 1.000 hablantes, lo que las convierte en lenguas vulnerables, un asunto que exige especial atención, ya que como señala el Banco Mundial, con la desaparición de las lenguas indígenas, no solo se afecta la identidad, y la memoria colectiva de las comunidades, sino que se da una pérdida de conocimiento que ha sido y será clave para el futuro de la región.
“Las lenguas son un modo de representación del universo, de la naturaleza, de las relaciones sociales de las personas. La lengua encierra toda la cosmología de una cultura. En este sentido, preservar una lengua es preservar un modo de representar el mundo. Cada lengua tiene palabras únicas, que no existen en otras lenguas, que no tienen traducción, pero que permiten la interrelación con los seres humanos y con todo lo que nos rodea. Hay, por ejemplo, palabras que son usadas en los rituales y formas de curación de los chamanes. Preservar estas lenguas es un acervo de sabiduría muy grande”, acota Guhl.
Para la UNESCO, “la pérdida de cualquier lengua es una pérdida para toda la humanidad; su extinción significa la pérdida irrecuperable de saberes únicos, culturales, históricos y ecológicos”.
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Un panorama y grandes retos
De acuerdo con la UNESCO, la situación de las lenguas indígenas es alarmante: al menos el 40% de las casi 7.000 lenguas que se hablan en el mundo están amenazadas de extinción, lo que tendría graves consecuencias para la diversidad cultural y pondría en peligro conocimientos y saberes centenarios que podrían ser decisivos en los esfuerzos de la humanidad por resolver los retos de este siglo, entre ellos el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Para Edimilsa Lima, indígena de la etnia tuyuca de la Comunidad La Libertad en Mitú, Vaupés, cuyos hijos mayores no hablan tuyuca, es un proceso complejo: “aquí donde vivo somos pluriétnicos, es difícil enseñar y aprender todas las lenguas, pero yo creo que debería haber una escuela de formación etnocultural donde los niños accedan y puedan aprender sobre cualquier lengua”, afirma.
Según la Organización Nacional Indígenas, ONIC, la población tuyuca que habita territorio colombiano se estima en cerca de 650 personas, de las cuales aproximadamente el 75% habla su lengua ancestral. El 25% restante que no la habla, está conformado por personas que pertenecen a todas las generaciones, y no solo a una. Por otra parte, muchos tuyucas han adquirido otras lenguas de los pueblos con que comparten territorio, debido a las alianzas matrimoniales que establecen con grupos diferentes al propio”.
El Plan Decenal de Lenguas Nativas de Colombia 2022-2031 referencia casos como los Uitoto que, según el censo de 2018, tienen una población total de 12.029 personas y hablan el muinane con sus tres (3) dialectos (mɨnɨka, nɨpode y bue), para un total de 4321 hablantes. La lengua ocaina tenía 145 hablantes en la zona del río Igarapana y las riberas del Putumayo. El resto está presente en Perú por el desplazamiento forzado causado por las caucherías. Y la lengua nonuy, moribunda, con apenas tres (3) hablantes en 2018.
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“En los cabildos urbanos el reto es aún mayor. Muchos pueblos indígenas migran a la ciudad en busca de mejores oportunidades, o por desplazamiento; sin embargo, el entorno de la ciudades hace que espacios y tradiciones como el bosque, la chagra, los ríos, las pescas se pierdan, pues al no tenerlos no es posible que la lengua se transmita de padre a hijo”, dice el coordinador del programa de Dinámicas Socioambientales y Culturales del Instituto SINCHI.
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Ejemplos que muestran que los retos del país aún son grandes en aras de la protección y conservación de las lenguas indígenas. “Uno de los principales desafíos es fortalecer los sistemas educativos etnoculturales de forma que faciliten la transmisión de la lengua, así como implementar procesos de recuperación y fortalecimiento de las lenguas a través de medios como la radio, las herramientas tecnológicas y digitales, y así evitar que se pierda esta riqueza cultural”, añade Guhl.
El llamado, recalca Guhl, está dirigido a que la etnoeducación se dé con bilingüismo real en las comunidades donde las personas fortalezcan la permanencia de sus lenguas y donde los programas sean acordes a las realidades socioculturales de cada una de las regiones, pues una lengua es en sí un universo, una forma de interrelacionarse muy grande”.