Recuerdo como si fuera ayer ese día del mes de abril del año 1999, hacía calor y fui el último que entré a la casona de madera y zinc ubicada a un lado del camino que de la carretera troncal de occidente que conduce a San Basilio de Palenque, ahí, en medio de árboles y rodeada de su familia estaba sentada en una silla de colores la gran Petrona Martínez. Lucía imponente.
No sabía cómo hablarle porque confieso que estaba nervioso, no podía creer que enfrente tenía a la mujer que me había enseñado a valorar y querer el bullerengue, un ritmo ancestral que, aunque sabía que existía, estaba por debajo de la gaita y el porro en mi lista de música folclórica, tal vez porque soy de El Carmen de Bolívar y había crecido escuchando a los Gaiteros de San Jacinto y Lucho Bermúdez.
Llegamos a la casa de nuestra bullerenguera alrededor de las tres de la tarde, yo hacía parte de una delegación de jóvenes entusiastas y soñadores que iniciaban el recorrido por la producción de medios comunitarios en pleno corazón del conflicto armado que azotaba Los Montes de María y ocultaba voces.
“Hola señora Petrona, un placer conocerla”, le dije. “Mijo, estás como pelú”, me respondió por mi melena rockera que para esa época lucía.
Estuvimos alrededor de una hora, sentados en el patio de la casa amplia, donde la cantadora nacida en San Cayetano, un corregimiento de San Juan Nepomuceno (Bolívar), famoso por sus chicharrones, su queso biche y su majestad el ñame. Atentos escuchábamos como con su voz campesina, Petrona nos contaba su historia de vida, ligada al arroyo y a la ancestralidad.
Además de los relatos que salían de la boca de nuestra anfitriona, a mis oídos llegaba el sonido del arroyo que circunda a palenquito y era inevitable que mi mente recreara las escenas de mi madre folclórica junto a su esposo e hijos sacando arena de aquel afluente, “Pa´ganarse pal arroz”, como recita nuestra reina bullerenguera en la canción ‘La vida vale la pena’.
Luego de varias totumas de café acompañadas de galleta chepacorina que le llevamos a ‘La Martínez’ como presente, llegó el momento de despedirnos, nuevamente hicimos la fila y otra vez fui el último porque no me quería ir. Al despedirme le dije: “Señora Petrona, muchas gracias por todo”, “Bueno mijo, de nada… Y procura mocharte ese pelo”, me dijo soltando una hermosa sonrisa que dejó ver sus dientes blancos.
De esa visita me traje muchas enseñanzas, siendo la principal, la de sentirse orgulloso de su tierra, de su historia y raíces. También, desde ese momento el bullerengue entró en mi cuerpo, alma y corazón, por eso cuando este jueves anunciaron que ‘Ancestras’, el álbum donde Petrona realiza una rueda de bullerengue junta a otras catorce mujeres de diferentes partes del mundo y Colombia, era el ganador del premio Grammy Latino en la categoría de ‘Mejor álbum Folclórico’. No pude evitar que una lagrima recorriera mi rostro cual mano de tamborero cuando toca su instrumento.