En la vereda Palo Grande Alto, en el municipio de Salento, Quindío, un grupo de cuatro familias se unieron para formar una ecoaldea en la que viven en armonía con la naturaleza y producen parte de su alimento. Se trata de la ecoaldea Anthakarana, un lugar que transformaron por años en un territorio alejados del ruido de la ciudad, donde tienen todo lo que necesitan para vivir, en armonía con la naturaleza.
Una de las fundadoras de la ecoaldea es Oriana del Mar, actriz de teatro y emprendedora. Con sus padres, su compañero sentimental y sus dos hijas viven en Anthakarana, un territorio que adquirieron en el 2006 y que antes era un potrero. Un año más tarde construyeron las bases de la cocina y el comedor comunitario, y en el 2008 terminaron la construcción en guadua.
Según Oriana, Anthakarana es un territorio privilegiado, ya que cuentan con fuentes hídricas propias como tres quebradas y dos nacimientos de agua. Esta fue una de las condiciones básicas para tomar la decisión de vivir en este lugar donde construyeron una casa de pensamiento o maloca, un centro de semillas comunitaria, cuatro casas para las familias y un vivero para los siete adultos y cuatro niñas que tienen educación en casa.
“Con mis padres nos cuestionamos sobre lo que nos rodeaba. Nos quejábamos del sistema por hostil e injusto, hasta que pasamos a la acción. Nos dimos a la tarea de buscar un lugar para formar una ecoaldea. No tenemos baños ni pozo séptico. Lo que usamos es un baño seco que permite convertir la materia fecal en compostaje a través de un proceso determinado”, explicó Oriana.
En la ecoaldea tampoco producen aguas negras sino grises o jabonosas que se tratan con biofiltros para purificar el agua que regresa finalmente a la tierra. No usan agroquímicos y también tienen una labor de reforestación, pues la comunidad sembró 100 palmas de cera en el bosque cercano a la ecoaldea y más 2.700 árboles maderables, frutales y florales.
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Una comunidad unida por el medio ambiente
La palabra Anthakarana significa el puente que une lo visible con lo invisible. Queda a 17 kilómetros de la ciudad de Armenia. Aunque el estado de la carretera destapada dificulta la movilidad, Oriana viaja dos veces a la semana para su trabajo como docente de teatro; ella tiene un emprendimiento sobre educación menstrual para inspirar a las mujeres a tener prácticas más sustentables y así llevar un ciclo más saludable y ecológico.
Sumado a las buenas prácticas de alimentación sana y al respeto por el entorno, las familias en Anthakarana viven bajo el lema de la paz y el amor, así la convivencia a veces sea difícil tal y como lo explica Oriana.
“Hay un preconcepto que vivimos en paz y amor y que no pasa nada; tenemos conflictos, pero hemos aprendido a resolverlos. Nos enfrentamos a los problemas que implican vivir en el campo y trabajar la tierra”.
Los días de las familias de la ecoaldea transcurre entre las labores de la tierra donde tienen sus propias huertas y cultivos orgánicos, el trabajo para el sustento y las labores comunitarias que también incluye la realización de eventos como círculos de la palabra, el Campamento mujer, montaña y luna o el encuentro del fogón donde reciben a visitantes de otros lugares.