Por: Richard Hernández
El filósofo Leonardo Ordóñez Díaz asegura que la forma como el ser humano imagina el mundo selvático influye en el daño que le ocasiona. Esas representaciones han sido decisivas, por ejemplo, en procesos de deforestación y deterioro del ecosistema de los bosques húmedos. Con esta investigación, el docente ganó el Premio Alejandro Ángel Escobar, en la categoría Ciencias Sociales y Humanas.
“El trabajo se basa en un estudio detallado de las narrativas hispanoamericanas de la selva, publicadas durante el último siglo. Allí se rastrea la historia de los estereotipos a raíz de los cuales las selvas y sus pobladores han sido vistos y tratados con desprecio desde los tiempos de la conquista”, explica Ordóñez, docente e investigador de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario.
La investigación titulada ‘Ríos que cantan, árboles que lloran. Imágenes de la selva en la narrativa hispanoamericana’ le tomó 10 años de trabajo y tuvo que realizarlo individualmente por cuestiones presupuestales. Sin embargo, contó con el apoyo financiero de dos instituciones canadienses: Social Sciences and Humanities Research Council (SSHRC), que es una entidad federal en Canadá, y la Faculté des études supérieures et postdoctorales (FESP), de la universidad de Montreal (Canadá).
“El estudio se realizó a través de una minuciosa revisión de fuentes narrativas hispanoamericanas sobre la selva (crónicas, novelas, cuentos) que abarcan más de un siglo de historia literaria, desde 1900 hasta hoy. El trabajo incluyó una visita a la región del trapecio amazónico (frontera de Colombia con Brasil y Perú) durante la cual se hicieron algunas entrevistas y se tomaron más de 250 fotografías, 15 de las cuales fueron seleccionadas para su inclusión en la versión final del texto”, señala el investigador.
El proyecto incluye 38 cuentos, 32 novelas y una variedad de crónicas históricas de autores de numerosos países de habla hispana (Colombia, Perú, Cuba, Costa Rica, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Chile, Argentina y Uruguay).
“Si bien se trata de una investigación basada ante todo en textos literarios, los análisis efectuados se sustentan con las contribuciones de varias disciplinas relevantes, en especial la ecología política, la historia ambiental, la biogeografía, la antropología cultural y la filosofía ecológica. No se incluyó el cine porque, con el solo corpus literario, el trabajo final abarca 500 páginas”, comenta.
A lo largo del texto se examinan las relaciones económicas y ecológicas desiguales que subyacen al declive de las selvas tropicales, así como la inscripción de dichos procesos en el seno de la modernización.
“A través de este lente interdisciplinar, el trabajo arroja nueva luz sobre varios de los temas centrales de la historia de las ideas en América Latina −el conflicto de «civilización» y «barbarie», las tesis sobre el carácter «maravilloso» o «mágico» de la naturaleza americana, los debates sobre la «hibridez» y el «mestizaje» de nuestras sociedades− que hasta la fecha no habían sido examinados desde una perspectiva ambientalista”, asegura.
A la luz de los resultados obtenidos, según Ordóñez, se aprecia cuánto tienen para aportar las narrativas de la selva en la encrucijada histórica que ahora vivimos, ayudándonos a conjurar el influjo de los imaginarios tradicionales sobre el mundo selvático y permitiéndonos entender mejor la riqueza del bosque tropical y la urgencia de su preservación.
Asimismo, el estudio atento de estas narrativas proporciona conocimientos y saberes de inestimable valor para entender el papel crucial que juegan los ecosistemas en el mantenimiento de un ambiente hospitalario para la vida humana.
Además, el trabajo muestra, en suma, “cómo los textos literarios sobre la selva iluminan los lazos de interconexión que existen entre la actual mutación ecológica de la biosfera, la pérdida de las tradiciones ancestrales y el declive de la diversidad biocultural, a la vez que dan pistas sobre posibles estrategias de solución y estilos de vida alternativos”.
Por estas razones, el profesor Ordóñez se encuentra trabajando para publicar la investigación en el transcurso de los próximos meses. También aspira a organizar un evento interdisciplinario en la Universidad del Rosario que tendrá lugar en 2021 y que ponga en primer plano la problemática de la supervivencia de las selvas tropicales en nuestro país.
Otros premios
La Fundación Alejandro Ángel Escobar, que este año cumplió 65 años, es la encargada de organizar estos premios, considerados como los más altos galardones científicos que se otorgan en el país.
En la categoría Medioambiente y Desarrollo Sostenible, el premio fue entre Juan Álvaro Echeverri Restrepo, profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Amazonia, en Leticia ,y para Óscar Romualdo, un anciano y sabedor del resguardo Andoque, ubicado en la región del Araracuara, entre los departamentos de Caquetá y Amazonas, por la investigación denominada ‘Sal de vida: biodiversidad como educación sexual’.
En esta misma categoría recibieron mención de honor, Juan David Reina Rozo, docente ocasional de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, por la investigación ‘Implicaciones de la colaboración en ecosistemas de innovación local, estudio de caso múltiple en Uganda y Colombia’, al igual que Carlos Andrés Duque Acosta, investigador independiente, por la investigación denominada ‘La ampliación ontológico-política del buen vivir / vivir bien como praxis transmoderna’.
En la modalidad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el premio fue para la investigación ‘Propiedades cuánticas de sistemas físicos: contribuciones a la teoría de la información y al desarrollo de tecnologías cuánticas’.
Los autores de este trabajo fueron Cristian Edwin Susa Quintero, profesor del Departamento de Física y Electrónica, de la Universidad de Córdoba, (Montería); John Henry Reina Estupiñán, profesor del Departamento de Física y director del Centro de Investigación e Innovación en Bioinformática y Fotónica-CIBioFi de la Universidad del Valle (Cali); y Andrés Felipe Ducuara García, estudiante del Doctorado en Ingeniería Cuántica, de la Universidad de Bristol, en Reino Unido.
En la categoría Solidaridad, el reconocimiento fue para el colectivo de comunicaciones Montes de María Línea 21 y para la fundación italocolombiana del Monte Tabor, según el jurado porque “realizan labores complejas, transformando realidades complejas”.
La mención de honor en esta categoría fue entregada a la ONG Piel para Renacer-Fundación del Quemado, la cual lleva 25 años prestando atención a las personas que han sufrido quemaduras y que no tienen cobertura en salud. La organización fue la fundadora del primer banco de piel del país, el tercero en Latinoamérica, que funcionó desde 1998 hasta 2008, cuando apoyó la fundación del primer banco público de piel de la Secretaría Distrital de Salud.