(Este informe se basa, principalmente, en entrevistas del programa ‘El Mundo es un Pañuelo’ de Radio Nacional de Colombia con el analista político Enzo Helguera Echegaray, director Ejecutivo de la firma consulta IMASOLU; y con José Tello Alfaro, asociado del Instituto Peruano de Derecho Electoral y director Ejecutivo del Instituto de Investigación y Capacitación Municipal (INICAM).
Pedro Castillo y Keiko Fujimori saben que ganar la elección presidencial no será suficiente para gobernar al Perú. El puñado de votos que los distanció en las urnas es apenas una pieza del gran rompecabezas que debe armarse para entender el complejo e incierto escenario político e institucional en el que está atrapada la democracia peruana.
En el portal del Centro de Investigación e Información periodística (CIPER), el analista político Carlos Meléndez ha asegurado que los congresistas peruanos son el fiel reflejo de una sociedad desconectada orgánicamente de sus élites políticas, el sistema de partidos está colapsado, y las demandas sociales han sido abandonadas o están huérfanas de representación
Además, la sociedad se ha caracterizado por un alto grado de informalidad y un tejido social frágil, lo cual impide aglutinar intereses en las organizaciones sociales y transferir eficientemente las demandas ciudadanas hacia la clase política.
Y dado que “los parlamentarios no pueden ser reelegidos para un nuevo período de manera inmediata”, legislan sin asumir responsabilidades frente a temas estratégicos de carácter nacional y prefieren darles prioridades a agendas sectoriales o regionales que les reportan dividendos políticos en el corto plazo.
Enzo Helguera y José Tello ponen de presente la debilidad de las instituciones y la corrupción, la poca o ninguna renovación de cuadros políticos, el populismo de izquierda y derecha encarnado en programas de asistencia social, y la conducción económica por parte de tecnócratas que ni rinden cuentas, ni asumen responsabilidades políticas.
Populismo y sentimiento antisistema
En la práctica, a Keiko la ha mantenido mantuvo el voto duro del fujimorismo que reivindica el legado del condenando expresidente Alberto Fujimori, mientras afronta un proceso penal por corrupción. El legado del gobernante que llegó a lugares donde nunca había llegado el Estado con pose del Rey que ordena hacer esto o aquello y, en efecto, se hace.
La encuestadora IMASOLU ha analizado la respuesta del electorado a estímulos como los bonos de ayuda por la pandemia que impulsó Martín Vizcarra. “Jamás ningún presidente me ha dado algo y acá me están dando un bono”. El gobernante así percibido corre el riesgo de caer en las trampas de la fama, el heroísmo político o la idolatría, con todo lo que eso conlleva.
El descontento histórico frente al sistema político aumentó en el contexto de la pandemia porque no solo afectó a los pobres. Segmentos de la clase media y media alta se enfrentaron con impotencia a los abusos de clínicas, hospitales y las aseguradoras.
La pandemia sacó a flote la visión del país en el que cohabitan quienes tienen los beneficios de un modelo económico exitoso que ha dado estabilidad al país y quienes no han visto o no han sentido los beneficios de ese modelo.
La crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de dialogar para construir consensos con la mitad del país que estará en contra del ganador o ganadora.
A Castillo, con su empeño en una nueva Constitución, le han recordado lo dicho en la década de 1920 por el expresidente Augusto Leguía: “la voluntad del patriota no siempre son las decisiones del estadista”. La sentencia alude a que, si Castillo asume no podrá cumplir con todas las promesas de campaña y, en lugar de cambiar el modelo económico, deberá promover algunos ajustes.
A Fujimori, defensora acérrima del modelo que puso en marcha su padre, le han advertido que para sobrevivir tendrá que sentarse con la oposición para impulsar políticas que irradien los beneficios del modelo a los más pobres en su vida cotidiana y generen oportunidades de inclusión.
Aprender del pasado
Los actores políticos parece que olvidaron o no entendieron lo ocurrido en las elecciones legislativa de 2020. El cuasi desconocido Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP) conquistó 15 de los 130 escaños del Congreso (11,5 por ciento). El día de las elecciones, a última hora, muchos votaron por el “pescadito” del FREPAP, símbolo de rebeldía contra el sistema y contra la corrupción.
El FREPAP, milenarista y mesiánico, contaba con alguna base social agraria. En la década de 1980, su fundador organizaba fiestas de alimentos a precios bajos y promovía la inserción social y económica de los migrantes rurales en la capital.
El razonamiento pudo ser de este tipo: ‘Oye, sistema, tu no me representas y estoy harto de tu corrupción”. Cualquier votante indeciso, emotivo y empeñado en contrariar al sistema pudo pensar: “Estos señores, que son religiosos, al menos serán honestos y no van a robar”.
Un razonamiento similar pudo ocurrir con la candidatura de Pedro Castillo, cuyo avance vertiginoso no predijeron ni las encuestas, ni los analistas. El maestro rural se abrió paso a pesar del respaldo a Keiko Fujimori por la mayor parte de los medios, de las narrativas que lo mostraron como la amenaza castro chavista, de su condición de líder sindical en el paro educativo más largo del Perú, y de su militancia de izquierda.
Castillo tuvo a su favor el no ser percibido como parte del pasado sistema político, en el cual la izquierda hizo alianzas para evitar el regreso del fujimorismo al poder.
Superar el pasado
Este año, el escenario siguió confinado entre el antifujimorismo y el antiizquierdismo; entre la derecha amiga del sistema y la izquierda enemiga del sistema. La derecha participó más fragmentada que la izquierda y con más candidatos, aunque ésta vez menos pudorosos vendiéndose como de centro-derecha y moviéndose según los vaivenes electorales. El pasado importa, pero hay que superarlo.
Las elecciones de 2006 son recordadas porque a la segunda vuelta llegaron dos candidatos que no representaban a la derecha: el socialdemócrata Alan García y Ollanta Humala, un militar retirado más “jalado” hacia la izquierda y simpatizantes de los gobiernos de Bolivia (Evo Morales) y de Venezuela (Hugo Chávez). García ganó a pesar de los estragos económicos de su primer gobierno (1985-1990) y de varios escándalos de corrupción.
En 2011, Humala, en segunda vuelta, venció a Keiko Fujimori, quien aspiraba por primera vez a la Presidencia.
En 2016, por segunda vez y en segunda vuelta, Keiko Fujimori enfrentó al tecnócrata exministro de economía y finanzas, Pedro Pablo Cuczinsky, quien le ganó con el 50,1 por ciento de los votos, respaldado por Verónika Mendoza, candidata de la izquierda por el Frente Amplio, para impedir la victoria de Keiko Fujimori. Este 2021, Mendoza volvió a postularse como candidata por la coalición Juntos por el Perú, pero quien pasó a segunda vuelta por la izquierda fue Pedro Castillo.
Incertidumbres
Con Fujimori o con Castillo en la Presidencia, el repertorio de preguntas es amplio. Por ejemplo:
1. ¿Puso el dedo en la llaga un votante entrevistado en la televisión peruana cuando dijo que había tenido que escoger entre la cámara de gas y la silla eléctrica?
2. ¿Esa pequeña distancia numérica en las urnas significa que para el electorado peruano da lo mismo un candidato de izquierda que uno de derecha?
3. ¿Podrán alcanzar condiciones de gobernabilidad sabiendo que, en primera vuelta, Fujimori conquistó apenas el 13,4 por ciento de los votos y Castillo el 19,1 por ciento?
4. ¿Cómo representarán al 67,6 por ciento de los votantes que en primera vuelta sufragaron por candidatos distintos a ellos?
5. ¿Qué dice políticamente que, en términos porcentuales, en la circunscripción del extranjero, no votó por ellos el 79,5; en Lima Metropolitana, el 78,2; en Callao, el 78,5; en Lima Provincias, 64,5; o en Arequipa, el 62,8)?
6. ¿Por qué se abstuvo de votar el 82,2 por ciento del casi un millón de votantes habilitados en el extranjero?
7. ¿Qué mensaje hay en los votos en blanco? Por ejemplo, en San Martin (20,4 %), Amazonas (20,6 %), Huancavelica (21,5%) y en Lima Metropolitana (8,5%).
8. ¿Cómo se explica que haya llegado a segunda vuelta una candidata investigada penalmente por graves delitos de corrupción y a nombre de un partido (Fuerza Popular) que desde el Congreso se ha empeñado en poner en jaque a los gobernantes que la derrotaron en dos contiendas anteriores?
9. En medio de una oferta electoral amplia y fragmentada, ¿qué factores políticos, sociales, culturales y regionales permitieron a Pedro Castillo abrirse paso con su pasado de maestro rural y líder sindical y con una propuesta de futuro anclada a la redacción de una nueva Constitución?
10. ¿Cómo serán las relaciones, el tipo de alianzas y los acuerdos con las organizaciones políticas que alcanzaron escaños en el Congreso para el período 2021-2026?
* Perú Libre, de Castillo, 32 escaños (24,6 por ciento)
* Fuerza Popular, de Fujimori, 24 escaños (18,5 por ciento)
* Acción Popular, 21 escaños (16,2 por ciento)
* Alianza para el Progreso, 14 escaños (10,8 por ciento)
* Renovación Popular, 13 escaños (10,0 por ciento)
* Avanza País, 7 escaños (5,4 por ciento)
* Podemos Perú, 5 escaños (3,8 por ciento)
* Victoria Nacional, 4 escaños (3,1 por ciento)
* Somos Perú, 4 escaños (3,1 por ciento)
* Juntos por el Perú, 3 escaños (2,3 por ciento)
* Partido Morado, 3 escaños (2,3 por ciento)
El año pasado, el politólogo Alberto Vergara escribió en el New York Times un artículo titulado: “La democracia peruana agoniza”.
Según Vergara, diagnosticar la enfermedad que está matando la democracia peruana es difícil porque “las democracias suelen sucumbir ante tiranos formidables, pero la peruana está en manos de unos enanos ciegos que chocan entre sí ad infinitum y han generado un régimen impredecible”.
¿Por qué? Porque el sistema político ha funcionado como una tómbola corrupta, sin lealtades partidistas y sin vínculos entre candidatos, partidos y sociedad; porque la única consistencia de los políticos ha sido rentabilizar los aportes a las campañas; porque la coima que cobran las autoridades nacionales se institucionalizó; porque los empresarios se sumaron sin reparos a la corrupción del boom económico; y porque los líderes de opinión, tecnócratas y políticos aplaudieron un crecimiento económico, sin Ley.