Antes de viajar a París-2024, la boxeadora colombiana Yeni Arias se tatuó en el hombro derecho los aros olímpicos con la Torre Eiffel. Cuando entrena en Bogotá, el sudor escurre por el grabado mientras se prepara puño a puño para conseguir su primera medalla en unos Juegos.
Guantes rojos, cabello recogido y mirada fija en las manoplas de sus sparrings, la pugilista de 33 años apunta a la cima de la disciplina que la sacó de las drogas.
"Estamos entrenando fuerte para disputar podio en estas olimpiadas. Lo único que les puedo decir es que estoy dando todo", dice a la AFP tras terminar de lanzar golpes en un gimnasio al ritmo de música salsa y reguetón.
"La pelea la tenemos que ganar en el entrenamiento para poder lograr las metas en París", agrega.
Arias es una de las principales cartas de la delegación cafetera para alcanzar una presea de oro, esquiva para Colombia en Tokio-2020, donde consiguió un diploma olímpico al perder en los cuartos de final -tras una controvertida decisión de los jueces- ante la filipina Nesthy Petecio.
De mirada seria durante el entrenamiento y sonrisa y hablar suave en los momentos de descanso, irá a París-2024 como campeona Panamericana en los 54 kg en Santiago-2023: el mayor logro de su vida marcada por la violencia y la adicción, que superó gracias al cristianismo y a Dios, a quien considera su "mejor entrenador".
Augurio
La boxeadora aún no tenía en la piel los aros olímpicos y el símbolo parisino cuando ganó el oro en los Juegos Panamericanos el año pasado.
Abanderada en esa cita continental, la alumna del entrenador cubano Rafael Iznaga venció a la brasileña Tatiana Chagas.
"Me lo tatué para que no se me olvide mi meta que es totalmente clara", avisa la pugilista que quiere emular o superar el bronce conseguido en Rio de Janeiro-2016 por Ingrith Valencia, la única mujer que ha ganado una medalla olímpica en el 'deporte de las narices chatas' para Colombia.
"Cuando me gane la medalla ya no me tatúo mis aros, porque ya los tengo, sino la medalla", añade convencida la boxeadora, que creció en el seno de una familia desplazada por el conflicto armado.
Hoy alterna la crianza de un hijo con largas horas de entrenamiento rodeada por varios de los mejores boxeadores que ha dado el país, sin faltar a una iglesia evangélica.
"Dios al podio"
En Tokio-2020 su principal motivación era obtener una medalla y utilizar el dinero del premio para operar a su padre, Luis Alberto Arias, que se fracturó la columna varios años atrás cuando trabajaba en una finca.
Pese a que no se subió al podio, una clínica donó la intervención médica.
"Mi padre está bien, mi madre está bien, toda mi familia está muy bien (...)", así que en París "la motivación más grande" es "llevar a Dios al podio, a lo más alto del podio", ratifica.
El camino a Tokio-2020 fue muy diferente por la pandemia. "El entrenamiento era cada uno desde su habitación y todo por videollamada (...) mientras que los demás países sí estaban haciendo (prácticas) al tope", dice.
En cambio este año "no tenemos pretexto porque hemos tenido muy buena preparación", se sincera Arias, segura de poder apoderarse del trono que ahora ocupa la japonesa Sena Irie.