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Etnoturismo: tradiciones, sabores y resistencia en Leguízamo, Putumayo

Cuerpos de agua, platos típicos, biodiversidad y las tradiciones de los pueblos indígenas de la región, convierten a Leguízamo en un paraíso para quienes deseen explorarlo.
Angela María Montilla

Leguízamo se caracteriza por ser el municipio más extenso de Putumayo, donde convergen cuatro comunidades indígenas, Murui Muina, Siona, Quichua y Koreguaje, quienes aprovechan los recursos naturales para fomentar el turismo sostenible y la generación de empleo.

En “el jardín exótico del universo”, como se conoce al municipio de Leguízamo, se puede encontrar diferentes actividades turísticas, como la sanación con la naturaleza, una práctica cultural que realiza la empresa Beancestro.

Además se puede visitar la Ceiba, un árbol grande donde las comunidades aseguran que “se liberan las energías”; también se puede conocer la laguna azul, un reposo de agua en el río Caucaya que adoptó su nombre porque al medio día se refleja el cielo, causando un efecto azul en el agua.

Otros atractivos turísticos son el avistamiento de bufeos o delfines rosados y disfrutar de la gastronomía local con platos como el maite de pescado, asado en hoja de platano y las frutas amazónicas con la comunidad indígena de Tukunare. Estos lugares se pueden visitar en bote o contratar el paquete completo con la operadora turística de Leguízamo.

Un comienzo difícil

Uno de estos proyectos etnoturísticos comenzó con Tatiana Quiñones, quien solo era una niña cuando tuvo que presenciar la toma de la extinta guerrilla de las Farc a la base de Coreguaje, localizada en la zona selvática de Puerto Leguízamo (Putumayo), en junio de 2001.

Tatiana salió del municipio, continuó con su vida y estudió administración de empresas. Posteriormente regresó a su tierra con la idea de crear una empresa para su sostenibilidad, pero principalmente para generar empleo y mitigar la economía ilícita en la región, de ahí surgió Beancestro, la primera operadora turística en el municipio.

En el momento que inició la empresa fue difícil que las personas creyeran en ella, por el conflicto armado que aún se vivía en las zonas rurales de Leguízamo, sin embargo, con el paso del tiempo, las personas empezaron se fueron vinculando a la empresa, como el caso de Luz Mery Narváez, líder social del municipio.

“Creo que eso fue en el año 2017, entonces Tatiana me contó que tenía una empresa de turismo y me ofreció ser guía turística, a pesar de que yo no tenía experiencia. Ella me dijo que hacer y me dio dos hojas de las rutas que se hacían para que me las aprendiera y como a los tres días salí como guía de unos médicos”, comentó Luz Mery.

Los recorridos iniciaron por zonas donde no estaban asentadas las comunidades indígenas, con visitas a la Ceiba, a Soplin Vargas en Perú y finalizaba en el río Caucaya, donde se daba el avistamiento del delfín rosado y gris y también se pueden presenciar otras especies como: micos, nutrias y variedades de loros, esto mientras se entablaba conversaciones con los resguardos y cabildos indígenas.

De la mano de los resguardos indígenas

Con el tiempo se logró hacer el puente con la comunidad indígena Murui Muina del resguardo de Lagartococha, “entonces ya se empezó a hablar con los resguardos indígenas, el primero lugar donde dieron permiso fue el resguardo Lagartococha, nuestro propósito era que la gente se empezara a educar para poder recibir al turista, y así lograr hacer un trabajo muy bonito”, explicó Luz Mery.

En el resguardo se logró capacitar a las personas para que pudieran hacer un turismo sostenible, vendiendo las frutas que cosechan o que se daban ahí, como el asaí, la canangucha, el milpes, frutas propias da la Amazonía, además, les compraban la comida tradicional y los turistas se interesaban por los bailes tradicionales, la cultura y la lengua propia que aún conservan los abuelos.  

“Lagartococha es un sitio muy hermoso para visitar tiene unas lagunas hermosas y se llama así porque antes de ser poblado ahí había mucho lagarto, el caimán negro entonces para entrar del río Caucaya a Lagartococha el río es curveado entonces dicen los abuelos, los nativos que la anaconda entraba de esa forma, y por eso es así en forma serpentaria para llegar a Lagartococha”, contó Luz Mery.

Lagartococha es un resguardo con mucho potencial turístico y más por la cercanía con el centro poblado de Leguízamo, ahí los turistas pueden entrar pidiendo permiso a las autoridades tradicionales, especialmente cuando realizan los bailes tradicionales de cambio de autoridad, de compartir saberes o de inauguración de maloca.

Un camino que continúa

Luego de finalizado el trabajo de la mano de ese resguardo, el proyecto continuó con otra población indígena que quisiera comercializar sus platos tradicionales y proveer un lugar para los turistas, y que sobre todo estuviera dispuesta a aprender sobre el turismo de naturaleza y sostenible.

Así inició el trabajo con la comunidad de Tukunare, donde Hermilson Fajado, joven indígena se vinculó a esta iniciativa, “tuve la oportunidad de trabajar un proyecto de un sendero turístico muy pero muy hermoso, muy bonito lo iniciamos con el propósito de fortalecer el turismo pero también generar ingresos hacia la comunidad y hacía las familias que habitamos dentro del resguardo indígena de Tukunare, ahí donde se realizó el proyecto del sendero turístico”, afirmó Hermilson.

La comida tradicional es uno de los mayores diferenciales de estas visitas y el que más atrae a los extranjeros, ya que el casabe, la caguana y el pescado asado son platos que realizan las comunidades indígenas con productos frescos que cosechan día a día. Además ofrecen visitas a lugares estratégicos para presenciar un hermoso atardecer.

Dentro de estas dos comunidades se ha logrado brindar trabajo y apoyar a las familias, para que ellas encuentren una forma de sustento con lo que tienen en sus territorios, las frutas, tradiciones, fauna y flora y que pudieran valorar y conservar su región. A pesar de que aún grupos al margen de la ley han hostigado a las comunidades, la población indígena y campesina que está asentada sobre los ríos Putumayo y Caquetá continúan con actividades de pesca y de turismo, como forma de sustento para ellos.

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