Pese a que el sonido de las piedras y la corriente del agua anuncian que el río de Oro está vivo, las generaciones que lo disfrutaron en el pasado y, que lo lloran en el presente, aseguran que no: “está más muerto y contaminado que nunca”, dicen a una sola voz.
Una de esas personas es Jorge Gonzáles. Vive en Girón, Santander, un pequeño pueblo patrimonio en donde aún se ‘esconden’ leyendas que involucran la que podría ser una de las fuentes hídricas más importantes del nororiente del país.
No es para menos. El río de Oro nace en el páramo de Berlín, en la cordillera Oriental y, montaña abajo, ‘baña’ a municipios como Piedecuesta, Floridablanca, Bucaramanga y Girón. Allí, se une con el río Suratá y, aunque pocos conozcan esta parte de la historia, ambos forman el Lebrija, que en su rápido y húmedo recorrido se convierten en un brazo del Magdalena, que finalmente confluye con el mar Caribe.
“Sí, pocos saben que el papelito o el vaso que se cayó a este río puede terminar en un océano. Nos falta mirar más allá y cuidar lo nuestro”, afirma Johana Castellanos, guía turística y vigía santandereana, quien, a su vez, añade lo lamentable que es “el hecho de que digan río de Oro y se piense en basura y en desechos fecales, pero realmente olvidamos la historia, lo que se tejió en sus aguas, en cuántos esclavos e indígenas lucharon por estos terrenos y cuánto oro sacaron de acá”.
Para conocerla conversé con Patricia Sanmiguel, historiadora de la Universidad Nacional, quien reposando sus ojos sobre papel va relatando una a una, cada palabra e información de la época en la que los españoles llegaron a lo que hoy es Colombia y Santander.
“Cuando llegaron a estos territorios ellos venían con una finalidad específica: primero, búscar agua. Pero también traían mineros, porque les habían contado que esta era una zona rica en oro. Llegó una persona con la tarea de explotar las minas, pero se encontró no con minas de montaña, sino minas aluviales, es decir, que están dentro del río. Eso lo hizo más rico y de allí nace su nombre”, confirma.
Desde entonces, recorrer su cauce, es ver a cuanta persona se imagina, con pala y pica, sacando ya no oro, sino tierra, porque aún se hacen labores de minería ilegal en medio de la inminente contaminación.
“Pese a que aquí viven cientos de especies, hoy en unos puntos solo se encuentran grandes cantidades de espuma y desechos. Le da a uno nostalga y tristeza, ver cómo un río, que emerge vida, llega casi muerto. Por eso iniciaremos este recorrido en Piedecuesta”, explica Ludwin Mantilla, abogado y vocero de la Fundación Santander por Naturaleza.
También nos acompaña Andrés Niño, ingeniero ambiental, que sin pensarlo, se sumerge sobre sus frías aguas, para explicarme, punto a punto y mientras embotella un litro de agua cristalida, desde el lugar en el que llega más limpia, para iniciar un recorrido por el área metropolitana de Bucaramanga, con un único propósito: determinar cuál es la condición actual al finalizar el cauce.
“Uno de los ríos que mayor representa el estado de las aguas en el departamento es el de Oro, porque se encuentra en un estado pésimo. La gran contaminación, las vertiendentes de más de 11 puntos de aguas negras solo en la capital e inclusive la incultura de la gente, han hecho que sea un completo desastre hoy en día”, dice el experto en materia ambiental.
Y es que a las aguas negras que se están vertiendo, se le suman químicos, residuos industriales, asentamientos humanos, la problemática que no tener las suficientes Plantas de Tratamiento (PETARES) en los puntos que más lo necesitan y hasta el consumismo de la población que vive a sus orillas.
Según Mauricio Gómez, vocero de la Veeduría Sentinelas del Planeta, hoy, podemos confirmar que las aguas de la quebrada la iglesia, que vienen contaminadas desde el relleno sanitario El Carrasco, lugar que recibía las basuras de más de 16 municipios, sigue “‘llorando’ aquí.
Yo he visto y tengo videos de vertimentos de lixiviados y el último estudio de la Corporación para la Defensa y la Meseta de Bucaramanga (CDMB) arrojó como resultado que 120 toneladas de metales pesados le siguen cayendo al río de Oro. He visto como flotan electrodomesticos”.
En este recorrido también conocí a Domingo Soto. Tiene más de 60 años y muchos los ha vivido frente al río. “Por eso tengo la propiedad de pedirle a las autoridades más atención al Santander que lo necesita. Los ríos no pueden hablar, pero yo sí. Yo todos los días vengo, recojo bolsas, lo limpio, pero no es lo mismo. Si todos lo hicieramos, la historia sería distinta”, reclama.
Por su parte Édgar Olarte Lizarazo, miembro de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Alcaldía de Girón, informa que “sí lo están haciendo: con apoyo de la comunidad y autoridades estamos realizando jornadas de recuperación, limpieza, siembras y restauración. Sin embargo, se debe trabajar más y contar con el apoyo articulado de los demás municipios”.
¿Qué viene?
Desde hace 10 años se tiene proyectada la construcción de una planta de tratamiento cerca al río de Oro, pero se requieren más de 11 mil millones de pesos, voluntad política y apoyo de las autoridades departamentales, locales y nacionales, para que esta idea no muera en el intento.
Mientras tanto, según la CDMB a diario, allí se descargan 38,5 toneladas de residuos. Sus aguas, ya se ven oscuras, burbujean por la cantidad de componentes tóxicos como el mercurio.
“Esto solo quiere decir una cosa: a los ríos los está matando la inconsciencia de los seres humanos. El no entender que somos agua y que somos un planeta azul. Por eso queremos que sea declarado como Sujeto de Derechos y por ello estamos recogiendo firmas”, concluye Andrés Niño, mientras saca una botella vacía de su mochila y la llena con otro litro de agua pero al finalizar el cauce del afluente. Es café, parece muerta, sin vida y “tiene un mensaje: salvemos el río de Oro”.