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Migrantes en el Tapón del Darién: SOS desde Bajo Chiquito, Panamá

¿Qué significa geográficamente el caserío de Bajo Chiquito en Panamá en la ruta migratoria desde Colombia?
Foto: IVAN PISARENKO / AFP
Carlos Chica

En Bajo Chiquito, el primer caserío que encuentran los migrantes al cruzar la frontera entre Colombia y Panamá por el Tapón del Darién, la organización humanitaria ‘Médicos sin Fronteras’ instaló en mayo pasado un puesto de atención básica. Allí presta servicio sobre mínimos para la población migrante que arriesga la vida durante una travesía insegura, dolorosa e incierta porque nunca se sabe quiénes sobrevivirán y quienes pueden morir en medio de la selva.

El programa ‘El Mundo es un Pañuelo’ —que se transmite los domingos a las 2 p.m. por las 63 frecuencias de la Radio Nacional de Colombia– entrevistó a Raúl López, coordinador de ‘Médicos sin Fronteras’ en Panamá.

El siguiente es un resumen de la entrevista.

¿Qué servicios está prestando Médicos sin Fronteras en el caserío fronterizo panameño de Bajo Chiquito?

Intentamos brindar servicios básicos porque solamente existe un puesto de salud que depende del Ministerio de Salud de Panamá, con insumos mínimos, ínfimos. No podemos atender a todos los migrantes que pasan por esa ruta después de haber atravesado el Tapón del Darién; solamente podemos curar las heridas en miembros inferiores, laceraciones en la piel, casos de diarrea y deshidrataciones. Muchos llegan en estado de malnutrición. Les prestamos servicios de salud mental y física a quienes han sido víctimas de asaltos y violaciones. Muchas mujeres que transitan en esa ruta son víctimas de violaciones.

¿Qué significa geográficamente el caserío de Bajo Chiquito en la ruta migratoria?

Es la primera comunidad de pueblos originarios que encuentran quienes han atravesado la selva desde el lado colombiano. Es muy pequeñito, no son más de cuatrocientos habitantes que viven sin infraestructura adecuada y sin condiciones para atender a una población migrante de casi mil personas por día. No hay duchas ni espacio para instalar las carpas que traen consigo, no hay agua potable ni abastecimiento para otras necesidades. La comunidad no tiene condiciones de higiene porque no hay cómo recoger y disponer adecuadamente las basuras, ni los controles básicos de salubridad pública.

¿Qué características climáticas tiene Bajo Chiquito?

Las propias de toda la selva de la región. Ahora estamos en la estación de lluvias, lo que significa que llueve todos los días, desde abril hasta diciembre. Se avecinan septiembre y octubre que son los más lluviosos. Esto implica que la ruta que en temporada seca se hace entre cinco y siete días, tomará ahora entre siete y quince días. Todo está mojado.

Tienen que atravesar ríos que siempre serán peligrosos por crecientes súbitas. Generalmente los migrantes no saben que el río crece y pernoctan en las orillas. Con frecuencia, la corriente arrastra personas y otras fallecen ahogadas porque hay niños, niñas y mujeres embarazadas. En la ruta, hay trayectos de subida y de bajada con tramos muy peligrosos porque transitan bordeando precipicios. Ha habido casos en que caen a profundidades de ochocientos metros.

Por ello, no dejaremos de insistir en el llamado a los gobiernos para que redoblen esfuerzos de protección a los migrantes durante la travesía en la zona de frontera para que la ruta sea segura. Migrar no es un delito. Para la mayoría, migrar es una necesidad: proceden de países en conflicto, son víctimas de persecuciones políticas o simplemente han perdido sus empleos por el impacto de la pandemia sobre la economía en sus países de origen. No tienen otra alternativa. Garantizar que la ruta sea segura es condición necesaria para que no mueran o no estén expuestos a asaltos y a violaciones.

¿Qué hace falta, qué es lo más urgente?

Además de medicamentos, recurso humano: médicos, enfermeros y psicólogos. Desde que comenzó nuestra colaboración con el Ministerio de Salud de Panamá en Bajo Chiquito hemos recibido apoyo con recursos humanos, pero son insuficientes y lo serán también cuando abandonemos el lugar. Confiamos en que el gobierno de Panamá asuma responsablemente muchas tareas inaplazables.

El traslado de una persona migrante que caiga gravemente enferma y necesite ser evacuada es prácticamente imposible porque debe hacerse por el río Turquesa, en una piragua, durante dos horas y media hasta el centro poblado más cercano.

Las personas siguen la ruta en la mañana usando las piraguas, con lo cual en la tarde el traslado de un enfermo grave puede ser imposible. Allí, las horas de espera para un paciente hasta el otro día, son claves, vitales. Por tanto, se requiere cuando menos una piragua medicalizada con los recursos mínimos para evacuar con urgencia y de manera segura hasta población más cercana sobre la vía panamericana que permite el acceso en temporada seca, pero que hoy está cortada en un puente que cruza el río.

¿Cómo se supera entonces la barrera geográfica para la provisión de alimentos?

Es muy complicado porque la comunidad se abastece también por medio de las piraguas. El principal problema es que, al ser asaltados, los migrantes son despojados de todas sus pertenencias, del dinero y de los celulares con los cuales se comunican con sus familias. Al llegar a Bajo Chiquito no tienen dinero para comprar alimentos, comprar pañales o toallas higiénicas, compotas, un poco de leche, calzado, ropa o calzado. Muchos llegan con los pies destrozados, con edemas y heridas que necesitan curaciones. Sin celulares, pierden la posibilidad de contactarse con sus familias para que les envíen dinero.

¿Qué otras organizaciones humanitarias u organismos internacionales están permanentemente en Bajo Chiquito?

De manera permanente, solo están nuestro equipo conformado por médicos, enfermeras y sicólogos, más el grupo del Ministerio de Salud con el que colaboramos. No hay ninguna otra organización de tipo médico. Y, también están funcionarios del Servicio Nacional de Fronteras y el Servicio Nacional de Migración para el registro de los migrantes, en el momento de su llegada.

Es necesario que más organizaciones –que apoyan a los migrantes en las poblaciones donde están las estaciones de recepción migratoria, con una labor estupenda—puedan hacer presencia en Bajo Chiquito, que es un punto muy crítico.

¿El estado de desnutrición que ustedes han detectado en Bajo Chiquito se desarrolla durante el tránsito por el Darién o es el acumulado de una larga travesía como la de quienes vienen desde Brasil o Chile?

No me atrevería a decir que no hay algunas personas que han entrado en desnutrición durante el proceso de largos viajes. Están llegando personas de todas partes del mundo, incluso desde África y Asia. Y sí que es verdad que ahora la mayoría son de nacionalidad cubana y haitiana y provienen de Chile, Brasil o Uruguay. No es su primera migración. Salieron hace dos o tres años de sus países, pero las nuevas condiciones económicas, sociales y políticas en esos países, y en el contexto de la pandemia, los obligan a emigrar de nuevo. Piensan que la ruta es más corta porque carecen de información o porque la que reciben de los coyotes es falsa. Emprenden el camino calculando que van a llegar mucho antes a una determinada población y, por tanto, se les acaban el agua y los alimentos.

Cuando llegan a Bajo Chiquito nos relatan que no habían comido nada en los últimos tres o cuatro días y, aun así, siguieron caminando para salvar sus vidas. Cuando se les acaba el agua potable, beben agua de los ríos y quebradas que no están en condiciones para el consumo humano. La consecuencia es que llegan deshidratados o con diarrea y otros episodios gastrointestinales.

¿Qué saben ustedes en Médicos sin Fronteras sobre la protección de estas personas frente al coronavirus? ¿Están vacunadas?

Uno supone que la protección en esa materia es baja. Si la mayoría de países no ha alcanzado la protección para toda la población, dudo mucho que los migrantes, en general, estén accediendo a las vacunas, antes de emprender la travesía, independientemente de que estén en situación regular o irregular. Lo dudo, pero no puedo aseverarlo.

En una crónica publicada en el sitio web de Médicos sin Fronteras se recogen testimonios según los cuales, durante la travesía, en los tramos donde hay precipicios, es frecuente percibir olores mortecinos, presumiblemente de migrantes que cayeron al abismo.

Sí. Con base en los testimonios, sabemos que han muerto porque resbalan cuando transitan por pasos muy angostos o porque se ahogan al intentar cruzar ríos en momentos de crecientes. Hemos escuchado a padres y madres que han perdido a sus bebés en esas circunstancias. En otros casos, los migrantes les han dado sepultura en la selva, con lo cual, no siempre es posible obtener constancia; pero sí es evidente que se sienten reconfortados al recordar que pudieron despedirles con dignidad y en paz.

Considerando lo importante que es que la atención humanitaria a personas que viven experiencias tan duras y traumáticas como éstas, se brinde teniendo en cuenta el enfoque diferencial de género. ¿Qué nos puede comentar si pensamos, por ejemplo, en mujeres gestantes o lactantes, en los períodos menstruales, en la provisión de anticonceptivos y, en general, en las condiciones que garanticen sus derechos sexuales y reproductivos?

No tengo palabras para describirlo. El 40 por ciento, aproximadamente, son mujeres adultas y niñas, muchas de ellas embarazadas. Hay casos en los que dan a luz en la selva. Sigue siendo alta la probabilidad de que las violen o sufran otras agresiones de tipo sexual. Los hombres son más reticentes al acercarse a nuestros servicios médicos y de atención en salud mental. Hemos conocido casos de violación a menores, los cuales hemos puesto en conocimiento de las autoridades panameñas. Conocemos casos de niñas de trece o catorce años que han sido violadas. Por ello, reitero que es urgente que los Gobiernos de Colombia y Panamá protejan la ruta de los migrantes para que sea segura.

¿Qué está pasando con los migrantes LGBTI?

Como ocurre en todo el mundo, son personas estigmatizadas o agredidas simple y llanamente por su condición, lo cual es inaceptable. Puedo decir –reservándome la confidencialidad – que desde que nos instalamos en Bajo Chiquito, el pasado mes de mayo, atendimos a una persona LGBTI víctima de violencia sexual durante la travesía.

¿En qué condiciones están transitando los niños, niñas y adolescentes?

Hay bebés de dos, tres y cinco años sobre todo entre las familias haitianas que suelen viajar como núcleo familiar: papá y mamá, con dos o tres hijos, pequeños o adolescentes. Con frecuencia, las familias se separan porque alguno de sus miembros es incapaz de continuar físicamente la travesía: por fatiga extrema, lesiones cutáneas, politraumatismo, deshidratación, etc. La separación familiar hace más traumática la experiencia y dificulta el arribo a un lugar seguro. Es el caso de muchos padres y madres que no han podido continuar la marcha y se quedan relegados en la selva, algunos solos, y otros con sus hijos. La barrera idiomática también juega en contra.

¿Qué se está haciendo para ayudarles al reencuentro por parte de Médicos sin Fronteras o de organizaciones como la Cruz Roja Internacional?

Cuando tenemos conocimiento de uno de estos casos, entregamos toda la información disponible a las autoridades y a las organizaciones que tienen lineamientos o mandatos misionales para intervenir en estos casos.

¿En el caso de las personas o familias que no hablan español, ¿quién les sirve de intérpretes?

No hay ninguna persona que realice esa función. Por suerte, en el caso de los haitianos, por ejemplo, que estuvieron en Chile, hay quienes aprendieron algo de español y durante la travesía ayudan a sus compatriotas como intérpretes.

No pasa lo mismo, lamentablemente, con quienes vienen de Asía o África porque tienen limitaciones para comunicarse y obtener información básica para satisfacer sus necesidades. Les queda como recurso el lenguaje corporal o unas pocas palabras que han aprendido del español. Hemos tenido casos de familias que se quedaron incomunicadas porque alguno de los miembros que les servía de puente, se quedaron rezagados en la selva o murieron.

En Bajo Chiquito hemos atendido a personas que se quedaron solas, incomunicadas, con los pies lacerados sin poder dar un paso, sin ropa para cambiarse, mojadas y con principios de hipotermia, sin dinero y sin carpa o un lugar físico para instalarla.

Expertos en estos temas, nos han dicho cuál importante es la atención psicológica en las fases tempranas a personas que como ellas están en estado de choque, con desarraigos, con rupturas y duelos emocionales. ¿Qué puedes relatarnos desde la experiencia de Médicos sin Fronteras en Bajo Chiquito?

Las necesidades en el servicio de salud mental son enormes. Las personas migrantes no están preparadas para una ruta tan larga y una experiencia tan dura como sobrevivir doce días en la selva, mientras algunas fallecen, otras desaparecen arrastradas por la creciente de un río y algunas más caen a un precipicio. Cuando arriban a Bajo Chiquito o en los puestos de recepción migratorio, intervienen nuestros equipos de sicólogos.

Tenemos en cuenta los grupos de edad porque, obviamente, son distintos los mecanismos de resiliencia de un niño y de un adulto; pero también experiencias particulares, como las violaciones que sufren especialmente las mujeres; hay casos de violación frente a sus hijos, familiares, grupos de acompañantes o parejas. Las víctimas y las personas testigos de estos actos criminales quedan marcadas para siempre y necesitan un acompañamiento individual y grupal.

Teniendo en cuenta los hechos descritos, ¿qué pasa con los pocos objetos que los migrantes suelen tomar consigo cuando emprenden el proceso migratorio para mantenerlos como símbolo de su arraigo? Me refiero, por ejemplo, a fotografías, joyas, peluches, música, libros, cartas, etc.

Muchas veces, llegan con lo puesto. Y eso, porque con suerte llegan sin calzado y sin camiseta, apenas con una pantaloneta. Tener esos recuerdos y mantener esos arraigos familiares es muy importante. De hecho, procuramos facilitarles comunicación con sus familiares para que les informen que están bien y que ya están del otro lado de la frontera. El restablecimiento de esos nexos es muy importante para los migrantes y para sus familias que siempre viven con incertidumbre y expectantes, sabiendo que sufren o corren peligro.

¿Cómo afecta esta travesía, por ejemplo, el desarrollo cognitivo de los niños, niñas y adolescentes? ¿Se afectan sus habilidades y destrezas comunicativa? ¿Cómo resienten la falta de espacios y momentos lúdicos y la pérdida de las relaciones personales con personas como las abuelas y abuelos o el abandono forzoso de sus mascotas?

No soy sicólogo, pero evidentemente tiene que haber un impacto sobre el desarrollo de estos niños, niñas y adolescentes que abandonan sus tareas y dejan de recibir afecto porque en la ruta lo prioritario es sobrevivir. Destaco que en las estaciones de recepción migratoria hay organizaciones que acompañan a los niños y a sus padres en actividades como ver películas o juegos familiares que no tuvieron por semanas o meses.

¿Cuánto tiempo permanecen en Bajo Chiquito? Lo pregunto porque supone uno que se mantienen en el empeño de seguir avanzando hacia el norte del continente.

Ese empeño es altísimo y hace que la migración no pare. Los gobiernos establecen políticas migratorias, que Médicos sin Fronteras no entra a valorar. Pero la experiencia y la historia muestran que ninguna política va a parar los movimientos migratorios porque la necesidad de salir de sus casas es imperiosa y no hay nada que los detenga. Los gobiernos deberían pensar otro tipo de soluciones que no pongan a las personas en riesgo durante la ruta migratoria y eviten que las condiciones físicas y mentales en las que llegan a otros países, sean otras.

¿Y cuando salen de Bajo Chiquito pueden hacerlo mejor equipados y en condiciones más dignas?

Complicado porque, como decíamos antes, solo se puede salir por el río y en piragua. Hay que tener en cuenta que al día llegan 700 u 800. Aunque las autoridades permitan que lleguen a la siguiente comunidad más rápido, no hay siempre disponibilidad de transporte para todos. Hay días en los que se ha podido evacuar a 800 migrantes, pero en general, siempre queda un remante de 200, 300 o 500 personas. Ese transporte tiene un costo y debe ser pagado a pobladores locales. Sin un migrante ha sido asaltado, no tiene dinero y, por tanto, no puede transportarse por el río.

Recordemos que algunos llegan descalzos y que hay gente varada en el camino, aunque los migrantes ayuden, porque no siempre pueden transportar a personas corpulentas o con peso excesivo. Algunas mueren estando a dos o tres días de un poblado. Con los medicamentos que tenemos, procuramos curarles las heridas en el menor tiempo posible. Cuando llegan a los centros de recepción, los atienden nuestros equipos de médicos y sicólogos, que intentan retomar el tratamiento iniciado en Bajo Chiquito y darles seguimiento a los casos más graves.

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