Si no fuera porque las sotanas que visten son de colores estridentes y porque algunos versos pueden hacer sonrojar de pena a más de uno, cualquiera podría pensar que estas personas se escaparon de algún claustro del Vaticano.
Van por las calles de Barranquilla rezando en un falso latín que no es más que un festín de indirectas, y con ellas acaparan la atención de su público, casi de la misma manera en que lo haría un sacerdote en una misa.
Agna Imnominis porris etroni
En tu espíritu Pachiti Galanti
Rey del merecumbé
Juvenuti choroti
Amééén…
Bastante ron que nos deeen
Son los letaineros, es decir, los integrantes de los grupos de letanías que se han convertido en bastiones de la oralidad del Carnaval de Barranquilla.
“Cuando se originó todo esto de las letanías en el Carnaval, eran personas que se reunían en los barrios, se disfrazaban y recorrían las calles pregonando versos para recoger dinero para comprar el ron y poder disfrutar el Carnaval”, cuenta Ana Valle Díaz, una de las mujeres que lidera esta manifestación cultural con sus grupos: El Testamento de Joselito, El Correo de la Bruja y el grupo infantil Por Pura Casualidad.
Esa historia, la de la aparición de las letanías la fiesta más grande de Barranquilla se remonta al Carnaval de 1930. Los primeros rezanderos —dicen los registros— fueron Las Ánimas Negras de Rebolo.
En el ámbito religioso, la letanía es una oración, súplica o alabanza católica que se hace a la Virgen. Para el Carnaval son versos cargados de sátira, irreverencia, crítica, ingenio y mucha gracia.
Si tú te piensas casar
Porque dices que eres un macho
Lo primero que debes comprar
Es un serrucho pa' los cachos
El cacho y el cachito
Son pa' los pendejitos
“De la fe católica surgieron esos cantos y llegaron a nuestra tierra en la época de la Colonia, cuando los españoles evangelizaban a los indígenas y negros esclavizados. Cuando estos hacían sus festividades y sus cabildos abiertos, fueron usando las letanías en forma de broma”, señala Ana Valle.
Existen tres tipos de letanías: las de crítica, que sobre todo registran temas coyunturales de la ciudad, el país y el mundo; las de doble sentido y las rojas o picantes.
“A la gente le gustan las picantes, pero en los concursos no podemos soltarlas. Esas las tiramos en la calle, en las cantinas, en las fiestas a las que nos llaman”, explica Ernesto Watts Barreto, director de los Lengua Mocha de Montecristo, grupo de letanías que cumple 55 años participando en el Carnaval.
El nombre del colectivo —creo que no hay que explicarlo— es una ironía, porque realmente tienen la lengua bastante larga para hablar de Raimundo y todo el mundo.
Según Watts, los letaineros son los notarios de la actualidad, igual que los periodistas, les toca empaparse de noticias para interpretar esa realidad a su estilo y darlas a conocer de manera jocosa.
“Nosotros vamos apuntando todo lo que va pasando en Colombia y a nivel mundial durante el año. Todo eso lo vamos apuntando y ya en el mes de octubre o noviembre, comenzamos a armar los versos. La letanía sirve para eso, para criticar y denunciar”, explica Watts.
Un ejemplo de letanía crítica es esta que hace referencia a las altas tarifas de energía eléctrica que deben pagar los habitantes de la región Caribe.
Está enojado el viejo Pertuz
Solo tiene un anafe de carbón
Y el recibo de la luz
Le llega por un millón
Uso carruso
Air-e, ¡qué abuso!
Las letanías se componen de un rezo que son cuartetos de siete u ocho sílabas. Se rima el primer verso con el tercero, y el segundo con el cuarto. Los rezos son acompañados o respondidos por otra estrofa de dos versos denominada coro. “Aunque la creatividad permite rimar el primero y el segundo; y el tercero con el cuarto. Además de hacer coros de cuatro líneas”, dice Ana Valle.
“Y cada grupo tiene su introducción, que es la primera estrofa que uno dice como si estuviera hablando en latín. Ninguna se parece a otra”, aclara Watts.
Cada grupo está conformado por uno o dos rezanderos, que son las voces principales, y un grupo de coristas encargados de responder los versos del rezo.
Estos colectivos tienen su propio festival en la agenda del Carnaval. Sin embargo, están presentes en la mayoría de los eventos como la Batalla de Flores, donde los nuevos integrantes deben irse ganando un espacio.
“Para llegar a ser voz líder de un grupo de letanías hay que hacer carrera, así como el joven primero es sacristán y luego sacerdote. El ‘primíparo’ tiene que llevar la pancarta. Y al momento de repartir la plata del rebusque en las calles, nos lo volamos una ronda. Eso es el primer año, ya después está a la par de los demás”, detalla Watts.
Lo del rebusque es fundamental, pues para poder disfrutar de los cuatro días de Carnaval y además llevar algo de dinero a sus casas, los letaineros aprovechan cualquier fiesta, tumulto o concentración de carnavaleros para declamar sus versos a cambio de unas monedas. Solo ocurre en Carnaval, el resto del año cada uno se dedica a su profesión u oficio.
“Hace siete años estamos trabajando no solo para dignificar nuestro arte. También hemos estado haciendo un trabajo interesante con los colegios, enseñándoles a los niños a construir letanías”, cuenta Watts.
Con esto, el colectivo de letaineros busca perpetuar el legado de la oralidad en el Carnaval de Barranquilla, tan importante como la música y la danza.