Era el 10 de marzo de 1968, cuando diez personas provenientes del norte del Cauca llegaron a Saravena, en busca de la tierra prometida o, al menos, así parecía ser. Unos meses antes, Diógenes Carabalí, Sergio Segovia, Norberto Abonía y Ramón Molina habían llegado hasta el sarare araucano, oficiando como mensajeros, a conocer la región.
De vuelta, habían llevado muestras de plátano, yuca y cacao hasta Corinto para convencer a sus coterráneos de la riqueza que habían encontrado. Quienes los escucharon quedaron tan enamorados de la producción de estas tierras que los diez hombres, quienes eran afrodescendientes, no dudaron en emprender el viaje para trabajar en el piedemonte araucano.
“Nosotros, el resto de la familia, llegamos poco tiempo después, yo tenía siete años”, recuerda don Isaac Banguero, el hijo de don Guillermo Banguero, quien actualmente es uno de los líderes más respetados de la comunidad afro en Arauca.
Las primeras familias provenientes de Corinto, Cauca, Puerto Tejada y Padilla, en el norte del Cauca, se asentaron en lo que hoy se conoce como las veredas de Los Chorros, La Paz y El Triunfo, en zona rural de Arauquita.
Con esos mismos nombres, más de tres décadas después, fueron designados los consejos comunitarios que crearon, asunto que recuerda don Isaac:
“En algunos municipios habían constituido asociaciones, pero no consejos comunitarios, entonces decidimos organizarnos para preservar nuestros usos y costumbres, para no perder la cultura. Esos fueron los tres primeros del departamento, las tres resoluciones del Ministerio del Interior, nos las dieron el mismo día”.
En 2022, lograron obtener el primer título colectivo para un consejo comunitario, que está ubicado en Panamá de Arauca, en zona rural de Arauquita, conformado por 68 hectáreas que consiguieron luego de interponer una acción de tutela para que una multinacional petrolera les diera el reconocimiento de la identidad étnica y les asignara la tierra.
“Ahí iba de la mano el derecho a la consulta previa, porque si hay algo real son los perjuicios ambientales que la extracción de los hidrocarburos le han causado al territorio, hemos perdido la riqueza en flora y en fauna; a pesar de eso no llegamos a un acuerdo con la empresa pero seguimos trabajando en conjunto para que sean materializados todos los derechos fundamentales de los campesinos del sector, no solo para las setenta familias que conformamos el consejo comunitario”, afirma la lideresa afro Beatriz Mosquera.
Consejos Comunitarios del Departamento de Arauca
Cerca de treinta consejos y otras treinta organizaciones de base conforman la Confederación de Consejos Comunitarios del Departamento de Arauca (FECODA), así como la mesa de concertación afroaraucana y la Federación Humanitaria de Mujeres Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras (FUMNARPA), que asocia las organizaciones de mujeres de los diferentes municipios.
Pero, llegar al punto de organización colectiva no fue una tarea sencilla. Durante su llegada en las zonas de Arauquita, Saravena, Tame y Fortul, la oficina del Incora, dirigida por Eliecer Mosquera Brand, le entregaba a cada familia 50 hectáreas de tierra y unas cabezas de ganado para que empezaran a trabajar.
Los primeros pobladores prefirieron no esperar la parcelación, don Arturo Caicedo los convenció de dividir las tierras a su manera, así que cada uno se asignó su propia porción y empezaron a cosechar, la titulación vendría unas décadas después.
Don Isaac recuerda que para la época también llegó el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA):
“Lo que más se cultivaba era plátano y yuca, la entidad compraba la cosecha, entonces se tenía asegurada la venta, eso era muy bueno. Además, no había necesidad de abonar la tierra porque eran terrenos vírgenes, así que la tierra daba muy buen fruto, no había tantas plagas ni enfermedades como ahora.”
Era una zona inhóspita, de difícil acceso, solo podían comunicarse mediante una carta o un telegrama y el medio de transporte era el lomo de mula o sencillamente a pie. Cuentan que cuando llegaron, el obispo mandó al cura del pueblo navegando por el rio Arauca, para que les hiciera una misa de recibimiento.
En el año 1973, fundaron la primera escuela a la que llamaron Viviana Talero. Desde entonces, han trabajado incansablemente por la educación de sus hijos, por eso, crearon la Comisión Pedagógica para conseguir que se materialicen los derechos de sus comunidades, como la implementación de la cátedra de estudios afrocolombianos que no se ha dado en Arauca.
“Una cátedra que permita reconocer la historia de la diáspora africana, eso que hoy nos permite llamarnos comunidades negras, afrodescendientes”, enfatiza Beatriz Mosquera.
Mosquera insiste en que “el censo de 2015 invisibilizó la población negra no solo en Arauca, sino en el país, habla de cinco mil o siete mil afros en el departamento, eso no es así, por eso fue entutelado y estamos trabajando con las entidades para lograr una cifra real”.
"Afrollaneridad"
Otro de sus anhelos es que también se reconozca la afrollaneridad, especialmente la identidad de la mujer afrollanera, “no es una fiesta, es una conmemoración a nuestras ancestras, a las mujeres que dieron su vida por esos derechos que hoy podemos disfrutar” menciona Beatriz, al recordar que no fue posible que la Asamblea Departamental aprobara la ordenanza para institucionalizar ese día.
Reinaldo Romaña, el patriarca del Consejo Comunitario de Panamá de Arauca afirma que “hemos avanzado por iniciativa propia para que en este país busquemos la paz, porque sin paz no hay desarrollo", por lo cual, en la actualidad, la población afro en Arauca es organizada, autónoma y hace parte del desarrollo del departamento.