Junio es una época importante para los hombres y mujeres rurales en Colombia. Cada primer domingo del sexto mes del año se conmemora el Día Nacional del Campesino, una fecha que se convierte en el reconocimiento de sus labores y en la importancia que tienen para garantizar la seguridad alimentaria del país.
Históricamente se ha dado un reconocimiento a la brecha que existe entre el trabajo del campo y la ciudad. La ruralidad ha llevado mayores desafíos en temas sociales, culturales, de educación y equidad. Precisamente, en este ámbito, hay un trabajo por hacer y con muchos pendientes, igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer.
Según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), en el país hay 11.969.822 personas de población rural, de esa cifra, 5.760.524 son mujeres, lo que representa el 48.13 por ciento.
Aunque se tiene casi una igualdad en el porcentaje de hombres y mujeres, el género femenino ha tenido más dificultades en acceso a la educación, trabajo y superar aspectos como discriminación, violencias de género, entre otros.
Panorama de la mujer rural en Colombia
Las más de 5 millones 760 mil mujeres rurales que hay en Colombia desempeñan actividades del hogar y netamente agropecuarias. Son reconocidas por llevar las “riendas del hogar” y se caracterizan por su resiliencia. Un gran porcentaje de ellas, son víctimas de la violencia y el desplazamiento.
Cundinamarca, Boyacá, Antioquia, Nariño, La Guajira, el archipiélago de San Andrés, Cauca y Córdoba, son los departamentos que tienen mayor representatividad de mujeres campesinas. En cuanto al grupo étnico, en total 1.232.417 mujeres son indígenas, afrodescendientes, mulatas o rom.
Según organizaciones sociales y lo reportado por el Dane, uno de los grandes inconvenientes de las mujeres campesinas está en la falta de acceso a educación. El 35 por ciento no tiene ningún nivel de estudios, el 30 por ciento ha terminado la primaria y los porcentajes continúan reduciéndose, a medida que aumenta el nivel de escolaridad. Solo el 9 por ciento de ellas ha estado en educación secundaria, el 5 por ciento en una educación técnica y el 0.4 por ciento ha logrado llegar a la educación superior.
Precisamente, sobre este tema de las dificultadas en temas de educación de la mujer rural, Sandra Palacios, gerente y representante legal de Cooagronevada, una cooperativa de caficultores y agricultores que está ubicada en la zona norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, aseguró que la falta de capacitación en diferentes temas ha llevado a las mujeres campesinas a tener carencia de criterio y empoderamiento.
“Una persona educada tiene su propio criterio, es muy fácil inducir por la falta de conocimiento y no solo a la mujer, en la medida en que seamos educados, vamos superar esta barrera o limitaciones que afectan negativamente”, asegura la líderesa gremial, quien representa a 26 asociadas de este emprendimiento campesino.
Las brechas en la educación llevan a que esas deficiencias se intensifiquen en el mercado laboral, en general, el panorama que se encuentra, es que las mujeres campesinas tienen unas tasas de desempleo más altas que las de los hombres.
Del universo total de mujeres rurales, 4.089 están en edad de trabajar; sin embargo, según el Dane, el 68.1 por ciento de esa población se encuentra inactiva y solo se tienen 1.599 mujeres rurales que trabajan y devengan algún tipo de salario.
En las zonas rurales, las mujeres ocupadas se emplean principalmente en actividades de agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca (36,2 por ciento), comercio, hoteles y restaurantes (27,3 por ciento), servicios comunales, sociales y personales (18,6 por ciento) e industria manufacturera (11,5 por ciento).
Sin embargo, hay otro dato que preocupa: “El promedio total de horas de trabajo diario de las mujeres es mayor al de los hombres y la mayor parte de ese trabajo es no remunerado. En las zonas rurales las mujeres trabajan en promedio 1 hora con 11 minutos más que los hombres al día”, según revela el Dane.
El promedio total de horas de trabajo de las mujeres campesinas es de 12 horas con 42 minutos diarios; de este tiempo, el 62 por ciento es trabajo no remunerado. En conclusión, las mujeres rurales reciben remuneración por el 38 por ciento del tiempo diario trabajado.
Ana Velasco es representante de la Organización Mujeres Campesinas de Cundinamarca (Fedemuc), que reúne a 3.017 agremiadas y trabaja por su empoderamiento y superación. Ella asegura que el trabajo femenino también se ve afectado por otras situaciones del país.
Indica que la falta de vías y conectividad también ha representado una dificultad para aquellas mujeres que trabajan, esas deficiencias hacen que sus productos no sean comercializados de la manera correcta.
“La situación de las mujeres en el campo no es fácil, nos superamos, pero tenemos retos en todos los frentes. Faltan vías para sacar los productos, la tenencia de tierras, la valorización e invisibilización del trabajo, la falta de servicios públicos, créditos blandos. Hay una línea que tiene el Ministerio de Agricultura con el Banco Agrario, pero la mujer llega allí y no son atendidas como merecen, se les ponen tramitologías innecesarias. Hay muchas mujeres campesinas que no saben ni leer, los intereses económicos son muy altos”, afirma Velasco.
Lo anterior son datos relacionados con el trabajo remunerado, porque el resto de mujeres campesinas realizan otras actividades, pero no reciben ningún tipo de contraprestación. El 65,8 por ciento se dedican a oficios del hogar como actividad principal.
Las violencias y el conflicto
La mayoría de mujeres campesinas también han sido víctimas del conflicto armado del país. Despojo de tierras y pérdida de sus seres queridos, son algunas de las principales problemáticas en este aspecto.
Sin embargo, María Fajardo, miembro de la Asociación Café Sello Mujer, aseguró que estas formas de violencia, paradójicamente, también trajeron oportunidades de crecimiento para ellas.
“Ya en la época de la violencia, cuando las mujeres, esposas e hijas enfrentaban la pérdida de sus esposos, padres y abuelos, se vieron en la obligación de aprender a administrar. Las mujeres empezaron a reconocerse y reclamar participación, hasta ver hoy en día el empoderamiento que hemos ganado, no solo en producción, sino en comercialización del café. La mujer sabe hoy todo lo referente al cultivo, beneficio, comercialización y valor agregado. Esto nos permitió también entender que debemos asociarnos con otras mujeres para ser más fuertes, productivas y participativas”, explica.
Por último, la violencia contra la mujer es otra de las problemáticas que enfrentan las campesinas en el país. Para contrarrestar este panorama preocupante, el Gobierno, a través del Consejería de la Mujer, lanzó el año pasado ‘Inés’, una iniciativa, que busca fortalecer los mecanismos de prevención y atención de las distintas formas de violencia contra las mujeres rurales y promover sus derechos, brindándoles información puerta a puerta que permita evitar, pero también actuar frente a cualquier señal de maltrato.